«La iglesia debe ser humilde y aprender de los indígenas» - Alfa y Omega

«La iglesia debe ser humilde y aprender de los indígenas»

El sacerdote colombiano Alfredo Ferro Medina es coordinador del Servicio Jesuita panamazónico, cuya sede se encuentra en Leticia, capital del departamento colombiano de Amazonas. También es consejero y miembro del Comité Ejecutivo de la REPAM, la red eclesial que desde hace cinco años articula el trabajo de la Iglesia en el Amazonas

Redacción
Zona conocida como la triple frontera, situada en el cruce de fronteras entre Argentina, Brasil y Paraguay. Foto: Rodrigo Valla

¿Cómo es esa Iglesia en la Amazonía?
Las distancias son enormes. Yo lo vivo día a día donde estoy, en la triple frontera entre Perú, Brasil y Colombia. Hay comunidades indígenas tan remotas que se tarda una semana o más en llegar y solo se puede alcanzar en una canoa a motor. Hasta que no se pisa este territorio, nadie puede imaginar las dificultades de esta zona. Si alguna institución ha hecho algún esfuerzo por estar presente, esa es la Iglesia. Pero como dice el instrumentum laboris es necesario pasar de una pastoral de visita, a una pastoral de presencia. Este es el gran reto, estar presentes a pesar de las distancias.

Ese instrumentum laboris habla de crear nuevos ministerios.
El tema de los nuevos ministerios está muy ligado a una forma de presencia de la Iglesia diferente a la que ha habido hasta ahora. En nuestra Iglesia el poder de los sacramentos lo tiene solo el sacerdote, pero en la zona de la Amazonía el sacerdote no llega a todo y la comunidad se priva de tener Eucaristía o servicios pastorales. La Iglesia debe poner énfasis en la formación de laicos y laicas, agentes pastorales que acompañen a las comunidades porque los sacerdotes no pueden estar presentes. Además, no se trata solo de eso. La Iglesia no puede ser tan clerical, tiene que estar centrada en la comunidad y para eso necesitamos animadores; personas que acompañen. La Iglesia debe estar abierta a que los que formamos parte del clero perdamos el poder que tenemos en virtud de nuevos actores laicos que pueden dinamizar las comunidades.

El sacerdote Alfredo Ferro Medina. Foto: Oficina Comunicación CPAL

¿Entra en esta lógica la ordenación de ancianos casados, la figura de los viri probati?
Eso está presente. Algunos medios de comunicación han focalizado demasiado la atención en este punto, pero no es para nada lo fundamental. Está relacionado con el celibato sacerdotal y ese no es el tema. Estuve en el encuentro presinodal en Brasil y lo que se comentó es que el término ancianos no es muy apropiado. Presumo que es porque se les presupone sabiduría, pero la idea no es esa. Podrían ser también personas jóvenes. Es la propia comunidad la que debería individuar, en su caso, a las personas adecuadas para estas funciones. De otro lado, no hemos inventado la pólvora con la propuesta de los viri probati. Hay toda una experiencia precedente. Por ejemplo, en la diócesis de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, el obispo mexicano Samuel Ruiz García creó una Iglesia con diáconos indígenas y mujeres que acompañaban a la comunidad. También quiso ordenar diáconos casados como presbíteros, pero en ese momento Roma no lo vio claro y cortó esa posibilidad. Yo creo que ahora hay un contexto diferente. Conozco comunidades donde el sacerdote solo puede ir cada tres o cinco años.

El instrumentum laboris hace referencia a la necesidad de escuchar a los pueblos locales. ¿Cómo entiende que debe darse ese diálogo?
La Iglesia tiene que entonar el mea culpa en relación al diálogo. Hemos pecado de acercarnos con la verdad absoluta y no haber dialogado con el otro. La práctica ha sido imponer nuestra espiritualidad y nuestra visión, pero cuando uno está en el Amazonas se da cuenta de la riqueza que tienen esos pueblos que han sido dominados y sometidos, pero están muy vivos y tienen mucho que enseñarnos. La Iglesia debe ser humilde y aprender de los indígenas. Pero además de a los pueblos indígenas, hay que escuchar a los pueblos afro, a las mujeres, a la gente de los barrios populares…

¿Por qué la Iglesia en la Amazonía no puede permanecer al margen de la defensa del territorio, de los derechos humanos y de la población indígena?
En Evangelium gaudium el Papa hace una llamada muy clara a una Iglesia en salida. La Iglesia solo es iglesia si sale a la calle y hace suya la violación de los derechos humanos, el expolio de la naturaleza por parte de grandes empresas, las amenazas a los pueblos indígenas, los cinturones de miserias… No podemos hacer una dicotomía entre la vocación eclesial de acompañar a la sociedad a través de los sacramentos y la lucha por la defensa de la vida.