«Mama María» - Alfa y Omega

«Mama María»

Eva Fernández
Foto: Vatican Media

Un día a la semana desde hace 60 años, sor María Concepta atraviesa el Río Ubangui, frontera natural entre el Congo y la República Centroafricana. Apenas 20 minutos de trayecto en canoa, los necesarios para recorrer la distancia que separa Bangui de Zongo, donde la Congregación de las Hijas de San José de Genoni cuida de un pequeño hospital en el que esta frágil y valiente religiosa ha ayudado a nacer a 33.776 niños. A falta de incubadoras, envuelve a los prematuros con trozos de algodón y los rodea con botellas de agua caliente. Así ha conseguido sacar adelante a pequeños de apenas 900 gramos. El día que toca hacer compra, sor María Concepta se sube a la canoa y la llena de medicinas y material de primera necesidad para sus enfermos, porque en Bangui la vida es más barata y se estira el presupuesto. Todo normal si no fuera porque sor Concetta tiene 85 años. Su vida se cruzó con la del Papa hace cuatro, cuando Francisco inauguró en Bangui el Jubileo de la Misericordia. El obispo de Bangassou, Juan José Aguirre, se la presentó justo al finalizar la Misa de despedida. Fue un encuentro rápido, en la misma sacristía, pero dejó huella en Francisco.

Aquel día sor Concetta no había viajado sola. Llevaba en brazos a una pequeña de tres años, vestida de blanco y rosa y con ojos abiertos como platos. Contó al Papa que vivía en el Congo y que se dedicaba a ayudar a nacer niños. Al comprobar que la pequeña le llamaba insistentemente «mamá», Francisco le preguntó por el motivo, y ella le explicó con sencillez que la niña había venido mal al nacer y su madre murió en el parto. La pequeña se quedó sola, no tenía familia y como su madre era tan buena, la misionera sintió que Dios le pedía que la adoptara para cuidar de ella. El Papa quedó impactado por este relato, y por la fuerza y entrega que transmitía sor Concetta. Lo reconoció días después, al regreso de su primer viaje a África, durante la audiencia general. En la conversación que mantuvo en el verano de 2018 con Fernando Prado, el Papa no se había olvidado de esta religiosa y le confesaba que, al ver tanta ternura concentrada en una mujer como aquella, que vivía con esa frescura tan impresionante su vida como religiosa, pensó en la fuerza de la vocación que había detrás de su conducta. Por eso no es de extrañar que en cuanto el Papa supo que sor Concetta estaba de paso en Roma quisiera realizar un gesto excepcional, reconociendo públicamente su vida de entrega. Y junto con ella, la de «todos los misioneros sacerdotes, religiosos y laicos, que esparcen las semillas del Reino de Dios en todas partes del mundo». Porque –dijo– «ustedes queman la vida sembrando la Palabra de Dios con su testimonio. Y en este mundo ustedes no son noticia».

Hoy sor María Concetta se encuentra de nuevo en Zongo. Allí todos la llaman «Mama María». No se plantea morir fuera de África y, mientras tenga fuerzas, seguirá ayudando a nacer a niños. Para ella su trabajo como comadrona es un acto sublime porque le conecta con el don de Dios que da la vida. En cada parto ella es la primera que coge entre sus manos esa nueva vida y se la entrega a su madre. Un instante divino y único. Como únicos e inalcanzables son tantos misioneros. Imposible llegar a entender su forma de amar extrema, ajena a titulares y agradecimientos. Mientras tanto, la pequeña que llegó en canoa a Bangui y que tanto conmovió a Francisco, corretea a diario por el convento, sin saber que vive rodeada de super-mujeres que, como su «Mama María», ignoran que lo son.