«Muchas noches no tenían nada para cenar, pero a sus ancianas nunca les faltó de nada» - Alfa y Omega

«Muchas noches no tenían nada para cenar, pero a sus ancianas nunca les faltó de nada»

Se entregó por entero a Dios primero a través de los enfermos y, posteriormente, atendiendo a ancianas desvalidas y desamparadas. En el Día Internacional de las Personas Mayores recordamos la vida y obra de Luisa Sosa Fontenla, fundadora de la Obra de Jesús Nazareno de Nerva

José Calderero de Aldecoa

Año 1939. Recién terminada la guerra civil, la pobreza hace estragos en la localidad onubense de Nerva. Allí vive Luisa Sosa Fontenla que, con tan solo 21 años, no soporta la visión de los cuerpos doloridos por la enfermedad y el hambre. «Tanto se identificaba con el dolor de los enfermos, que le pedía al Señor que le mandara parte de sus dolores», explica a Alfa y Omega su sobrina nieta Celia Hierro Fontenla.

La joven llevaba muchos años preguntándole a diario al Señor: «¿Dónde te serviré mejor?». En un primer momento, Sosa Fontenla se fija especialmente en los enfermos de tuberculosis, a los que atiende a diario a pesar de tratarse de una enfermedad muy contagiosa y mortal en aquella época.

Sin embargo, una década después, el pueblo logra zafarse de la crisis económica de la posguerra. Entonces, Luisa siente que Dios le pide que fije sus ojos en las personas mayores. «Era la población más vulnerable de la época y ella tenía predilección por los pobres y desamparados», asegura Celia.

El 26 de noviembre de 1950 acoge en su casa a la primera anciana. Era una mujer de 83 años, ciega, con la cara descompuesta y que estaba llena de piojos y chinches, hasta el punto de que se le amontonaban en la cabeza.

Tras la primera, llegan otras once ancianas y el 13 de diciembre de 1958 la comunidad consigue el nombramiento de Pía Unión Diocesana. Son los comienzos de la Obra de Jesús Nazareno de Nerva. «Vivían en pobreza extrema. Muchas noches, ellas no tenían nada para cenar, pero a sus ancianas, gracias a Dios, nunca les faltó de nada», asegura su sobrina nieta.

La nueva orden se dedicó a acoger a ancianas desvalidas y desamparadas, y darles todos los cuidados materiales y espirituales necesarios. Concretamente, su carisma fue el de ser testigo actual de que el Señor no abandona nunca a los que sufren.

Luisa Sosa Fontenla falleció el 25 de noviembre de 2017, víspera de Cristo Rey. La enterraron un día después, en el 67 aniversario de la llegada a su casa de la primera anciana a la que recogieron.

Su legado es inmenso, pero en la Obra de Jesús Nazareno de Nerva subrayan cómo la madre fundadora ayudaba a las ancianas a prepararse para la muerte. Hablaba de rodearlas, en sus últimos momentos, de paz y tranquilidad, administrándoles los últimos sacramentos.