«Era un verdadero pastor» - Alfa y Omega

«Era un verdadero pastor»

Palizas, amenazas de muerte… Nada de eso disuadía a monseñor Romero de ponerse del lado de los pobres

Teresa Ekobo
Alicia Pacas (en primer plano), durante un entierro en los años de la dictadura salvadoreña

En la historia de la Iglesia, tres son los casos de martirio de sacerdotes en el templo: Thomas Becket, Estanislao de Cracovia y Oscar Arnulfo Romero, que será beatificado el 23 de mayo. Han pasado treinta y cinco años de su asesinato mientras celebraba Misa en la capilla del Hospital La Divina Providencia, en la capital de El Salvador. Su martirio fue la culminación de una vida llena de palabras y obras en defensa de los más pobres y sus derechos.

«Era una época en la que mientras caminabas veías cadáveres tirados por las cunetas. El pueblo fue masacrado cruelmente: estudiantes, médicos, mujeres, sacerdotes, monjas… Todos sufrieron atrocidades», afirma Alicia Pacas, que conoció a monseñor Romero y que el 20 de mayo estará en Madrid, para la proyección benéfica de la película Romero. El santo del pueblo, de John Duigan, en el Festival de cine que inspira Madrimaná, organizado por el Arzobispado de Madrid.

«Recuerdo una vez que fui llorando al Seminario, donde él vivía, porque en mi pueblo mataron a todos», añade Vacas. «Sólo quedamos cuatro personas, yo sólo lloraba, estaba desesperada, y él me impuso las manos sobre la cabeza, me llevó a tomar un café y me hablaba. Era un verdadero pastor».

«Para él no era una posición cómoda, yo he visto cómo le pegaban cuando vino a apoyarnos tras una huelga en una fábrica, le vi abrir su Biblia en medio de una amenaza de muerte… Lo querían muerto y él tenía miedo, pero nunca dejó de confiar en Dios; denunciaba las atrocidades que se cometían con el pueblo de Dios –él lo decía así: pueblo de Dios– y llamaba a la conversión a los que las llevaban a cabo, convencido de que la fe era el camino. Para nosotros, desde hace mucho, es nuestro san Romero».

Romero es nuestro

El proceso para su canonización se inició en 1994. En 2007, el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, dijo que, si él fuera Papa, monseñor Romero ya hubiera sido hecho santo hacía mucho tiempo. Carlos Fernández Arteaga, cooperante español en El Salvador, explica así la lentitud del proceso: «Monseñor Romero es una de las figuras más manipuladas de la Iglesia en el siglo XX. Lo es, por un lado, por el interés de la izquierda en hacer de él un icono revolucionario al estilo del Ché Guevara, sacando de contexto sus homilías para intereses políticos que nada tienen que ver con su pastoral. También ha sido vilipendiado por la derecha salvadoreña, al creerse la propaganda revolucionaria, lo que les llevó en última instancia a ordenar su asesinato. Pero lo más trágico de todo es la forma en la que la Iglesia salvadoreña ha perdido a un santo de la cabeza a los pies, ya que, salvo excepciones, no ha hecho el trabajo que le competía: ser fieles a la verdad sin dejarse embaucar por los prejuicios. Siempre fue más cómodo mantenerle al margen de la vida eclesial. Ha tenido que venir otro hombre valiente, el Papa Francisco, para volver a poner en perspectiva a un hombre espiritual, sencillo y comprometido, un sacerdote excepcional. Ya lo dijo Juan Pablo II en el 83: Romero es nuestro».

La espiritualidad de monseñor Romero

Escribe el padre Ricardo Urioste, Vicario General de la archidiócesis de San Salvador durante los años de arzobispo de monseñor Romero:

La espiritualidad de Romero se caracteriza por la imitación de Cristo. En la lectura de su diario, puede verse el reflejo del deseo ferviente de su corazón de ser imagen de Cristo. Buscaba hacer las mismas cosas que Cristo hacía en su vida pública. Yo encuentro tres características propias de la espiritualidad de monseñor Romero, de su relación diaria con Jesús, que lo ilustran muy bien:

1. La búsqueda del Padre Dios en la oración. San Lucas nos cuenta cómo el Señor pasaba la noche en oración, cómo oraba al resucitar a Lázaro, cuando se estaba bautizando… Jesús buscaba a Dios Padre a través de la oración, y ésa también es una característica de monseñor Romero. Se le escuchó en algunas de sus homilías diciendo: «La oración es la cumbre de la perfección humana». Para él, la oración es donde nos perfeccionamos, nos analizamos delante de Dios y buscamos un camino mejor.

2. La predicación del Reino. En su tiempo, también hay reacciones contrarias contra Jesús, porque llama a los fariseos «sepulcros blanqueados». Fue más duro el Señor que ningún obispo o ningún Papa. Esa predicación del Reino le trae a Jesús adversarios que le llevan hasta la muerte. Y eso es lo que monseñor Romero hace también; para él, predicar el reino de Dios, en un país tan necesitado de la Palabra, era el alivio de muchas personas ante las muertes en sus familias y lo que estaban viviendo.

3. Su cercanía con los pobres. El tiempo que pasó Jesús con los pobres comparado con el que pasó hablando de los sacramentos, por ejemplo, es incomparable. ¿Qué hizo mayormente durante su vida pública? Andar a pie por todo Israel predicando el reino de Dios, curado enfermos, dando de comer a los pobres. La condición para entrar al cielo será cómo hemos sido con los pobres. San Agustín dice que Dios no te va a preguntar cuántas veces fuiste a Misa, sino cómo fuiste con los pobres.