Danza africana en el corazón de Navarra - Alfa y Omega

Danza africana en el corazón de Navarra

Las Misioneras de Cristo Jesús celebraron los 75 años de su fundación con una Misa en Javier «en la que se hizo presente, con los bailes y los cantos de nuestras hermanas extranjeras, la internacionalidad de nuestras comunidades fruto de nuestro carisma misionero», asegura la religiosa de 80 años Lydia Sobrado

José Calderero de Aldecoa
Lydia Sobrado, de azul, en el Hospital de Kole del Congo donde trabajaba de misionera. Foto: Misioneras de Cristo Jesús

A pesar de tener tan solo 102 habitantes censados, la localidad de Javier, en Navarra, es uno de los pueblos españoles más conocidos. Lo es, principalmente, por su ilustre vecino, san Francisco Javier, que nació y vivió en el castillo homónimo del pueblo. También por las multitudinarias peregrinaciones de jóvenes, conocidas como javieradas, que tienen su origen en la marcha que el 4 de marzo de 1886 hicieron los lugareños hasta a la fortaleza para agradecer al santo que la epidemia de cólera que entonces estaba causando estragos pasara de largo. Pero Javier es cuna de santos y también de las Misioneras de Cristo Jesús, que hasta el 3 de diciembre están celebrando el 75 aniversario de su fundación.

El acto principal de las celebraciones tuvo lugar hace tan solo tres semanas, el 14 de marzo, día en el que se celebró una Eucaristía solemne en la capilla del primer convento en el que se fundó la orden. «Vinieron el arzobispo, monseñor Francisco Pérez González, el alcalde del pueblo y nuestra madre general, así como las familias de las fundadoras y de las hermanas originarias de los alrededores. Nos reunimos cerca de 300 personas a pesar de que era jueves y no esperábamos a tanta gente», asegura la hermana Lydia Sobrado, de 80 años de edad. «Estaba todo el coro lleno, tuvimos que poner sillas por los pasillos. Fue una Misa muy bonita, con los bailes y los cantos de nuestras hermanas extranjeras», reflejo de «la internacionalidad de nuestras comunidades», añade la religiosa, que con 60 años de pertenencia a las Misioneras de Cristo Jesús es historia vivía de la congregación.

Dios se sirve de un encuentro casual

El germen de la orden se encuentra en una conversación. El padre Moisés Domenzain, SJ, misionero en Japón, se encontraba en España buscando ayuda económica para construir su parroquia en Yamaguchi. El 2 de diciembre de 1940 se encontró por casualidad con María Camino Sanz Orrio:

—¡Me han dicho que trabajas mucho en la Acción Católica!

—Estoy en todas partes donde hay algo de Acción Católica. Si quiere usted algo de nosotros en Japón me lo dice y allá me tiene.

—¿Que si quiero? Ya lo creo que quiero una cosa así allí. Es eso lo que necesitamos y no tenemos. Las religiosas hacen muy buen trabajo en sus escuelas y residencias, en sus casas, pero hay fuera tantas cosas que no podemos hacer y que nadie las hace… ¡Qué gran ayuda sería para los misioneros y como avanzaría la Iglesia en la misiones si hubiera personas que pudieran hacer allí lo que la Acción Católica hace aquí!

En ese preciso momento, Camino «sintió un fogonazo –rememora Sobrado para Alfa y Omega–, una luz que le hizo ver y sentir que ella había nacido para eso». Sin embargo, pasaron cuatro años hasta que el 14 de marzo de 1944 María Concepción Arraiza Jáuregui, María Teresa Unzu Lapeira –«todavía vive en la India, a sus 95 años»– y la propia Sanz Orrio crearon la primera comunidad de las Misioneras de Cristo Jesús en Javier. Unos meses después se les sumaría Eugenia Nagore Nuin.

Misa por el 75 aniversario de la fundación de las Misioneras de Cristo Jesús. Foto: Misioneras de Cristo Jesús

Desde entonces, la orden se ha difundido por diez países –India, Japón, Venezuela, Bolivia, China, Vietnam, España, Camerún, Congo y Chad– y cuenta con 312 hermanas de 14 nacionalidades distintas. «Vivimos en comunidades internacionales y nuestro fin primordial es la evangelización, que se concreta en cada país dependiendo de las circunstancias», explica Sobrado. Por ejemplo, «en África estamos muy volcadas en la medicina; o en el Chad trabajamos mucho en proyectos de desarrollo y con las mujeres».

Precisamente, Lydia Sobrado ingresó en las Misioneras de Cristo Jesús en 1959 para asegurarse que acabaría en la misión. «Sentí el amor de Dios que no era solo para mí sino para todo. Entonces, me propuse dárselo a conocer al mundo y me decidí por la vocación misionera. Por ello, busqué una congregación en la que todas las hermanas se fueran de misiones».

Al profesar, con 20 años, a Sobrado la mandaron al Congo y allí estuvo hasta 2011, cuando regresó a Javier para ocuparse de los archivos fundacionales de la congregación.