Ley y conversión - Alfa y Omega

Ley y conversión

El motu proprio del Papa convierte a la Iglesia en referente contra los abusos, pero las reformas deben ir acompañadas de una conversión personal y comunitaria

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Foto: CNS

El Papa ha tomado la delantera contra los abusos sexuales. Su nuevo motu proprio marca el principio del fin de la impunidad y contribuye decisivamente a implantar una cultura de rendición de cuentas en la jerarquía y en las estructuras eclesiásticas. Vos estis lux mundi establece la obligación para cualquier sacerdote o religioso de denunciar los casos de abusos que lleguen a su conocimiento; impone a las diócesis la creación de una ventanilla para presentar denuncias; obliga a los obispos a seguir unos detallados procedimientos en las investigaciones; extiende la protección reforzada a las víctimas más allá de que estas sean menores o «adultos vulnerables»… La reforma se completará y concretará con el vademécum que prepara la Congregación para la Doctrina de la Fe y con la revisión de la parte penal del Código de Derecho Canónico, que ultima el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos. Concluido este proceso, no es exagerado decir que la Iglesia se convertirá en un referente mundial contra los abusos. Y sin embargo, un día siguiente de la presentación del documento, era el propio Francisco quien parecía querer rebajar las expectativas, al advertir ante superioras religiosas de todo el mundo de que «este problema no se resuelve de la mañana a la noche», sino que «lleva tiempo, maduración, conciencia».

Conciencia es una palabra clave que no abarca solo la dimensión jurídica. «Podríamos haber ahorcado a 100 sacerdotes culpables de abuso en la plaza de San Pedro, pero no hubiéramos resuelto nada», advertía el Obispo de Roma de forma muy gráfica. Las reformas legislativas son imprescindibles, pero si algo caracterizan las reformas de este pontificado es su insistencia en que la Iglesia no se renueva a golpe de decreto, sino mediante la conversión personal y comunitaria. Francisco insiste en que un aspecto particularmente urgente ante el problema de los abusos y de su encubrimiento es la mentalidad clericalismo, que se sirve de la autoridad sagrada en beneficio propio y no como servicio a los demás. A esto se añade la desconfianza hacia las víctimas, demasiado a menudo percibidas todavía como enemigas de la Iglesia, y no como prójimos apaleados a los que la comunidad católica tiene una responsabilidad ineludible de auxiliar.