Clarisas de la Anunciación - Alfa y Omega

Clarisas de la Anunciación

Joaquín Martín Abad
Foto: federacioncastellanadeclarisas.blogspot.com

En 1469 y en una dehesa de La Muñoza cerca del río Jarama, aldea de Rejas (ahora una pista del aeropuerto de Barajas), comenzó el monasterio de monjas de Santa Clara de Observancia bajo la advocación de Nuestra Señora de la Salutación. Fueron donantes el comendador Pedro Zapata y su esposa, Catalina Manuel de Lando, hermana de la primera abadesa, María de Lando, con cinco monjas venidas desde el monasterio de Santa Clara, de Zafra. Hacia 1500 ya se las comenzó a llamar de Constantinopla por un cuadro de la Virgen traído al monasterio desde Estambul y, desde entonces, fue venerado popularmente con mucha devoción allí y en Madrid.

El 6 de octubre de 1528 Carlos I de España ratificó la carta de fundación que había sido emitida y firmada por los fundadores y las monjas en el mismo monasterio el 29 de septiembre de 1479. Pero por lo insalubre del lugar, cercano al río, con licencia del Papa Julio III y consentimiento del general de la Orden Franciscana, fray Andrés Insulano, las clarisas dejaron en 1551 La Muñoza y se instalaron en la calle de la Almudena (hoy Mayor, esquina a Calderón de la Barca frente a la plaza de la Villa).

Ahí estuvieron hasta el 28 de agosto de 1836, cuando las 20 monjas fueron exclaustradas y el monasterio fue derribado por la ley desamortizadora de Mendizábal. Tuvieron que refugiarse entonces en el monasterio de las Concepcionistas Franciscanas de La Latina y, dentro de él, se fundieron con otras dos comunidades de clarisas también acogidas allí. En 1891 se trasladaron a unas casitas de Carabanchel Bajo; en 1893 León XIII les autorizó a poner un colegio infantil para niñas, gratuito, y lograron ayudas para construir un nuevo edificio monacal, que fue concluido en 1908.

El 20 de julio de 1936 tuvieron que abandonar el convento, fueron ametralladas en su escondite –sin que muriera alguna– y finalmente apresadas; el alcalde carabanchelero Atilano Brell las puso en libertad y, gracias a él, salvaron la vida. El edificio quedó absolutamente derruido y ya no encontraron el cuadro de la Virgen de Constantinopla. Una vez reconstruido y reinaugurado en 1944, doce monjas volvieron a él y, desde entonces, han influido notablemente en la barriada pues en tres temporadas, largas y distintas, su iglesia hizo de templo parroquial.