Cardenal Porras, ante el Sínodo: «Discutimos, peleamos… y siempre nos ponemos de acuerdo» - Alfa y Omega

Cardenal Porras, ante el Sínodo: «Discutimos, peleamos… y siempre nos ponemos de acuerdo»

«¿Por qué no hay vocaciones en la Amazonía y sí en otras culturas indígenas? ¿Cómo llevar el mensaje para que se sienta como propio?». Son algunas de las preguntas clave que, según el administrador apostólico de Caracas, están en la base del Sínodo

María Martínez López
Foto: CNS

A punto de comenzar un Sínodo que desde su anuncio ha suscitado reacciones muy polarizadas, uno de sus presidentes delegados lo afronta «con una enorme serenidad». En entrevista a Alfa y Omega, el venezolano cardenal Baltazar Porras, administrador apostólico de Caracas, se muestra convencido de que «va a pasar lo mismo que con los sínodos de la familia. La que se armó… y cómo ha sido, más bien, de positivo».

El también arzobispo de Mérida encuadra el camino emprendido por Francisco hacia una mayor participación en el Sínodo y una mayor sinodalidad en la Iglesia («que siempre ha estado, pero muy recortada») en el Concilio Vaticano II y la idea de la Iglesia como «pueblo de Dios». La receta del Papa se basa en tres ingredientes: «Tocando la realidad» de las cosas, «nos llama a la creatividad y en segundo lugar a la responsabilidad, a no cargársela a quien tiene más autoridad sino a expresar puntos de vista y entre todos tratar de encontrar caminos. Indudablemente, no es fácil», hace falta discernimiento y «siempre habrá tensiones, pero lo que no puede ser es que quienes disientan dogmaticen».

La fe «de todos, siempre y en todas partes»

Se refiere a quienes «creen que cualquier cambio es romper con la Iglesia, romper con el dogma, que se acaba la Iglesia. La historia ha demostrado que no es así». Se trata, añade, de un proceso en el que desde la pluralidad se va «creando un consenso lo más general sobre lo que es ab omnibus, semper et ubique (de todos, siempre y en todas partes). Esto es lo que va dando el fondo sustancial de lo que es la Iglesia. Y la acción del Espíritu se hace muy presente».

Por ello, en los concilios de los primeros siglos, donde «los conflictos fueron mucho más serios que ahora», la Iglesia perduró. Antes incluso, en el enfrentamiento «entre Pedro y Pablo, se tocaron puntos esenciales de la fe. ¿Dónde, a quién, con qué contexto, hay que llevar el mensaje de Cristo? Pablo rompió un paradigma. Si no, la Iglesia se hubiera quedado ligada a una cultura y un pueblo determinado».

Seguir evitando esto es el reto de la inculturación, una de las cuestiones que más preocupa por el riesgo percibido de caer en el sincretismo. El cardenal Porras recuerda que, si «las semillas del Verbo están en todas partes, yo como creyente tengo que descubrir ese camino de trascendencia que está en todas las culturas. ¿Por qué se logró en los primeros siglos y por qué la evangelización de América tuvo un éxito como no lo ha habido nunca, con todos los matices y errores? Porque hubo esa actitud cordial de descubrir lo que ya había», respetando la cultura y tradiciones de la gente «para que allí pueda encarnarse el misterio cristiano y el seguimiento de Jesús».

«No es abrirse a cualquier cosa»

Pero todavía queda por hacer «mucho». «Primero porque no es una sola cultura, sino muchísimas. ¿Por qué no hay vocaciones en la Amazonía y sí en otras culturas indígenas? El defecto no es de lo amazónico, sino de quien ofrece [el mensaje] como algo extranjero. ¿Cómo llevarlo para que se sienta como propio?», es la pregunta del millón.

En este contexto, matiza que la posibilidad de ordenar viri probati se plantea «no porque falten sacerdotes», sino tratando de responder a «una realidad muy compleja, donde el camino es el río, y hay situaciones donde no llega el mensaje y no llega lo más excelso, que es la Eucaristía». Y añade: «No es abrir la puerta a cualquier cosa». Pero también recuerda que «no es un dogma que para ser sacerdote se tenga que ser célibe. Y en la historia de la Iglesia está muy presente que no hay que estudiar años de filosofía y teología para ser sacerdote. Hay otros elementos, como el testimonio y la fidelidad».

Más allá de todas las polémicas, a punto de empezar su cuarto Sínodo el cardenal Porras confía en que ocurra como siempre: «Dentro, el clima siempre es muy distinto al que presentan los medios». Cita, además, «toda la tradición de trabajo colegial con una enorme libertad» que tienen los obispos latinoamericanos. Después del Sínodo de América del año 1997 –recuerda– «el cardenal Schotte, que fue su secretario, nos decía que le llamaba la atención cómo los latinoamericanos discutíamos, peleábamos y al final siempre nos poníamos de acuerdo porque había una comunión afectiva».