John Henry Newman y la aventura de creer - Alfa y Omega

John Henry Newman y la aventura de creer

Newman fue, a la vez, un precursor del concepto contemporáneo de libertad religiosa, y un gran apologeta de la tradición

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Vidriera del cardenal John Henry Newman, en una iglesia católica cerca de la casa recusante de Harvington Hall. Foto: Lawrence OP

John Henry Newman sigue siendo, 120 años después de su muerte, un referente espiritual e intelectual para miles de católicos de todo el mundo, conscientes de que no basta ya con una fe heredada, sino que lo que el ser humano realmente ansía es una conversión en profundidad. «El corazón habla el corazón», su lema cardenalicio, «nos da la perspectiva de su comprensión de la vida cristiana como una llamada a la santidad», destacó Benedicto XVI al beatificarle en Birmingham en septiembre de 2010. Una santidad que no consiste en seguir acríticamente algún tipo de recetario que otro ha preparado, sino en atreverse a medirse con el propio credo, a interrogarle al mismo Dios durante la oración y a comprometerse a fondo para que el mundo se parezca un poco más a lo que planeó el Creador. No es difícil encontrar un parentesco entre estos planteamientos y algunas líneas del actual pontificado. «Prefiero una Iglesia accidentada a una que está enferma por cerrarse», ha dicho Francisco.

«Brindo, en primer lugar, a la Conciencia; y al Papa, después», dijo a su vez Newman en una de sus más citadas frases. Ahí se ve a un precursor del Concilio y del concepto contemporáneo de libertad religiosa, a un referente de un catolicismo maduro que no teme el debate y se abre a reconocer a los laicos el peso que durante muchos siglos se les negó. Pero en una aparente paradoja, Newman fue a la vez uno de los más convincentes paladines de la tradición que ha tenido la Iglesia en los últimos siglos, y siempre reconoció que había llegado a la Iglesia católica de la mano de los padres de la Iglesia. Porque seguir la conciencia no se opone, sino más bien al contrario, a buscar la verdad y a responder ante ella con coherencia y valentía. El largo proceso de acercamiento de Newman a la Iglesia católica desde el anglicanismo no fue un camino de rosas. Acusado de traicionar a los suyos, tuvo que pagar un alto precio personal. E incluso después de dar ese paso, su vida en el catolicismo no estuvo exenta de dificultades. Al final de su vida, destacó Benedicto XVI, «miles de personas» se agolparon en las calles de Birmingham para despedirle. Otras miles se congregarán este 13 de octubre en Roma para celebrar la canonización de una figura que muestra hoy con especial luminosidad que la aventura de creer compensa todos los sinsabores.