Atardecer en Marte - Alfa y Omega

Atardecer en Marte

Ricardo Ruiz de la Serna
Foto: EFE/NASA/JLP-Caltech

La misión InSight de la NASA ha captado imágenes del amanecer y del atardecer en Marte, el planeta batido por vientos y cuyos movimientos símicos pudimos escuchar por vez primera a finales del año pasado. Las imágenes que publicado la agencia espacial estadounidense corresponden al amanecer del 24 de abril a las 5:50 y el atardecer del 25 a las 18:30 hora de Marte. También han grabado el viento que sopla en el planeta.

Las imágenes son de una belleza sobrecogedora y desértica. Estamos acostumbrados a las fotografías del espacio exterior poblado de galaxias y planetas. Contemplemos los anillos de Saturno, que Galileo observó por primera vez en julio de 1610 y que convierte en el sistema solar y a sus objetos astronómicos orbitando alrededor del Sol en un lugar familiar para nosotros. Estamos en terreno conocido, aunque jamás lo hayamos pisado. Más allá se extiende el espacio inmenso de las galaxias cuyos nombres apenas atisbamos y los agujeros negros que absorben la energía.

Pierre Teilhard de Chardin escribió su famosa Misa sobre el Mundo en 1923 cuando estaba en medio del desierto del Ordos en Mongolia: «No tengo ni pan, ni vino, ni altar. Otra vez, Señor. Ya no en los bosques del Aisne, sino en las estepas de Asia. Así que trascenderé los símbolos para sumergirme en la pura majestad de lo Real, y yo, tu sacerdote, te ofreceré el trabajo y la aflicción del mundo sobre el altar de la Tierra entera».

En todo el universo palpita el misterio de la Creación en la que, como recordaba Péguy, estalla Dios. No exageraban los tres jóvenes del Libro de Daniel cuando cantaban «astros del cielo, bendecid al Señor». Estas imágenes de la NASA nos enseñan desiertos que no están abandonados. Hay una Gloria que late en estos lugares que vemos desde la distancia. Si un desierto es un mar de arena y piedra, cabría la metáfora de una humanidad que escucha asombrada esos vientos de Marte como si le fuera nos fuera dado sentir de lejos al «Espíritu de Dios que aleteaba sobre las aguas». Estas fotografías nos advierten que, como decía Scholem, hay un misterio en el mundo.

Me gusta pensar que en esos desiertos también anda llamándonos el Creador, que dio el primer paso, que nos buscó primero y que nos sigue esperando como el Padre misericordioso al hijo «que estaba muerto». Podemos pensar –de nuevo la metáfora nos brinda un instrumento– que incluso allí llega el Enamorado que confía en que llevará a su amada al desierto para seducirla, hablar a su corazón y confiar en que ella responda como en los días de su juventud.

Desde allá recibimos estas fotos que nos permiten recordar su gloria, su grandeza y ese amor infinito que crea universos y vence al pecado y a la muerte.