Los hermanos pequeños - Alfa y Omega

Los hermanos pequeños

Todos lo resumen con las mismas palabras: «Ha sido una reunión entre hermanos con el hermano mayor». El Papa Francisco ha cambiado la modalidad, pero ha mantenido intacta la cercanía y la intimidad familiar de las visitas ad limina. Sentados en herradura, sin mesa ni estorbos de por medio, el balón en el campo… y cualquiera podía chutar. Casi dos horas de conversación a puerta cerrada cunden mucho. También para el Papa ha sido un bálsamo poder relacionarse en su idioma materno; tierra abonada para bromas y chanzas cariñosas

Paloma García Ovejero
Los obispos españoles, a la entrada del Pontificio Colegio Español de San José, en Roma

«A mí esta visita me ha ayudado personalmente a descubrir la alegría del Evangelio, porque veo una Iglesia viva, que quiere salir al encuentro», dice don Carlos Osoro, arzobispo de Valencia. «Las expresiones, la forma en la que él habla, los giros y los pequeños chistes, todo eso también ha ayudado a comprobar que ni el Papa ni los obispos somos personas extrañas», repite don Braulio Rodríguez, deseoso de llevárselo a sus fieles de Toledo.

Son en total dos semanas, que no sólo sirven para entregar dosieres y escudriñar dicasterios: es la primera vez que tienen tiempo de hablar entre ellos, sin un orden del día. Lo dicen todos —arzobispos, obispos, secretarios, vicarios…—: «Da gusto poder tomar un café, dar un paseo, y hablar como hermanos de cosas que no son urgentes, que no requieren una respuesta inmediata, como en las Plenarias». Don Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid, añade otra perspectiva: «Para todos nosotros, está siendo una convivencia muy agradable, y con un horario que nos ponen otros, de manera que nosotros no somos los protagonistas y no tenemos la responsabilidad de la organización». Eso les coloca en otro lugar, al que no están habituados, y lo agradecen.

Eso sí, todo estuvo a punto de irse al traste el domingo por la tarde. Había derbi, y la Conferencia Episcopal Española está llena de atléticos y madridistas. Menos mal que la Providencia está en todo: empate a dos.

¿Y qué les decía el Papa?

«No nos ha hecho ni un solo reproche», subrayan varios obispos de distintas provincias. «Es un Papa que está en la calle y que viene del pueblo», aseguran. Su receta es ésta: «Acompañad a la gente, estad con la gente, porque serán los pobres los que nos salvarán. Caminad con los jóvenes, escuchad a los ancianos: miraos en el cuadro de la Presentación». El arzobispo castrense, monseñor Juan del Río, recalca: «Ninguno se sintió atrapado o en tensión por estar ante el Papa. Nos exhortaba como un padre exhorta a sus hijos. Los obispos tuvimos plena libertad para hablar de los temas que quisimos. Eso sí, dentro de ese clima distendido hay una gran profundidad. Sus afirmaciones, breves y cortas, están llenas de la unción del Espíritu». Bien es cierto que, además del idioma, el Papa ha vivido en España y sabe de lo que está hablando. Quizá por eso le sorprendieron más algunas noticias. «Escuchó con verdadera atención, conoce y estima muchísimo nuestro país, pero se ha dado cuenta de que España no es la España que él conoció. Le dolió en el alma conocer algunas realidades», explican varios obispos castellanos. Sobre todo, le escandalizó la falta de protección que tiene la familia. Algunos han citado al recién creado cardenal Fernando Sebastián cuando denunció que «a la familia no la protege ni la derecha ni la izquierda». Y el Papa está de acuerdo: «A la familia se la está ahogando. ¿Qué joven va a pensar en casarse, si no tiene un sueldo?», se lamentaba el Santo Padre pensando en los veinteañeros españoles.

Sabemos, porque lo dijo el propio Francisco poco después de estar a solas con Madrid y Valencia, que se había quedado helado con las cifras del aborto en España. Los datos que acababa de conocer eran los siguientes: dos millones de abortos desde 1985, cuando se aprobó la primera ley; la tasa de divorcios; un aumento del 11 % en la tasa de suicidios y el incremento de las adicciones, al alcohol y al juego, pero sobre todo a la pornografía y otras asociadas al mundo de la informática. «Así se lo contábamos al Papa», relata don Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, «porque junto al proceso de curar heridas, necesitamos generar una realidad nueva donde se construyan auténticos matrimonios y, desde ellos, familias que recuperen la familia. Ésa es la verdadera solución. Todo lo demás es ideología».

Vuelven a España los que ya han terminado dándole vueltas también a lo que no les ha dicho el Papa. Solamente tres palabras de cara a la próxima Plenaria de la CEE: «Que se diviertan». El arzobispo de Oviedo, don Jesús Sanz Montes, lo interpreta así: «No ha habido ninguna indicación, más que el buen deseo de que en el uso de nuestra responsabilidad elijamos a los hermanos sin consignas. El Santo Padre sabe muy bien que tenemos este momento intenso de elección. Pedimos que Dios nos ilumine y seguro que esto es el mejor divertimento».