Badil de casa ajena - Alfa y Omega

Aprovechando que su familiar enfermo dormía, Aurora me contó que, aunque la enfermedad era grave, lo que había empeorado era su carácter. Me dijo que a veces la trataba como si fuera la culpable de su enfermedad y siempre pagaba con ella su mal humor; pocas veces le dedicaba una sonrisa y jamás había escuchado de sus labios un «gracias por estar a mi lado». «Es muy duro y a veces me vengo abajo, porque además de sufrir junto a él su inesperada enfermedad, tengo que sufrir sus palabras y hechos cargados de violencia y menosprecio».

No pude evitar ver en ella el rostro de tantas mujeres que se han pasado la vida entregadas a los demás, y que se sienten tristes y vacías porque nunca tuvieron un beso, una caricia o unas palabras de reconocimiento y gratitud por parte de sus hijos, marido o personas a las que se dedican en cuerpo y alma.

Los seres humanos por los general somos badil de casa ajena: reservamos nuestras sonrisas y buenas palabras para los que tratamos de forma ocasional, y a los de nuestra casa les mostramos nuestra peor cara.

Aurora, el enfermo al que cuidas te ha elegido para que seas su espejo, y sus palabras no van dirigidas a tu persona sino a lo que ve reflejado en ese espejo, que es su propia imagen. Y para nada le gusta lo que está viviendo y pasando. No es fácil cuidar a un enfermo. Si te quedas con sus palabras te harán mucho daño, y puede que incluso el cristal del que está hecho tu espejo acabe roto o muy deteriorado (a pesar de estar hecho del material más resistente y fuerte del mundo, el amor). Debes estar muy contenta y orgullosa porque, aunque es muy duro, eres su confidente y el desahogo de sus miedos y desesperanzas; lo que pasa es que los expresa con rabia porque expresan la amargura del alma. No pienses que intenta hacerte daño a ti, piensa en el bien que le hace poder sacar toda esa rabia de su interior, aunque tú tengas que buscar consuelo en esas lágrimas sanadoras.

«Nadie ni nada puede hacerte daño si tú no quieres». Siéntete muy orgullosa y disfruta de todo el bien que estás haciendo, porque esas son las cosas en las que Dios da el ciento por uno.