Margarita Salvador Hernández, vecina de Valladolid: «Soy más de hablar con Dios que de rezar» - Alfa y Omega

Margarita Salvador Hernández, vecina de Valladolid: «Soy más de hablar con Dios que de rezar»

En octubre celebrará su 75 cumpleaños junto a Jesús –su marido– sus hijas y sus nietos. «Para mí la familia es muy importante». Es la pequeña de siete hermanos –de los que viven cuatro–, oriunda de Pereña de la Ribera (Salamanca). Con 18 años emigró junto a los suyos a Bilbao, donde se casó y tuvo a Itziar y a Begoña. Los médicos le aconsejaron un clima más seco y emigró por segunda vez. Quedamos en el cerro de los Ángeles, en Getafe (Madrid), donde repite como peregrina, a los pies del Corazón de Jesús

Santiago Riesco Pérez
Foto: Santiago Riesco Pérez

¿Le gusta peregrinar y visitar santuarios?
No soy mucho de peregrinar. Estuve en Lourdes; no porque esperara un milagro —aquello me pareció una romería—, pero me bañé en sus aguas. Lo que me sorprendió fue ver la intensidad con la que la gente vive su fe. Ahora había esta peregrinación al cerro de los Ángeles, donde ya estuvimos el año pasado, y me apetecía volver.

Pero viene usted con un grupo, ¿quiénes son?
Hemos venido los colaboradores del Centro Diocesano de Espiritualidad de Valladolid. Atendemos el teléfono y esas cosas. Algunos ayudan a la lavandería, a servir la mesa, al mantenimiento de la casa… Mi marido Jesús suele ir toda la semana. Yo voy los lunes por la mañana a la portería.

Después de tantos años como modista y dependienta en una tienda de ropa para niños, ahora que se ha jubilado tendrá más tiempo, ¿no?
No te creas. La verdad es que nunca pensé que fuera a tener tiempo para mí. Mira, voy a la piscina dos días a la semana, otro día estudio inglés y otro informática. Por las tardes, algunos días, me tocan nietos. No creas que paro mucho.

¿Se considera una santa?
Ay, yo no, ¡por Dios! ¡Qué más quisiera! No me considero mala persona, pero tampoco buena. No sé.

¿Qué es para usted la santidad?
Para mí la santidad es ser buena persona y no ser egoísta, fíjate. Creo que el egoísmo es lo peor. El egoísmo y las envidias.

¿Ha conocido algún santo o alguna santa?
No, no he conocido a ningún santo, pero me acuerdo del aita Patxi. Era un fraile pasionista que estaba todo el día con el rosario. A veces se quedaba dormido en el confesionario. Era muy buena persona y ahora le quieren beatificar. Y otro sacerdote, Germán Aldana, de Bilbao también, por su forma de comportarse con los demás. Se daba completamente a los necesitados.

Dice el Papa Francisco que el santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor, y que, sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado.
Estoy de acuerdo. Yo no es que sea muy alegre y divertida, pero procuro ser positiva y realista. Si me tengo que aguantar, aunque sea duro, me aguanto. Pero negativa no, siempre hay que decir: «Tengo que seguir adelante».

Por lo visto los santos se comunican con Dios. ¿Usted reza?
Rezo poco, el avemaría y el padrenuestro. No soy de las que están todo el día rezando. Soy más de hablar con Dios que de rezar. Le hablo de mis problemas, le cuento cosas, le pido que me ayude. A la Virgen del Castillo también, muchísimo. Esta devoción nos la han inculcado desde pequeños. Como dice mi nieta Manuela, «es mi favorita».

¿Y participa en la vida de su parroquia?
Solemos ir a la parroquia de La Milagrosa, que es de los paúles. Mi párroco es Luismi, jovencito, un encanto. Trata con los niños muy bien. Las comuniones fueron preciosas. A mi nieto Alejandro le cae muy bien. Pero participamos menos porque estamos más cerca del centro de espiritualidad diocesano.

¿Para ser santo hay que ser muy religioso?
La clave está en ayudar al prójimo, empezando por uno mismo y por la familia. Esto nos lo decía siempre mi padre: «Hay que ayudar a los que están cerca», y también que el Señor decía que había que hacer el bien. Mi padre iba a Misa cuando podía, no era un hombre demasiado religioso, pero sí creyente. Yo he conocido gente muy religiosa que eran malas personas.

Acabamos como empezamos: ¿se considera una santa?
¡Hombre, por favor! Yo no doy tanto; aunque lo haga de corazón y sin esperar recompensa. ¡Qué más quisiera yo! Soy una persona normal.