«Acusar al Papa de hereje es absurdo» - Alfa y Omega

«Acusar al Papa de hereje es absurdo»

No es una situación agradable para él, aunque tampoco le asusta. Francisco sabe que no hay pontificado sin críticas, dice su biógrafo Austen Ivereigh. Pero los «temores y ansiedades» que ha suscitado en algunos sectores el Sínodo sobre la Amazonía «son infundados»

Victoria Isabel Cardiel C.
El Papa Francisco durante el encuentro con representantes de las comunidades indígenas de Pe-rú, Brasil y Bolivia, en Puerto Maldonado (Perú), en enero de 2018. Foto: AFP/Vicenzo Pinto

La Amazonía es la mayor selva tropical del mundo. De allí procede el 20 % del agua dulce y el 30 % de la flora y la fauna del mundo. Se abre camino a través de nueve países de América Latina ocupando una superficie casi igual a la de Australia. Es el hogar de 35 millones de personas, incluidos tres millones de indígenas de 390 comunidades distintas, 137 de ellas en aislamiento total. Es el eje de una de las zonas más peligrosas para los defensores del medio ambiente y concentra el menor número de sacerdotes por metro cuadrado. Genera en torno al 16 % del oxígeno producido en el planeta, pero la deforestación y la explotación de la selva convierten a Brasil, principal país por extensión, en el quinto emisor de dióxido de carbono.

Era arriesgado enfocar la agenda de la Iglesia católica hacia este tesoro ecológico, pero al Papa no le asustan los retos. En cuanto planteó la celebración de un Sínodo, algunos comenzaron a alinearse en contra. El primero en dar un paso al frente fue el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Nada más llegar al Palacio Planalto dejó claro cuáles eran sus objetivos: regó con incentivos a las empresas mineras y a las que extraen madera para transformar la selva en grandes cultivos del agronegocio y transfirió la prerrogativa de demarcación de las tierras indígenas –antes gestionadas por la Fundación Nacional del Indio (Funai)– al Ministerio de Agricultura. En Brasil existen actualmente 462 tierras indígenas que abarcan aproximadamente el 12,2 % del territorio nacional, la mayor parte en la Amazonía. No pocos vieron en esta medida un truco para entregar estas zonas, hasta ahora protegidas, a las corporaciones agropecuarias. Además, solo durante el primer mes de su presidencia la tala de árboles aumentó en un 54 % respecto al año anterior.

El clero de la Amazonía se ha convertido en el enemigo número uno del exmilitar reconvertido a jefe de Estado. «Lamentamos profundamente que hoy, en lugar de ser apoyados y alentados, nuestros líderes sean criminalizados como enemigos de la patria», denunciaron los obispos de la zona en una carta pública tras encerrarse a principios de este mes a estudiar con lupa el instrumentum laborisdel evento que se celebrará en el Vaticano del 6 al 27 de octubre.

Este documento preparatorio, sin valor vinculante, también ha suscitado críticas dentro de la Iglesia al esbozar la posibilidad de ordenar sacerdotes –de forma excepcional– a ancianos casados en zonas periféricas. «El Papa ha dicho que el celibato como norma del sacerdocio es intocable. No va a jugar con eso, pero siempre ha habido al lado del celibato excepciones por razones pastorales. Por ejemplo, en mi país, Inglaterra, hay decenas de sacerdotes casados que son exanglicanos. Otra excepción son las Iglesias orientales. El Sínodo es algo vivo, dinámico y real, pero hay sectores que se resisten al cambio porque ven la Iglesia como un cuerpo fijo e inmutable», sostiene en conversación con Alfa y Omegael periodista británico, Austen Ivereigh, uno de los biógrafos de Francisco más autorizados.

En su último libro, que se publicará en español en noviembre, Pastor herido, el Papa Francisco y su lucha por convertir a la Iglesia católica, aborda las resistencias que acechan a Bergoglio. El Pontífice argentino ha demostrado que no es un hombre de imposiciones. Reconoce que también el Papa puede equivocarse y suele rodearse de expertos antes de tomar cualquier decisión. Desde que asumió el pontificado, ha moldeado los sínodos hasta convertirlos en un mecanismo de discernimiento eclesial, con el que a través de la discusión libre y secreta se crea el terreno para generar cambios en la estrategia pastoral. «Si algo está claro es que la doctrina no se toca. Pero algunos sectores tienen actitudes de aislamiento. Acusar al Papa de no estar conforme con la tradición eclesial o de ser hereje es completamente absurdo», incide Ivereigh.

El Aula Nueva del Sínodo, dentro de los muros de la Ciudad del Vaticano, será el espacio abierto de diálogo que recogerá el sentir de uno de los problemas más graves que enfrenta la Iglesia de la Amazonía: el 70 % de las comunidades católicas de la región no tiene acceso a la Misa semanal. «Lo que la gente de la Amazonía está diciendo es que necesitan que la Iglesia esté presente 24 horas al día y no solo una vez al año. Y lo que argumentan es: “Si nosotros no tenemos acceso a los sacramentos, ¿en qué nos diferenciamos de los evangélicos”?», subraya el experto.

Foto: L’Osservatore Romano

El verdadero debate es la aplicación del Concilio

El boceto que guiará la reunión eclesial subraya a su vez la necesidad de escuchar lo que los pueblos indígenas tienen que decir con relación a la naturaleza, caracterizada por un cuidado de la tierra, el agua y el bosque. Una visión que también ha activado algunos reproches. «Lo que percibo es que los críticos están más preocupados por el tema de la inculturación que por los viri probati(hombres casados moralmente probados). Tienen miedo a lo que llaman sincretismo; a que exista el riesgo de adoración de naturaleza o de idolatría de sus elementos. No obstante, son temores y ansiedades infundados, imposibles de reconciliar con el documento de trabajo del Sínodo que teológicamente es correcto. Además, es un borrador que deberá ser mejorado. No un documento definitivo», afirma Ivereigh.

Frente a esas inquietudes, el también autor de El gran reformador. Francisco, retrato de un Papa radicalevidencia que el Concilio Vaticano II sentó las bases para construir una Iglesia inculturadaque debe adquirir los rasgos de la zona donde echa raíces. En este sentido, afirma que con este Sínodo el Papa quiere reconocer que el pueblo indígena «tiene sus propias tradiciones espirituales y religiosas» sobre las que debe asentarse la fe católica. «La fe cristiana se construye a partir de los cimientos que ya existen. Eso es precisamente la evangelización: reconocer las semillas de Dios que ya están presentes en las culturas», explica.

Pero Bergoglio es consciente de que no hay pontificado sin críticas. «San Juan Pablo II fue atacado duramente por ser el primer pontífice en entrar en una mezquita o por reunir en Asís a los líderes de todas las religiones monoteístas. También Benedicto XVI recibió fuertes críticas». Lo que, a juicio de Ivereigh, hace que «la hostilidad sea notablemente mayor», es que se está planteando de fondo nada menos que «la implementación del Concilio Vaticano II».

No es una situación agradable para él, pero tampoco le asusta. «Yo no le tengo miedo a los cismas. Rezo para que no se den, porque está en juego la situación espiritual de muchas personas», dijo Francisco en la rueda de prensa en el avión de regreso de Mauricio el 17 de septiembre.