Los ortodoxos rusos en Europa occidental cambian Constantinopla por Moscú - Alfa y Omega

Los ortodoxos rusos en Europa occidental cambian Constantinopla por Moscú

El Patriarcado de Constantinopla decidió el año pasado disolver una eparquía para los ortodoxos rusos herederos de los exiliados tras la Revolución Rusa. La escalada en torno a la situación en Ucrania ha llevado al hasta ahora eparca de esta diócesis a no reconocer su destitución y convocar una votación favorable a volver a Moscú, aunque la polarización del resultado augura nuevas tensiones y divisiones

María Martínez López
Foto: Asia News

Los ortodoxos rusos residentes en Europa occidental quieren recuperar el vínculo con el Patriarcado de Moscú, después de haber roto con Constantinopla. El 7 de septiembre, en una asamblea extraordinaria de esta eparquía, se votó a favor de esta opción con un 58,1 % de los votos. Así, las 65 parroquias, las once iglesias, los dos monasterios y los siete eremitas repartidos por nueve países, aunque con mayoría en Francia, pasarán a depender de Moscú.

La decisión constituye un paso más en la tormentosa relación entre Constantinopla (patriarcado ortodoxo históricamente considerado primus inter pares) y Moscú, el más grande en número de fieles, aunque gran parte de ellos se encuentran en realidad en Ucrania. La crisis eclesial en Ucrania, en torno a la decisión de Constantinopla de favorecer la creación de una Iglesia ucraniana autocéfala (autónoma) y la consiguiente ruptura de la comunión intraortodoxa por parte de Moscú, está de hecho en el origen de este conflicto.

La diócesis de las iglesias ortodoxas rusas en Europa occidental se encontraba en una situación bastante anómala desde sus orígenes. Tradicionalmente, el Patriarcado de Constantinopla solo tiene jurisdicción sobre los ortodoxos en Turquía y sobre los fieles de la Iglesia ortodoxa griega en la diáspora. Pero cuando a raíz de la Revolución Rusa muchos fieles emigraron al oeste de Europa, Constantinopla estableció lazos jurídicos con ellos.

La relación había permanecido así, con altibajos, hasta el 27 de noviembre de 2018, cuando el Gran Sínodo de Constantinopla suspendió la eparquía y ordenó su disolución. La decisión se tomó a la vez que este Patriarcado, junto con las iglesias ortodoxas ucranianas del Patriarcado de Kiev y autocéfala (consideradas cismáticas hasta entonces) preparaban la erección de la Iglesia ortodoxa ucraniana autocéfala. Por ello, el 15 de octubre Moscú había tomado la decisión de romper la comunión eucarística con Constantinopla.

A raíz de esto, y en una escalada en la que ambos patriarcados intentaban afianzar su presencia e influencia fuera de sus respectivos territorios históricos, Moscú llegó incluso a crear una parroquia para los fieles en Turquía, que ya –alegaba– no podían acudir a parroquias de Constantinopla.

Pero los fieles ortodoxos rusos afectados por la disolución de su eparquía no aceptaron la decisión. En una reunión del 15 de diciembre, votaron casi unánimemente (con un 93 % de los votos) a favor de mantener su unidad e identidad, y comenzaron un proceso de reflexión sobre su futuro que en mayo los llevó a proponer cuatro posibles soluciones: la disolución, buscar una fórmula para constituirse en una Iglesia autónoma, volver bajo el paraguas de Moscú y no tomar ninguna decisión cerrada y dejar la situación estar.

Al tiempo, iniciaron una serie de contactos con las demás iglesias ortodoxas, incluidas Moscú, para plantear la unificación (salvando su identidad y una cierta autonomía). Pero también con Constantinopla, para pedir al patriarca Bartolomé que reconsiderara su decisión.

La última de estas reuniones tuvo lugar el 17 de agosto entre el patriarca de Constantinopla, Bartolomé, y el obispo Juan, responsable de la eparquía. Según cuenta Settimana News, fue un encuentro tenso pero cordial, en el que Bartolomé exhortó a Juan a obedecer la decisión y a desconvocar la asamblea general programada para el 7 de septiembre, en la que estaba previsto votar para elegir entre las opciones ya mencionadas. El obispo se negó, pero ambos se despidieron con la promesa de seguir en contacto.

A partir de entonces se precipitaron los acontecimientos. El 31 de agosto, Constantinopla anunció que el obispo Juan quedaba relegado de su función, debido entre otras cosas a su deseo de adherirse al Patriarcado de Moscú. Los fieles de la eparquía quedaban bajo la autoridad de su metropolita en Francia, Manuel, que había estado directamente implicado en la cuestión ucraniana. Se decretaba, además, que la asamblea del día 7 no tendría ningún efecto jurídico.

Sin embargo, Juan no aceptó su destitución, y decidió seguir con adelante con la asamblea, algo que previsiblemente le supondrá algún tipo de sanción en un futuro más o menos próximo. Anunciaba, además, que las opciones se habían reducido… a una sola. Puesto que se habían quemado los barcos con Constantinopla, y dado que el proceso para convertirse en entidad autónoma sería demasiado largo y complejo, solo se votaría a favor o en contra de la vuelta a Moscú.

Los resultados del sábado, aunque favorables al Patriarcado que preside Cirilo, hace prever nuevas tensiones, pues el apoyo del 93 % expresado hace menos de un año a mantener la unidad e identidad de la eparquía queda reducido a un 58,1 % de votos a favor de depender de Moscú, con un nada despreciable 41,9 % de votos en contra.

Según Settimana News, el reducido tamaño de esta eparquía no debe engañar respecto a las repercusiones de lo ocurrido el sábado. «La Ortodoxia en Francia ha alimentado a través de sus prácticas y sus teólogos una parte decisiva de la historia de toda la Ortodoxia en el siglo XX». Las previsibles tensiones «atravesarán uno de los corazones pensantes de la teología ortodoxa, el Instituto San Sergio de París».

En su análisis para esta publicación, vinculada a los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús o dehonianos, Lorenzo Prezzi asegura también que lo ocurrido «constituye una derrota para el patriarcado de Constantinopla, incapaz de reconocer la oportunidad de una anomalía canónica abierta a la comunión con todas las almas de la ortodoxia. Los malos resultados del reconocimiento de la autocefalia en Ucrania y todas las tensiones posteriores no prometen mucho para el futuro».

Por otro lado –continúa Prezzi–, aunque aparentemente el patriarcado de Moscú sale reforzado por la decisión, no se puede olvidar que ha aceptado varias peticiones de la eparquía europea «sobre la dimensión democrática interna y la libertad de investigación teológica». De tomárselas en serio, «no podrá conformarse con algunos retoques en sus prácticas internas. Las solicitudes de reforma se fortalecerán».

Y, además, se encontrará con una duplicidad en su seno, pues hace poco había constituido ya un exarcado también para Europa occidental y, dado el deseo de los fieles procedentes de la eparquía de conservar una identidad propia, ambas no podrán fusionarse.