Entre los pucheros - Alfa y Omega

Hace poco nos visitó un grupo que venía a hacer un día de retiro. El sacerdote que venía con ellos nos pidió que les habláramos sobre la oración en la vida cotidiana, desarrollando la frase de Teresa de Jesús: «Entre los pucheros también anda el Señor». Aquel día no hablamos de otra cosa sino de pucheros, tratando de encontrar a Dios donde se cuece la vida, donde se cuece la historia, y teniendo en cuenta lo importante que es conseguir el fuego y saberlo vigilar para que no se nos apague.

Los pucheros significan nuestra cotidianidad, todas esas rutinas que a veces nos parecen tediosas, esas tareas a las que no les damos importancia, pero que al fin y al cabo van constituyendo nuestra vida: preparar un desayuno, hacer la lista de la compra, esperar el bus, saludar al vecino, leer el periódico, acudir a una reunión, visitar a un enfermo, regar las plantas, atender el teléfono…

Se habló de algunas recetas y de cómo se han de combinar los ingredientes básicos para que la espiritualidad sea un alimento sustancioso que pueda dar vigor a nuestra vida de fe, que la dinamice, que la ponga en movimiento y no que la adormezca y la acabe extinguiendo.

Aquellas personas nos miraban a nosotras con los ojos muy abiertos, se asombraban de que les hablásemos en estos términos, de esos pucheros que son los moldes de nuestra vida de cada día, la que todos tenemos y que a veces soportamos con resignación, de la que en ocasiones nos quejamos, la que tenemos que aprender a amar, reconciliándonos con ella… Esa pequeña historia, la de cada uno, en la que Dios se hace presente, saliéndonos al paso, deseando que entremos en relación con Él, que viene a poner luz en nuestras sombras, amor en nuestros desencuentros, sanación en nuestras heridas.

Se hicieron grupos. Hablaron de esos ingredientes que no deben faltar para que entre todos podamos preparar la mesa de la inclusión, en la que todos cabemos, en la que nos alimentamos unos a otros, en la que cada uno tiene su lugar y nadie sobra.

Al acabar nos despedimos felices y agradecidos, con el buen sabor que deja encontrarnos en nuestras pequeñas historias con Jesús Resucitado.