El Papa denuncia la arquitectura antimendigos y la instrumentalización de los inmigrantes - Alfa y Omega

El Papa denuncia la arquitectura antimendigos y la instrumentalización de los inmigrantes

En su mensaje para la III Jornada Mundial de los Pobres, Francisco critica, además de formas concretas de pobreza, muchas actitudes de fondo que consideran a los pobres «parásitos», están «siempre alerta para juzgarlos» y llevan a que sean «tratados con retórica y soportados con fastidio»

Redacción
Foto: CNS

El Papa Francisco critica duramente «el ensañamiento» y la «violencia de la arbitrariedad» que supone «teorizar y realizar una arquitectura hostil para deshacerse de su presencia, incluso en las calles, últimos lugares de acogida». Francisco hace esta reflexión en su mensaje para la III Jornada Mundial de los pobres que la Iglesia católica celebra el próximo 17 de noviembre.

En el mensaje, Francisco enumera algunas de estas pobrezas: los huérfanos y niños separados violentamente de sus padres, los jóvenes que no logran acceder al mundo laboral, las víctimas de formas de violencia como la esclavitud o la droga, y las personas que trabajan en los vertederos «recogiendo el fruto del descarte» y convertidos ellos mismos en descartados.

En este catálogo, el Santo Padre hace una mención especial a los «millones de migrantes víctimas de intereses ocultos, tan a menudo instrumentalizados con fines políticos, a los que se les niega la solidaridad y la igualdad». Y no se olvida de los esclavos modernos «obligados a trabajar horas interminables bajo el sol abrasador para cosechar los frutos de la estación», un trabajo duro que recibe una «paga irrisoria» y que no tiene seguridad, subsidio de desempleo, indemnizaciones ni garantías si se enferma.

«No se perdona la pobreza»

Pero, además de las formas concretas de pobreza, el Papa pone el dedo en la llaga de muchas actitudes, como la de la arquitectura hostil, que traslucen un profundo desprecio a quienes carecen de lo necesario. «El corazón de muchos se cierra y se afianza el deseo de volverse invisibles. Así, vemos a menudo a una multitud de pobres tratados con retórica y soportados con fastidio». Se los considera «parásitos» y «no se les perdona ni siquiera su pobreza. Se está siempre alerta para juzgarlos. No pueden permitirse ser tímidos o desanimarse; son vistos como una amenaza o gente incapaz, solo porque son pobres», subraya.

Sin embargo, aunque se alcen «muchos muros» y se bloqueen «las puertas de entrada» con la ilusión de «sentirse seguros» con las propias riquezas, no será así «para siempre». Entra aquí en juego el lema elegido por el Papa para la Jornada: La esperanza de los pobres nunca se frustrará.

Dios no es indiferente. Los cristianos, tampoco

«El día del Señor, tal como es descrito por los profetas —subraya Francisco—, destruirá las barreras construidas entre los países y sustituirá la arrogancia de unos pocos por la solidaridad de muchos. La condición de marginación en la que se ven inmersas millones de personas no podrá durar mucho tiempo». Además, «el pobre nunca encontrará a Dios indiferente o silencioso ante su oración».

Tampoco deben serlo los cristianos. El Papa los invita a devolver a los pobres la esperanza. «Basta con detenerse, sonreír, o escuchar», apunta. Así, pide que se dejen de lado las estadísticas. Los pobres «no son números a los que se pueda recurrir para alardear con obras y proyectos», sino «personas a las que hay que ir a encontrar».

Para el Papa, la cultura del encuentro tiene «una fuerza salvífica». «Los pobres se acercan a nosotros también porque les distribuimos comida, pero lo que realmente necesitan va más allá»: necesitan «nuestras manos para reincorporarse, nuestros corazones para sentir de nuevo el calor del afecto, nuestra presencia para superar la soledad. Sencillamente, necesitan amor».

Se cierra así —explicó durante la presentación del mensaje monseñor Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización— una trilogía de mensajes dedicados a la caridad (No amemos de palabra sino de obra, en 2017) y a la fe (El pobre grita y el Señor lo escucha, en 2018).

Obras concretas, en Roma y en el mundo

Durante la presentación, monseñor Fisichella ha explicado también que en torno a la Jornada Mundial de los Pobres se repetirán las mismas acciones que en años anteriores. Entre ellos está el concierto Con los pobres para los pobres, el 9 de noviembre, en el que intervendrá el director Nicola Piovani, ganador en 1998 del Óscar a la Mejor Banda Sonora por La vida es bella, y Marco Frisina. El mismo día de la Jornada, 17 de noviembre, el Papa volverá a comer con 1.500 jóvenes de distintas partes de Italia en el Aula Pablo VI.

Y en los días previos, la Plaza de San Pedro volverá a acoger una clínica de campaña para atender a los pobres. Monseñor Fisichella ha explicado que habrá profesionales de más especialidades médicas, a la vista de las necesidades de otros años. «El año pasado, se hicieron 3.000 intervenciones, y podemos decir que realmente se salvaron vidas», pues por ejemplo se atendieron tres infartos. También se hicieron pruebas de enfermedades infecciosas que permitieron diagnosticar casos de cirrosis hepática, VIH y tuberculosis.

Monseñor Graham Bell, subsecretario del Consejo Pontificio, ha enumerado acciones similares que se llevaron a cabo en otros lugares del mundo. En Londres, por ejemplo, la archidiócesis de Westminster invitó a los colegios y parroquias a poner en marcha proyectos concretos que subrayaran «la necesidad de que cada católico tienda la mano a los que están a su alrededor, con una atención especial a los ancianos y personas solas», en el país que ha creado el primer Ministerio de la Soledad.

Y la archidiócesis de Berlín abrió provisionalmente la catedral de Santa Eduvigis, que estaba en proceso de restauración, para acoger un banquete para 300 invitados con la participación de 140 voluntarios.

Agencias / Redacción