Cambiar el luto en danzas - Alfa y Omega

Vino una pareja a preparar el funeral de la madre de la esposa, de 95 años, que había fallecido hacía unos días. Me gusta tener una reunión preparatoria del funeral para saber cómo era la persona por la que ofrecemos la Eucaristía, conocer datos de su vida, de la familia…, para que el anuncio de la Buena Noticia de Jesús esté lo más contextualizado posible, que suene a cercano, a entrañable, no artificial, sino con verdadero sentimiento de fe en medio del dolor. Comenzamos la conversación y, cuando parecía que ya estaba todo organizado, el diálogo dio un giro inesperado. Empezamos a hablar de la hija que la pareja tiene adoptada, una niña autista y con síndrome de Down. Me contaron cómo se sintieron llamados, agarrados en el corazón, por la situación de una niña de pocos años que se abrazó a la vida de esa pareja como tabla de salvación. Fue un derroche de gracia y de emoción escuchar el testimonio de unas personas que han hecho del cuidado, y de la delicadeza la razón de vivir. Fue impresionante escuchar como les ha cambiado la vida dedicar lo mejor de sus esfuerzos a que la pequeña aprendiera a comer, a andar, frente a todos los diagnósticos que consideraban imposible que lo lograra. Les dijeron que la niña estaba desahuciada pero, como en el Evangelio, la fuerza del amor desoye a los profetas de desgracias y se esperanza con el poder revitalizador del amor. «Aún estaba hablando cuando llegaron algunos de la casa del jefe de la sinagoga y dijeron: “Tu hija ha muerto. No importunes al Maestro”. Jesús, sin hacer caso de lo que decían, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que tengas fe”. Entró y les dijo: “¿A qué viene este alboroto y esos llantos? La muchacha no está muerta, sino dormida”» (Mc 5,35-39).

Esa cita me resonaba en toda la conversación. Estoy convencido que nuestra opción por el amor nunca es estéril. Donde falta amor, si ponemos amor, siempre sacamos amor, decía Juan de la Cruz. Sentirnos amados es fuente de salud, de paz, de alegría. Por eso atentos a tantas necesidades que hay a nuestro alrededor de faltas de vida, somos convocados a levantar nuestras miradas y disponernos con todo nuestro ser a vivir la entrega y la gratuidad del amor.