Ricardo Blázquez: «Debemos hablar amablemente de Dios» - Alfa y Omega

Ricardo Blázquez: «Debemos hablar amablemente de Dios»

Seis años después, vuelve monseñor Ricardo Blázquez a la Presidencia de la CEE. La prioridad para la Iglesia —dice— es la misma de siempre (la evangelización), pero el estilo lo marca el Papa Francisco, que «ha creado una atmósfera de gozo, de esperanza, de comunión…». Al Episcopado español le toca aprovechar este momento, en un tiempo en el que «no podemos dar, sin más, por supuesta ya la fe», y en el que hace falta «volver a poner los cimientos de la misma existencia cristiana». Más que un deber, sin embargo, para el arzobispo de Valladolid, anunciar a Cristo es una auténtica pasión, y se le nota, porque no deja pasar ocasión para hacerlo: «Nos viene bien a todos creer en Dios», insiste

Ricardo Benjumea
El Papa Francisco, con obispos españoles, en 2014. Foto: CEE.

Ha sido usted elegido por una mayoría abrumadora de votos: 60 de 79 (había 80 obispos con derecho a voto) en la primera votación. ¿Un signo de comunión?
Yo agradezco que la elección haya sido por un número tan alto de votos, lo cual significa una convergencia grande en la persona, y va a facilitar mucho que la colaboración entre unos y otros sea más profunda y fluida. Desde este punto de vista, es un arranque muy esperanzador.

¿Ha influido que la votación se produzca justo unos días después de la visita ad limina de los obispos españoles?
Pues es posible que estos acontecimientos hayan ido preparando una actitud, también una convergencia que se manifiesta en este tipo de elecciones. Para todos nosotros, la visita ad limina ha sido un acontecimiento mayor. Todos recordamos con gran afecto el encuentro largo, distendido, en pequeños grupos, muy cordial del hermano mayor, el Papa Francisco, con los hermanos menores en el ministerio pastoral. Y esto va creando actitudes de mayor comunión, de mayor cordialidad, de búsqueda entre todos de los caminos del Evangelio en nuestro tiempo. En nuestra sociedad, en el momento de la Iglesia en España, en medio de las dificultades generales con que nos encontramos, necesitamos subrayar esta comunión.

¿Cómo percibe el momento que vive la Iglesia en España?
Creo que no podríamos separar el diagnóstico de la Iglesia en España, de lo que viene significando para todos este pontificado. El Papa Francisco ha creado una atmósfera de gozo, de esperanza, de comunión, de valentía apostólica… Esto nos viene muy bien, a la hora de afrontar los problemas de la Iglesia en España. Porque es importante el estado de ánimo, el espíritu con que se afrontan.

¡Qué duda cabe! Tenemos una tarea mayor, que es la transmisión de la fe en Dios, a través de una evangelización intensa, de una nueva oleada evangelizadora en nuestro pueblo. Lo que era suficiente en otras situaciones históricas —pensemos en hace algunos decenios—, hoy ya no basta. Nos encontramos con la necesidad de volver a poner los cimientos de la misma existencia cristiana. No podemos dar, sin más, por supuesta ya la fe. Y en esta situación, la búsqueda de procedimientos más pertinentes, el conectar con esta atmósfera que ha creado el Papa Francisco y vivirla desde dentro nos viene muy bien.

Queremos hacerlo como un servicio a las personas: estamos convencidos de que a todos nos viene muy bien creer en Dios, y que abandonar a Dios nos deja en una situación de intemperie. Dios, para la vida humana, es como el cimiento, el aliento de la vida. Podemos expresarlo con unas imágenes o con otras, pero siempre la realidad de Dios afecta hondamente a la persona. No es lo mismo creer en Dios que no creer en Dios.

El efecto Francisco tiene su lado negativo. Está bien que la revista Rolling Stone le dedique su portada, pero no que sea a costa de contraponer al Papa con sus predecesores… ¿Cómo cree posible utilizar la capacidad del Papa de llegar a los alejados, con sagacidad evangélica?
Eso, evidentemente, es una instrumentalización del Papa Francisco. ¡Si, en primer lugar, Francisco y Benedicto XVI son profundamente amigos! ¡Si nos están dando los dos un ejemplo de fraternidad realmente admirable! Cada uno sabe estar en su lugar y yo estoy seguro de que el Papa Benedicto XVI muchas veces habrá exclamado: «Pero ¡qué bien hice con la decisión que tomé!; pero ¡qué bien lo está haciendo Francisco!». ¡Que no introduzcan divisiones en la Iglesia! Cada uno, lógicamente, tiene su trayectoria de vida, su estilo, su forma de ser… Dios no nos ha creado en serie y cada uno ofrece para el servicio que se le ha confiado lo mejor que ha recibido, lo mejor que tiene, lo mejor que es.

También usted ha tenido que salir a lidiar con ciertos intentos de confrontarle con su predecesor en la Presidencia de la CEE. Fue muy llamativo que, ya desde el primer momento, agradeciera usted públicamente los servicios del cardenal Rouco al Episcopado.
Y de nuevo lo reitero. Y no sólo por su ministerio en la presidencia de la Conferencia Episcopal. ¡Si nosotros nos conocemos y somos amigos desde hace muchos años! De él recibí la ordenación episcopal en la catedral de Santiago. Y cuando comencé a dar clase en la Universidad Pontificia de Salamanca, en 1974, él era vicerrector, con [el ahora cardenal] Fernando Sebastián como rector. De modo que no intenten enfrentarnos. Es evidente que cada uno tiene su estilo. No se trata de que el estilo de uno sea el paradigma para todos. Nuestro Señor es, con palabras latinas, forma pastorum, el ejemplo para los pastores. Nuestro Señor. Los demás somos zarandillos que vamos haciendo las cosas lo mejor que podemos, con Su ayuda.

Ha dicho usted que llega sin un programa, pero con un referente claro en el Papa. Le ha oído usted hablar de la familia, de la unidad de España, de su preocupación por el paro juvenil… ¿En qué concretaría usted las prioridades generales del pontificado y las específicas que haya podido indicar o sugerir el Pontífice, durante la visita ad limina para la Iglesia en España?
Desde el principio, el Papa nos ha invitado, imitando a Jesús, a un salir apostólico, misionero, sin miedos. La Iglesia no puede encerrarse confortablemente en una habitación, o, más pronto que tarde, el aire termina contaminándose. Hay que salir.

Otro rasgo fundamental del Papa Francisco es la forma humana de ejercer nuestra misión. De Dios, que es amor, debemos hablar amablemente, porque el Amigo de los hombres con mayúscula es nuestro Señor. Que sea sentido como amigo. Que se perciba a través de nuestra palabra, de nuestra cercanía

Y también ha insistido mucho el Papa en la misericordia. Las personas sufrimos mucho, todos sufrimos. Ofrezcamos entonces alivio, esperanza, el gozo de la misericordia del Señor. Desde la misericordia, nos reconocemos más fácilmente pecadores que desde la denuncia, y por supuesto que desde el insulto. Estemos cerca también de las personas heridas, que hay tantas; cerca de los necesitados, porque en el corazón del Evangelio están los pobres; cerca de los pecadores, de los indigentes, de los marginados, de las personas que no encuentran soporte en la vida… Acerquémonos a ellas con el bálsamo del perdón y de la misericordia.

Acercarse a los demás en esta España a veces significa poner la cara para que a uno se la partan…
Es verdad. El Evangelio lo dice muy claro: «Os envío como ovejas en medio de lobos». Es decir: Os envío a una misión no sencilla. Os envío a que participéis en la persecución que yo antes he padecido. Entonces, ¿por qué se hace? Se hace por obediencia al Señor, y porque estamos convencidos de que es un servicio precioso a los demás. Nos viene a todos bien creer en Dios. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y llevamos una marca indeleble en nuestro espíritu. A Dios nunca lo podemos olvidar. Y aunque, en ocasiones, la misión puede traducirse en forma de cruz, también se traduce en forma de gozo. Yo creo que el servicio misionero, ésta es mi experiencia, lleva consigo muchos gozos y, de vez en cuando, algún sufrimiento.

Un claro referente para comprender este pontificado es el Documento de Aparecida, de la Conferencia Episcopal de América Latina y el Caribe. Usted estuvo allí, en Brasil, en el año 2007.
Sí, fui como presidente de la Conferencia Episcopal Española, y pude convivir en aquel marco con unas 150 personas en Aparecida, también con el cardenal Bergoglio, que fue elegido muy pronto, inmediatamente, como presidente de la comisión de redacción de los documentos. Tenía una gran autoridad moral entre los demás, y a decir verdad, estuvo muy bien llevado el trabajo de la Comisión, algo que no era sencillo. Teniendo muy claro el norte —porque si no se sabe el norte, uno va dando bandazos—, la comisión fue muy receptiva a las sugerencias que se hacían en los grupos o individualmente, asumiendo una parte, y otra no, pero siempre dando razones a todos.

Y me llamó especialmente la atención la insistencia en la misión continental, que después, en cada país, cada Conferencia Episcopal debía concretar. Creo que fue un gran acierto. Ha producido, en la medida en que yo lo conozco, unos frutos excelentes. De alguna forma, esta dimensión misionera quedó condensada en la expresión conversión pastoral. En el último Sínodo, sobre la nueva evangelización, los obispos de América Latina constantemente se remitían a ella. La idea es que siempre que nos convertimos a Dios, recibimos un encargo apostólico. La conversión a Dios nos pone al servicio de los hermanos. No nos ensimisma, nos envía. Ése es el significado de esa expresión.

Monseñor Blázquez saluda al cardenal Rouco, al comienzo de la Asamblea Plenaria. Junto a ellos, el arzobispo de Barcelona

En ese Sínodo habló usted de la responsabilidad misionera de los laicos, y en concreto, se refirió usted a la experiencia del Camino Neocatecumenal.
En virtud del Bautismo, toda persona es misionera. No es una especie de elección arbitraria: unos eligen ser apóstoles y otros se quedan en casa. No. El Bautismo es, por su misma naturaleza, participación en el servicio apostólico del Señor. Evidentemente, hay distintas formas de participación. Pero todos somos apóstoles por el Bautismo. Después, hay agrupaciones de cristianos, nuevos movimientos, nuevas comunidades… Yo hablé, porque lo conozco desde hace muchos años, sobre el Camino Neocatecumenal, que tiene una clara dimensión apostólica, misionera, también en pueblos muy distantes, en culturas lejanas, a las que miembros del Camino son enviados.

¿Qué cree que podría aportar una visita del Papa a España?
Creo que se produciría un movimiento muy espontáneo de identificación cristiana de nuestro pueblo en torno al Papa. Además, él comprendería perfectamente a nuestro pueblo, nuestra sociedad, y nuestros cristianos comprenderían perfectamente el mensaje del Papa. Desde el principio se produciría una gran simbiosis que nos vendría muy bien para la reactivación de la fe de nuestro pueblo.

«La evangelización es siempre la dicha de la Iglesia»

A punto de cumplir los 72 años (lo hará el próximo 13 de abril), monseñor Ricardo Blázquez vuelve a la Presidencia de la Conferencia Episcopal, responsabilidad que ya ostentó en el trienio 2005-2008. Ha sido desde entonces Vicepresidente del episcopado. Con anterioridad, presidió la Comisión episcopal para la Doctrina de la Fe (1993-2003) y la Comisión episcopal de Relaciones Interconfesionales (2002-2005). Nombrado por Juan Pablo II, en 1988, obispo auxiliar de Santiago, fue enviado, en 1992, a Palencia, y entre 1995 y 2010 fue obispo de Bilbao, donde tuvo que vencer no pocas resistencias iniciales. Desde el 13 de marzo de 2010, es arzobispo de Valladolid. En todos los lugares por los que ha pasado, ha dejado siempre un grato recuerdo, tanto por su talla intelectual y pastoral, como por su carácter afable.

Monseñor Blázquez ofreció una breve rueda de prensa, a los pocos minutos de su elección, el miércoles de la semana pasada, y de cara al próximo trienio, explicó que «deseamos y queremos convertir en temas de reflexión para la Asamblea Plenaria las insistencias, las prioridades apostólicas cercanas a los necesitados que el Papa nos viene mostrando. Pero no tengo programa —aclaró—. Entre todos lo diseñaremos, para entre todos recorrerlo». En todo caso, «lo fundamental de nuestra misión es transmitir la fe». Porque «la evangelización es siempre la dicha de la Iglesia, la misión fundamental de la Iglesia». También en España: «Creo que nuestra sociedad, todos nosotros, necesitamos que diariamente se nos anuncie el Evangelio».

Siguiendo el ejemplo del Papa Francisco, «queremos transmitir el Evangelio desde la sintonía con el amor de Dios», añadió el arzobispo de Valladolid. «Que sepan todos que la Iglesia es una casa con puertas abiertas», especialmente para los más pobres y marginados.