Gestos contra la xenofobia - Alfa y Omega

Gestos contra la xenofobia

María Martínez López
El cardenal Krajewski, en Lesbos. Foto: EFE/Vatican Media

Para la Iglesia, «salvar a la gente sigue siendo la prioridad». Con estas palabras del limosnero pontificio, el cardenal polaco Konrad Krajewski, se resumen una serie de simbólicos gestos (y más que gestos) con los que la Santa Sede ha hecho oír su voz en el debate migratorio que en gran medida está marcando los comicios europeos del próximo 26 de mayo. El más arriesgado y polémico de estos gestos estuvo protagonizado por el mismo Krajewski, quien el sábado decidió romper los precintos de la instalación eléctrica de un edificio romano ocupado por 450 personas –familias inmigrantes con 98 niños, además de un 30 % de sintecho italianos– para volver a conectar la corriente, una semana después de que la compañía eléctrica la hubiera cortado.

El limosnero del Papa había dado un ultimátum a la empresa para que reactivara el suministro, y al no cumplirlo esta actuó por su cuenta, implícitamente con el apoyo del Pontífice. Su atrevida decisión le ha valido duras críticas en diversos medios, y sobre todo por parte del vicepresidente del Gobierno italiano y ministro del Interior, Matteo Salvini.

El cardenal Krajewski cometió esta peculiar infracción, por la que está dispuesto a asumir su responsabilidad, poco después de visitar un campo de refugiados en la isla griega de Lesbos. Durante su visita, el 9 de mayo, entregó además a Cáritas, de parte del Papa, un donativo de 100.000 euros que se destinará a la atención de los inmigrantes y de los 70.000 solicitantes de asilo que hay en el país. Según explicó, el Papa lo envió a Lesbos «porque Europa ha olvidado un poco que hay tantos campos».

Ese mismo día, el propio Francisco plantó cara a la xenofobia desde Roma al saludar, en la sacristía de la basílica de San Juan de Letrán, a la familia Omerovic, de etnia gitana y religión musulmana. La familia, originaria de Bosnia y con doce hijos, había sufrido insultos racistas y amenazas mientras se trasladaban a una casa de protección oficial en las afueras de Roma, después de más de una década viviendo en campamentos a la intemperie. Algunos de los asaltantes amenazaron incluso con violar a una de sus hijas, de 2 años. Los «ciudadanos de segunda» son quienes «rechazan a la gente», clamó el Pontífice esa misma mañana, en un encuentro previamente programado con cerca de 500 gitanos.