Musu y Juan Bosco - Alfa y Omega

Era una niña cuando la encontré debajo de una mesa en el centro de Freetown. Llovía copiosamente y hacía frío para alguien acostumbrado al calor tropical. «¿Cómo te llamas?», le pregunté. «¿Estás enferma?».

Sus ojos tristes y el dolor en el rostro anunciaban dolencias más profundas que las físicas: «Mi nombre es Musu». Tosía sin parar. Le puse mi mano sobre su frente y me di cuenta de que ardía de fiebre.

Me contó que había ido al hospital, pero que como no tenía 15.000 leones (1,5 euros) no la atendieron. Es la maldita indiferencia del cash and carry, que si tienes dinero accedes al servicio, pero si no lo tienes te mueres como un perro en la calle. «Te llevo enseguida al hospital», le dije. En ese momento se dio la vuelta a buscar algo junto a ella y puso en mis manos a un bebé de tres semanas, esquelético, casi moribundo y sin nombre.

A Musu la llevé al Hospital General, donde le diagnosticaron tuberculosis y neumonía. Al pequeño no tenían medios para atenderlo allí y lo lleve al Cottage Hospital, donde le diagnosticaron tuberculosis, deshidratación y desnutrición. Cuando el doctor me pidió un nombre para registrar al pequeño en el centro sanitario no lo dude un instante: «Se llama Juan Bosco, Juanito Bosco».

La Cuaresma es una invitación al éxodo más difícil de nuestras vidas: salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás, de los más pobres y vulnerables. Es cuestión de mirada y corazón. Hay que abrir los ojos y ser capaces de empatía (Mt 25, 31-46). «Porque tuve hambre y me disteis de comer, sed y me disteis de beber, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, preso y vinisteis a verme».

En la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31) Jesús no critica al rico por ser rico; lo critica simplemente por su indiferencia, por su incapacidad para descubrir a Lázaro, tan necesitado de respeto, cariño y atención.

Foto: Jorge Crisafulli

León Gieco hizo de este sentimiento poesía y canción: «Solo le pido a Dios, que el dolor no me sea indiferente, que la reseca muerte no me encuentre, vacío y solo sin haber hecho lo suficiente».

¿Y Musu y Juan Bosco? Ambos han superado sus problemas de salud. Musu ya ha cumplido 18 años y estudia peluquería y vende sandalias. Y el pequeño Juan Bosco es un niño sano y risueño que hace honor a su nombre.