El Papa reivindica la acogida a los migrantes como camino para «reapropiarnos de nuestra vida cristiana» - Alfa y Omega

El Papa reivindica la acogida a los migrantes como camino para «reapropiarnos de nuestra vida cristiana»

En su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado de 2019, Francisco afirma que «la presencia de los migrantes y refugiados representa una invitación a recuperar algunas dimensiones esenciales de nuestra existencia cristiana y de nuestra humanidad, que corren el riesgo de adormecerse con un estilo de vida lleno de comodidades»

José Calderero de Aldecoa
Foto: CNS

Las personas migrantes se han convertido hoy en emblema de la exclusión y la actitud hacia ellas, según el Papa, «constituye una señal de alarma que nos advierte de la decadencia moral a la que nos enfrentamos si seguimos dando espacio a la cultura del descarte». Este camino es en realidad, continúa Francisco, una cuesta abajo que termina en la marginación y exclusión de todo aquel que no responda a los «cánones del bienestar físico, mental y social».

Al contrario, asegura el Pontífice en su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado de 2019 —presentado este lunes bajo el título de No se trata solo de migrantes—, la presencia de los migrantes y refugiados «representa una invitación a recuperar algunas dimensiones esenciales de nuestra existencia cristiana y de nuestra humanidad, que corren el riesgo de adormecerse con un estilo de vida lleno de comodidades».

«…también se trata de nuestros miedos»

De esta forma, «no se trata solo de migrantes —afirmación que constituye la columna vertebral del mensaje—, también se trata de nuestros miedos».

Para el Santo Padre, el miedo es legítimo, pero ese no es el problema. «El problema es cuando esas dudas y esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas». Así, quedamos privados del «encuentro con el otro» y, por tanto, nos vemos privados «de una oportunidad de encuentro con el Señor».

No a un desarrollo exclusivista

En su mensaje, Francisco también carga contra el desarrollo exclusivista que «hace que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres». Y pone en la diana, sin citar a nadie, a aquellos países que fabrican y venden armas para las guerras de otras regiones del mundo y que «luego no quieren hacerse cargo de los refugiados que dichos conflictos generan».

Asimismo, advierte de que «son muchas las personas inocentes víctimas del “gran engaño” del desarrollo tecnológico y consumista sin límites», que esconde detrás «un progreso reservado a unos pocos pero construido sobre la explotación de muchos».

El auténtico desarrollo, reivindica el Pontífice argentino, «es aquel que pretende incluir a todos los hombres y mujeres del mundo, promoviendo su crecimiento integral, y preocupándose también por las generaciones futuras». Por ello, «en cada actividad política, en cada programa, en cada acción pastoral, debemos poner siempre en el centro a la persona, en sus múltiples dimensiones, incluida la espiritual».

En este sentido, el Santo Padre vuelve a proponer una vez más cuatro verbos —acoger, proteger, promover e integrar— como respuesta al desafío planteado por las migraciones contemporáneas. «Expresan la misión de la Iglesia en relación a todos los habitantes de las periferias existenciales». «Si ponemos en práctica estos verbos, contribuimos a edificar la ciudad de Dios y del hombre, promovemos el desarrollo humano integral de todas las personas y también ayudamos a la comunidad mundial a acercarse a los objetivos de desarrollo sostenible que ha establecido y que, de lo contrario, serán difíciles de alcanzar».

Reapropiarnos de nuestra vida cristiana

Al final, «no solamente está en juego la causa de los migrantes, no se trata solo de ellos, sino de todos nosotros, del presente y del futuro de la familia humana». A través de ellos, «el Señor nos llama a una conversión, a liberarnos de los exclusivismos, de la indiferencia y de la cultura del descarte. A través de ellos, el Señor nos invita a reapropiarnos de nuestra vida cristiana en su totalidad y a contribuir, cada uno según su propia vocación, a la construcción de un mundo que responda cada vez más al plan de Dios», concluye.

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