La capilla real - Alfa y Omega

La capilla real

Cristina Tarrero
El funeral por la infanta Alicia de Borbón-Parma en la capilla del Palacio Real de Madrid. Foto: EFE/Ballesteros

La ciudad de Madrid es conocida por poseer un extraordinario Palacio Real. Es, para los turistas, una visita obligada; en él llama la atención la capilla que ha albergado algunos actos religiosos de los monarcas como el funeral por doña Alicia de Borbón y Parma, infanta de España, o la Misa por el conde de Barcelona don Juan de Borbón a los 20 años de su fallecimiento. La capilla fue realizada en el siglo XVIII entre los años 1750 y 1759, tiene forma elíptica y esta coronada por una cúpula de media naranja. En sus ángulos sorprenden las pilastras negras que imitan el mármol. Posee una maravillosa bóveda pintada por Conrado Giaquinto, pintor de cámara y director general de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, muy conocido por la sorprendente decoración de la escalera principal de palacio El triunfo de la religión y de la Iglesia.

La mayoría de las celebraciones religiosas que se realizan allí están presididas por el arzobispo castrense y no por el cardenal de Madrid, dado que el primero atiende a la familia real. Esta relación entre el arzobispo castrense y la familia real data del siglo XII cuando Alfonso VII obtuvo permiso del Papa Inocencio II para el nombramiento de un capellán real, aunque entonces lo dejó unido al arzobispo de Santiago. Con el devenir de los años el capellán irá adquiriendo nuevas competencias sobre la familia real y los cortesanos, pero la corte itinerante, los cambios de capital y las reformas de Trento que exigían al arzobispo permanecer en su sede hicieron su labor más complicada, pues el capellán real estaba en Santiago y la corte en Madrid. Es entonces cuando Felipe II solicitó a Pío V la creación del cargo de procapellán para que ejerciera en la corte. Sobre este nuevo capellán recaería el título de patriarca de las Indias Occidentales, titulo honorífico que habían ostentado algunos prelados significativos de la corte, pero sin atribuciones. Más tarde Felipe IV solicitó la creación de un vicario castrense y la unión de ambos títulos, el nuevo prelado tendría facultad sobre la casa real y los militares que estuvieran fuera de sus diócesis. Los siglos XIX y XX modificaron los cargos, sus competencias y el título patriarcal pasó en principio al arzobispo de Toledo quedando separado del vicario castrense que sí quedó vinculado a la familia real.