La religiosa española que regó de pozos Senegal - Alfa y Omega

La religiosa española que regó de pozos Senegal

Las mujeres de M’bour iban a por agua mientras los hombres se dedicaban a emborracharse. Todo cambió cuando sor Hortensia Perosanz intervino e impulsó la construcción de 200 pozos de agua. La religiosa será protagonista este sábado en La noche de Cadena 100

José Calderero de Aldecoa
Sor Hortensia Perosanz junto a un grupo de beneficiarias de sus proyectos. Foto: Manos Unidas/Irene H. Sanjuan

M’bour, Senegal. La imagen era tan surrealista como injusta. «No había agua y las mujeres se tenían que ir lejísimos a buscarla. Mientras, los hombres se tumbaban debajo de un árbol y se dedicaban a jugar y a emborracharse». Sor Hortensia Perosanz, de la orden de la Inmaculada Concepción de Castres, estaba dispuesta a darle la vuelta a la situación y comenzó a formar a las mujeres. Esto levantó suspicacias entre los hombres, que «me acusaban de ayudarlas a levantarse contra ellos». Nada más lejos de la realidad. Sin embargo, esta religiosa burgalesa aprovechó las protestas de los hombres para involucrarlos en el proyecto y ayudarlos a solucionar sus problemas concretos: «Vosotros, ¿por qué no os ponéis a trabajar? No tenéis agua para el campo: ¿por qué no hacemos un pozo?». La propuesta parecía improvisada, pero detrás había un profundo análisis de la situación. La falta de agua afectaba a la salud de las personas, a la de los campos —de los que solo surgían brotes verdes cuando aparecía la lluvia—, condenaba a las mujeres a una larga caminata y los hombres lo utilizaban de excusa para resignarse a un destino a la sombra ¡de los árboles!, con el consiguiente mal ejemplo para sus hijos. Entonces, comenzaron a recopilar donativos con los que fueron construyendo, uno a uno, hasta 40 pozos. «Cambió por completo la vida en el pueblo», asegura Perosanz, que tiene 76 años y lleva 53 de misión en Senegal. «Todas las familias hicieron un huerto», lo que contribuyó a un aumento de su nivel económico: «antes no tenían casi ingresos y tenían que malvender el mijo para poder comprar un poco de petróleo para las lámparas. El agua aumentó considerablemente las cosechas, los ingresos por la venta de los productos y así las familias podían hacer frente a los gastos de la casa y del colegio más fácilmente». Por otro lado, las mujeres ya no tenían que dedicar tiempo a la tediosa y extenuante tarea de ir a por el agua y los hombres abandonaron la sombra para entregarse al cultivo. «Ahora los niños ven a sus padres trabajar, eso también educa y les podemos exigir que ellos también trabajen en la escuela», afirma sor Hortensia.

Aquellos fueron los primeros 40 pozos impulsados por la religiosa, que se hizo monja a los 21 años con la ilusión de irse a África a cuidar a los leprosos. Sin embargo, sor Hortensia replicaba este modelo con cada cambio de misión ordenado por su congregación y así ya ha construido más de 200 por todo Senegal, lo que le ha valido el sobrenombre de la monja pocera. Pronto se sumarán otros 50 en la zona de Sangué, donde actualmente reside la religiosa. «Aquí cuesta más trabajo excavarlos. Hay muchas más rocas en el suelo y es una labor que hacen a mano. Ahora nos cobran 50.000 francos por metro cuando en M’bour pagábamos solo 6.000», asegura.

Uno de los primeros 40 pozos que sor Hortensia impulsó en M’bour. Foto: Manos Unidas/Marta Carreño

Más allá del agua

Con las mujeres, el proyecto estrella es el de la jabonería. «De forma directa, damos trabajo a cinco mujeres, pero indirectamente a varias más. Son muchas las que vienen, compran nuestros jabones y luego los revenden», explica. Si bien es cierto que el programa al que más esfuerzo dedican en la actualidad las cuatro religiosas de la comunidad de Sangué es a la escuela, donde reciben diariamente a cerca de 160 niños. «En este pueblo faltaba la educación. Hay una escuela pública, con la que nos llevamos bien, pero están siempre de huelga y no tienen la misma seriedad. Nos ha dado muchas alegrías, sobre todo porque ha contribuido a normalizar las relaciones entre los musulmanes y los católicos», asegura Perosanz.

Pero si todos estos proyectos han podido salir adelante, así como el dispensario médico y la casa de acogida para voluntarios que también regentan las religiosas de la Inmaculada Concepción de Castres, ha sido por su propio esfuerzo, el de su congregación y la constante ayuda económica que «me ha brindado Manos Unidas en todas las misiones en las que he estado. Me han ayudado muchísimo».

Ahora, desde la ONG católica han vuelto a responder a la petición de ayuda de la monja pocera. El objetivo es «construir las dos clases que nos faltan para completar el ciclo escolar y poder entregar a nuestros alumnos el certificado escolar», explica la religiosa. La construcción se financiará gracias al acuerdo de colaboración entre Cadena 100 y Manos Unidas, que decidieron destinar parte de la recaudación obtenida de la venta de entradas del concierto solidario La noche de Cadena 100 2019 —que se celebra este sábado, 23 de marzo— al proyecto de sor Hortensia Perosanz y sus hermanas.