Se negaron a separarse entre hutus y tutsis. Ahora la Iglesia estudia beatificarlos - Alfa y Omega

Se negaron a separarse entre hutus y tutsis. Ahora la Iglesia estudia beatificarlos

Se ha abierto la causa de los «mártires de la fraternidad» de Burundi: 40 seminaristas, un sacerdote hutu y dos misioneros y una voluntaria asesinados en medio de la guerra civil entre hutus y tutsis en el país

María Martínez López

El 30 de abril de 1997, un grupo de personas armadas se presentó en el seminario de Buta, en Burundi. Pidieron a los seminaristas que se separaran entre hutus y tutsis, con la amenaza implícita de que los miembros de uno de los dos grupos serían asesinados.

Aunque en Ruanda los peores momentos del genocidio de los tutsis solo duraron algunos meses de 1994, en Burundi, su vecino del sur, el enfrentamiento entre los dos grupos había empezado a fraguarse tras la independencia del país, en 1962, y en 1993 dio lugar a una guerra civil que se prolongó hasta 2005.

Los 40 jóvenes candidatos al sacerdocio, perfectamente conscientes de lo que podía ocurrir, se reunieron para decidir qué hacer y se negaron rotundamente a separarse por su pertenencia étnica. Tal vez esperaban que, si permanecían mezclados, todos se salvarían. Pero, al contrario, todos fueron asesinados.

El 21 de junio, en la catedral de Bururi, al suroeste del país, su obispo, monseñor Venant Bacinoni, abrió la causa de canonización de estos «mártires de la fraternidad». En la causa están incluidos también otros cuatro mártires del largo conflicto entre burundeses hutus y tutsis.

El primero de ellos es Michel Kayoya, sacerdote hutu asesinado por tutsis el 17 de mayo de 1972, durante un genocidio promovido desde el Gobierno y que en un año acabó con la vida de entre 80.000 y 200.000 hutus. Kayoya, que aún no tenía los 40 años, había dedicado su vida a la promoción de la Iglesia y de una sociedad libre. Había fundado un centro cultural en Buyogama e impulsado la creación de varias cooperativas.

Con una personalidad arrolladora, fue párroco, rector del seminario y ecónomo en la diócesis de Muyinga. Creó también un órgano de animación para los sacerdotes, la Union du Clergé Incardiné, que sigue hoy con sus actividades. Fue arrestado por el ejército y asesinado, no antes de haber cantado el Magníficat y haber dirigido palabras de perdón a los soldados que le iban a fusilar.

Expulsión y asesinato de misioneros

Por último, están incluidos en la causa los misioneros javerianos Ottorino Maule y Aldo Marchiol, asesinados de un tiro en la cabeza junto a la voluntaria Catina Gubert el 30 de septiembre de 1995 en Buyengero, entre las montañas que se levantan cerca del lago Tanganika.

Desde el comienzo del conflicto, los miembros de esta congregación se habían comprometido firmemente con la promoción de la paz y la convivencia entre etnias. Eso les valió, entre 1979 y 1981, la persecución y expulsión del país por orden del presidente, el dictador Bataza.

Durante su funeral, el entonces obispo de Bururi, monseñor Bernard Bududira, afirmó que su asesinato «es una verdadera vergüenza, un acto que atrae la maldición sobre quienes actúan bajo el impulso del odio». Pero insistía en «no caer nosotros en la trampa del odio y de la división. Los padres Maule y Marchiol siempre nos impedían seguir el camino de la confrontación».

Desde entonces, el pueblo los conoce como «los mártires de la paz». Y sobre la tumba de los tres se alza un cartel que, en lengua kirundi, afirma: «Ahiriwe abaremesha amahoro!», «dichosos los que traen la paz».