800 nuevos vecinos para Sigüenza - Alfa y Omega

800 nuevos vecinos para Sigüenza

A lo largo de sus más de 25 años trabajando en Sigüenza, el centro de refugiados de Accem ha acogido temporalmente a más de 6.000 personas. De ellas, 800 se han quedado en el pueblo de forma definitiva

Rodrigo Moreno Quicios
Javier Méndez y Lilyn Rodríguez tienen un proyecto innovador para fomentar el turismo en Sigüenza. Foto: Rodrigo Moreno Quicios

Natalka no quiere que le hagan fotos. Teme que la reconozcan sus familiares ucranianos y le avergüenza una cicatriz que tiene en la cara. Huyendo de los golpes de su exmarido, llegó a España el año pasado junto a sus tres hijos. Ahora intenta reconstruir su vida en un centro de refugiados que Accem (en origen Asociación Comisión Católica Española de Migración) tiene en Sigüenza (Guadalajara).

En Kiev, Natalka compartía una minúscula habitación con sus tres hijos que difícilmente conseguía pagar. Asustada por la guerra con Rusia y la sombra amenazante de su expareja, su situación era tan límite que llegó a pensar en quitarse la vida. Sin embargo, desde que vive en un entorno seguro, ve el mundo con otros ojos. «Antes quería morirme», confiesa en el español que ha aprendido en Sigüenza.

Su mejora se debe, en gran parte, a los profesionales del centro. Un equipo de todo tipo de sensibilidades políticas y religiosas formado por trabajadores sociales, psicólogos, abogados, mediadores y profesores de español que se desviven por los usuarios. Para Marta Ochayta, la psicóloga, este apoyo es imprescindible porque «tener que dejar el hogar, su familia, su estatus y su mundo genera una situación muy complicada de manejar». No les falta experiencia, pues este centro de refugiados ha atendido en sus más de 25 años de historia a más de 6.000 usuarios, comenzando personas huidas de la guerra de Kosovo. Casi un 15 % del total, unos 800, se han instalado definitivamente en el municipio.

Los profesionales de Accem atajan los conflictos antes de que surjan a través de la mediación intercultural. Foto: Rodrigo Moreno Quicios

Instalándose en una nueva casa

Durante los seis primeros meses en el programa de Accem, sus usuarios se alojan en el centro de refugiados y pasan las mañanas aprendiendo español. «Si fuera por algunos, estaríamos dando clase el día entero», bromea Rubén Sopeña, profesor del centro. Es natural, pues saben de sobra que dominar el idioma es imprescindible para integrarse en una sociedad diferente a la suya.

Pero no solo aprenden español en estas clases. «Aparte de gramática y léxico, enseñamos literatura y les contextualizamos España para que sepan cómo es la sociedad que les acoge», cuenta Isabel Urzaiz, también profesora en el centro. A su juicio, se produce «algo asombroso» cuando dos usuarios hablan entre sí en español. «Entonces se hacen preguntas sobre el país del otro y empiezan a conocer a la persona de al lado», dice emocionada.

Como cuenta Sopeña, muchos alumnos que proceden de países políglotas «ya tienen sus propias estrategias de aprendizaje». Tal es el caso de Aboubacar, un veinteañero recién llegado de Guinea-Conakry que solo lleva siete meses en el programa de Accem pero ya tiene muy buen nivel de español. Lo necesita. «En mi país era tapicero pero ahora mismo no puedo elegir un empleo hasta que aprenda bien el idioma», reconoce. Mientras tanto, se gana la vida sirviendo mesas en uno de los bares del pueblo.

Aboubacar está completando la segunda fase del programa de Accem. Después de pasar seis meses en el centro, ahora comparte apartamento con un senegalés que lleva 17 años en el pueblo. Su compañero le está ayudando a integrarse aunque, dado el carácter abierto de Aboubacar, parece que se las apaña muy bien por su cuenta. «Cada domingo voy a jugar al fútbol porque ya he hecho amigos en Sigüenza», presume.

Aboubacar quiere trabajar de tapicero en el pueblo. Foto: Rodrigo Moreno Quicios

Un modelo de mediación

En el centro de Accem en Sigüenza hay 90 plazas y multitud de culturas diferentes, lo que inevitablemente origina problemas de convivencia de vez en cuando. Conscientes de ello, los mediadores interculturales intentan atajarlos antes de que surjan. A través de sesiones de sensibilización, consiguen que los usuarios del centro valoren los ritos y costumbres del otro. «Por ejemplo, en Ramadán preparamos el ambiente para que los musulmanes puedan hacer el ayuno en condiciones. Al mismo tiempo, explicamos al resto por qué esas fechas son importantes para el colectivo. Lo mismo hacemos en Navidad con los cristianos», cuenta Idriss Sadi Mili, mediador intercultural de origen argelino.

Aun así, en ocasiones no es sencillo lograr la convivencia entre personas que cargan una mochila llena de violencia. Por ese motivo, usuarios y técnicos intentan desarrollar «un marco de respeto y diálogo completamente diferente al del país de origen para que toda las personas tengan la libertad de expresarse», detalla Sadi Mili.

Los mediadores también son los guías de los refugiados mientras descubren cómo funciona España. «Cuando los usuarios desconocen el sistema de aquí, también hay que explicar ciertos detalles», apunta Sadi Mili. Por ejemplo, a la hora de ir al médico, es necesario aclararles en qué consisten ciertos tratamientos o cómo funciona la Seguridad Social. Detalles aparentemente insignificantes que consiguen que, en vez de extraños, se sientan bienvenidos a su nueva casa.

Incubadora de talento

Javier Méndez y Lilyn Rodríguez son un matrimonio venezolano con tres hijos a su cargo. Abandonaron su país por la inestabilidad política y el clima de violencia que se respiraba en él. «Cuando vine aquí, pensaba que no podía abrir las ventanas. En Venezuela las casas siempre tienen rejas porque, si no, cualquier delincuente podría entrar», cuenta este padre de familia

Esta pareja ya tiene mucho andado en su camino de integración. No solo conocen el idioma, también tienen estudios. Él es ingeniero mecánico y ella técnica superior en informática y gerente. Conscientes de lo extraordinario de su perfil, los técnicos de Accem se han adaptado a sus necesidades y actualmente les asesoran en la creación de un proyecto empresarial. «Lo valioso es que cuando llegas a un sitio alguien te diga: “yo te voy a apoyar, vamos a salir adelante”. La gente de Accem lo hizo. Teníamos una idea, creyeron en nosotros y nos dieron las herramientas básicas necesarias para ponerla en marcha», cuenta Rodríguez.

Con ayuda de los profesionales del centro, este matrimonio se ha presentado a un concurso de emprendimiento organizado por la CEOE. Su plan es instalar en los montes cercanos a Sigüenza una pista para trineos que, inspirada en las que se pueden ver en los Alpes suizos, pretende atraer más visitantes a este pueblo tan dependiente económicamente del turismo.