El método de Sant’Egidio - Alfa y Omega

El método de Sant’Egidio

La paz se convierte en un compromiso activo y cotidiano que debe congregar al máximo número de actores posible

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Foto: CNS

El espíritu de Asís –inaugurado por Juan Pablo II en su histórico encuentro interreligioso de 1986– ha pervivido de un modo muy especial e intenso a través de los encuentros internacionales por la paz que cada año celebra la Comunidad de Sant’Egidio. Madrid es del 15 al 17 de septiembre sede de un evento que trasciende ampliamente el ámbito religioso, y junto a líderes de diversas confesiones congrega a responsables políticos, activistas e intelectuales de renombre mundial. El gran reto es hacer posible la convivencia fraterna en sociedades a menudo conflictivas y, en todo caso, cada vez más plurales.

Sant’Egidio es ampliamente conocida por su mediación en procesos de paz. Su éxito inicial en Mozambique (1992) llevó a la organización fundada por el historiador italiano Andrea Riccardi a involucrarse en procesos similares en Argelia, Guatemala, Burundi, Kosovo o, más recientemente, República Centroafricana. El método consiste básicamente en establecer relaciones personales entre las partes y así tender los puentes para encontrar una solución. Esta es también la idea de la diplomacia del Papa Francisco, quien al mismo tiempo no deja de señalar que vivimos hoy una «tercera guerra mundial a pedacitos». El Pontífice va más allá del conflicto armado –la manifestación última de la violencia–, y apunta hacia cuestiones más amplias. Ahí se incluyen las injusticias de un sistema económico –que, en palabras de Francisco, «mata»– o el fundamentalismo religioso excluyente, presente, según él, en todas las confesiones religiosas.

Esta evolución hacia una concepción más rica y compleja de la paz resulta visible en la trayectoria de Sant’Egidio (que por cierto, desempeñó un importante papel en el encuentro de Asís del 86). Probablemente la iniciativa más conocida de este movimiento sean hoy los corredores humanitarios de migrantes y refugiados mediante acuerdos con diversos países europeos. La paz se convierte así en un compromiso activo y cotidiano que debe congregar al máximo número de actores posible, y no solo es competencia de los políticos. La buena noticia es que cada vez más personas comparten esta visión, católicas y no católicas. El interés que suscita el encuentro de Madrid es una prueba de ello.