Omella: «Vivimos en una sociedad caprichosa. Solo se acepta lo que gusta y se rechaza lo que contraría» - Alfa y Omega

Omella: «Vivimos en una sociedad caprichosa. Solo se acepta lo que gusta y se rechaza lo que contraría»

El cardenal arzobispo de Barcelona preside la Eucaristía por la solemnidad de la Virgen de la Merced, patrona de la ciudad

Fran Otero
Foto: Arzobispado de Barcelona

Un año más, la solemnidad de la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona, se celebra con el ruido de fondo del proceso independentista. Este año, con la reciente detención de un grupo que almacenaba materiales para la fabricación de artefactos explosivos que supuestamente iban a ser utilizados en las próximas semanas. Una circunstancia a la que hay que añadir la ausencia en la celebración del presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, que se suma a la habitual de la alcaldesa Ada Colau.

En su homilía, el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, no hizo ninguna alusión a la actualidad y se centró en las enseñanzas y valores que transmite la Virgen, que bien podrían aplicarse a la situación social y política: fe, aceptación y compromiso.

Denunció que habitamos en un contexto social donde prima la inmediatez y donde nadie parece estar dispuesto a esperar, que se niega a aceptar aquello que no le gusta. «Vivimos en una sociedad caprichosa; solamente se acepta lo que gusta, lo que produce placer, y se rechaza todo lo que contraría. Y el resultado final es que encontramos mucha gente inmadura, irritada e irritable, incapaz de prescindir de un capricho, de convivir bien con un anciano o de aceptar con paz incluso una leve enfermedad», añadió.

En este sentido, apeló a los padres y educadores para formar a las nuevas generaciones en valores: «No podemos criar seres ensimismados, egoístas, que tienen de todo y que nunca tienen bastante; sino hombres y mujeres capaces de ser adultos, capaces de ofrecer y de aceptar, capaces de valorar a los otros y de compartir. Educar es también, pues, saber negar cosas, enseñar a renunciar, a asumir el fracaso, a dilatar en el tiempo la consecución de los deseos, para aprender a amar más, a amar mejor».

También reclamó el compromiso de todos con los que más sufren: «No falta sufrimiento ni dolor cerca de nosotros. ¿Dejaremos de mirarnos para ir a ayudar a los que sufren más? No olvidemos que hace más feliz dar que recibir. Cerca de nosotros hay mayores, jóvenes desorientados, familias rotas, inmigrantes, enfermos, gente que trabaja por construir puentes de comunión y fraternidad y se sienten solos e incomprendidos».

El purpurado concluyó deseando que «Barcelona sea una ciudad bella y habitable, no solo por su atractivo turístico, arquitectónico, cultural, gastronómico y económico; sino también por su sensibilidad humana, fraterna, solidaria y respetuosa con las creencias religiosas».