Asesora económica del Papa: «La desigualdad amenaza la democracia» - Alfa y Omega

Asesora económica del Papa: «La desigualdad amenaza la democracia»

La salesiana Alessandra Smerilli ha inaugurado este martes el Curso de Doctrina Social de la Iglesia de la Fundación Pablo VI. Habló sobre empresas de economía civil, subrayando a la vez la responsabilidad del consumidor: «Si depositamos dinero en bancos que financian fábricas de armas, somos cómplices de guerras»

Ricardo Benjumea
Enrique Lluc, profesor de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia, y Alessandra Smerilli. Foto: Fundación Pablo VI

«La economía de mercado solo sobrevivirá si es capaz de ir más allá de esta forma de capitalismo financiero individualismo hacia una economía civil y civilizada». Para la hija de María Auxiliadora Alessandra Smerilli la disyuntiva no es «capitalismo sí o capitalismo no», sino «economía salvaje o economía colaborativa».

La religiosa italiana, nombrada en abril por Francisco consejera de Estado de la Comisión Pontificia para el Vaticano, ha inaugurado este miércoles en Madrid el Curso de Doctrina Social de la Iglesia de la Fundación Pablo VI, que, en su XXVI edición, lleva por título «La economía civil, una economía para las personas». El obispo Atilano Rodríguez Martínez, presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, recordó poco antes que «el Papa nos dice que la Iglesia, para evangelizar, para estar en estado permanente de misión y no cerrarse sobre si misma, necesita preocuparse por el bien común de la sociedad» y «no callar ante las injusticias».

Uno de los organizadores de estas jornadas, el profesor de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia Enrique Lluch, subrayó que el planteamiento a lo largo de los dos días de curso es «en positivo», no tanto «denunciando lo mala que es la economía actual», sino ofreciendo «diversas experiencias que nos demuestran que es posible otro modelo».

Lo cual, durante mucho tiempo, a Smerilli –confesó– le pareció «un tema fascinante pero un poco utópico», hasta que conoció diversas iniciativas empresariales (desde cooperativas hasta multinacionales, aclaró) que ponen en práctica diferentes modelos que se pueden englobar bajo el concepto de «economía civil». No se trata de «una escuela de pensamiento», sino más bien de «un modo de vivir», comprendiendo que, al actuar en el mercado, la persona no debe dejar de lado su sociabilidad y disposición a colaborar con los demás para convertirse en un depredador despiadado que busca solo su propio beneficio a costa de los demás. Eso sí, añadió: sus raíces se remontan a la Edad Media, cuando los monjes benedictinos y –después y sobre todo– franciscanos comenzaron una reflexión acerca de la economía que terminó plasmándose en iniciativas como los montes de piedad, desde el presupuesto que, antes que ayuda asistencial, a los pobres hay que facilitarles que emprendan iniciativas económicas.

Esa manera de concebir el mercado como «forma de explotación a los demás» ha generado hoy –prosiguió la religiosa– diferencias económicas tan grandes, que «el término desigualdad se queda corto», puesto que se «estamos en un momento en que las diferencias entre ricos y podres son tan granes como las que existen entre elefantes y hormigas». Y esto –dijo– «no es solo un problema económico», ya que «unas pocas personas que concentran la riqueza están en situación de imponer su voluntad a toda una nación». De tal modo que se trata de «un problema de derechos, de poder recibir educación, de participar en la vida democrática de una nación».

Hacen falta hoy, a su juicio, empresas que funcionan con parámetros que garantizan el respeto a los derechos humanos y el medio ambiente, e incorporan medidas internas de democratización, tales como unos topes en la diferencias entre los salarios más altos y los más bajos. De esta forma, «la empresa puede ser un factor de democratización».

Pero además de poner el foco en la empresa, Smerilli insistió en la responsabilidad de los consumidores. Se llama «votar con la cartera», puesto que «cada vez que compramos algo estamos dando un voto a una determinada empresa».

Aquí la neutralidad no es posible. «Si depositamos dinero en bancos que financian fábricas de armas, somos cómplices de guerras. Y si nuestros bancos financian empresas vinculadas a los juegos de azar –que en Roma son hoy la primera causa de la caída en la pobreza–, ¿cómo podemos denunciar el flagelo que están originando en Italia o en España?».

«No se puede hablar de economía civil si no se habla también de consumidores civiles», abundó.