Mensaje del Papa para el Domund - Alfa y Omega

Mensaje del Papa para el Domund

Llamados a hacer resplandecer la Palabra de la verdad, una frase extraída de la Carta apostólica Porta fidei, da título al Mensaje del Papa para el Domund. Benedicto XVI pide a la Iglesia «retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas»

Redacción

Nueva evangelización y misión ad gentes no deben ser contrapuestas. Al contrario. «Necesitamos retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el Evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio y testimonio», afirma el Papa. Y esto vale tanto para el primer anuncio del Evangelio en tierras lejanas, como para la nueva misión, en países de antigua cristianización.

La Jornada Misionera Mundial, subraya Benedicto XVI, «adquiere este año un significado especial», con la apertura del Año de la, la celebración del Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización y el 50 aniversario del Concilio Vaticano II, que insistió «de modo especial en el mandamiento misionero que Cristo ha confiado a sus discípulos».

También hoy, éste «debe ser un compromiso de todo el Pueblo de Dios», pero en primer lugar para los obispos, que -cita el Papa a Juan Pablo II, en la encíclica Redemptoris missio– «han sido consagrados no sólo para una diócesis, sino para la salvación de todo el mundo».

«El mandato de predicar el Evangelio no se agota en la atención por la parte del Pueblo de Dios que se le ha confiado a su cuidado pastoral, o en el envío de algún» misionero, añade Benedicto XVI. «Debe implicar todas las actividades de la iglesia local, todos sus sectores y, en resumidas cuentas, todo su ser y su trabajo» El Concilio Vaticano II lo ha indicado con claridad y el Magisterio posterior lo ha reiterado con vigor. Esto implica adecuar constantemente estilos de vida, planes pastorales y organizaciones diocesanas a esta dimensión fundamental de ser Iglesia». «También hoy, la misión ad gentes debe ser el horizonte constante y el paradigma en todas las actividades eclesiales, porque la misma identidad de la Iglesia está constituida por la fe en el misterio de Dios, que se ha revelado en Cristo para traernos la salvación, y por la misión de testimoniarlo y anunciarlo al mundo, hasta que Él vuelva. Como Pablo, debemos dirigirnos hacia los que están lejos, aquellos que no conocen todavía a Cristo y no han experimentado aún la paternidad de Dios».

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