Beatificados los primeros mártires de la dictadura militar argentina - Alfa y Omega

Beatificados los primeros mártires de la dictadura militar argentina

El obispo Enrique Angelelli y tres de sus colaboradores «fueron asesinados debido a su diligente actividad de promoción de la justicia cristiana» y por su celo en poner en práctica el Concilio Vaticano II, destaca el cardenal Becciu, enviado del Papa a la beatificación

Redacción

Los cuatro «mártires riojanos» fueron proclamados beatos este sábado en una ceremonia multitudinaria. Fue un acontecimiento histórico para Argentina, puesto que por primera vez la Iglesia ha reconocido el martirio de personas asesinadas por la última dictadura militar (1976-1983). El asunto ha levantado también controversias, puesto que, dentro de la propia comunidad católica, no faltaron apoyos al régimen militar. En Córdoba —lugar de nacimiento de Angelelli— muchas parroquias han guardado silencio absoluto sobre la beatificación.

El obispo Enrique Angelelli y tres de sus colaboradores (los sacerdotes Carlos de Dios Murias —franciscano— y Gabriel Longueville, y el laico Wenceslao Pedernera) «fueron testigos fieles del Evangelio y se mantuvieron firmes en su amor a Cristo y a su Iglesia a costa de sufrimientos y del sacrificio extremo de la vida», destacó el enviado del Papa, el cardenal Giovanni Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos.

Becciu recordó que el Papa Francisco «compartió en vida con monseñor Angelelli». Pero con la beatificación no solo se reconocen las virtudes cristianas de estos cuatro nuevos beatos y su muerte martirial, particularmente del carismático Angelelli (una especie de Óscar Romero en el Cono Sur), sino también su compromiso en poner en práctica el Vaticano II, en particular en lo que respecta la doctrina social. El propio Angelelli, de hecho, fue padre conciliar en tres de las cuatro sesiones del Concilio.

«Los cuatro beatos desarrollaban una acción pastoral abierta a los nuevos desafíos pastorales, atenta a la promoción de los estratos más débiles, a la defensa de su dignidad y a la formación de las conciencias, en el marco de la doctrina social de la Iglesia», destacó Becciu.

«Todo esto, para intentar ofrecer soluciones a los múltiples problemas sociales. Se trataba de una obra de formación en la fe, de un fuerte compromiso religioso y social, anclado en el Evangelio, en favor de los más pobres y explotados, y realizado a la luz de la novedad del Concilio Ecuménico Vaticano II, en el fuerte deseo de implementar las enseñanzas conciliares. Podríamos definirlos, en cierto sentido, como “mártires de los decretos conciliares”», aseguró el purpurado.

«Fueron asesinados en 1976 —resaltó—, durante el período de la dictadura militar, marcado por un clima político y social incandescente, que también tenía claros rasgos de persecución religiosa».

«Fueron asesinados debido a su diligente actividad de promoción de la justicia cristiana», por su compromiso con el Evangelio. «Los admiramos por su valentía. Les agradecemos su fidelidad en circunstancias difíciles, una fidelidad que es más que un ejemplo: es un legado para esta diócesis y para todo el pueblo argentino y una responsabilidad que debe vivirse en todas las épocas», agregó el enviado del Papa, en una Misa concelebrada por el nuncio, León Kalenga Badikebele, y más de cuarenta obispos, entre ellos el cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires, y el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea, además del cardenal Luis Villalba, arzobispo emérito de Tucumán.

También hubo una nutrida representación política (encabezada por la presidenta, Gabriela Michetti).

Redacción (Con información de AICA)