18 de noviembre: Dedicación de las basílicas de San Pedro y San Pablo
Este día, la Iglesia celebra la Dedicación de las Basílicas de los apóstoles San Pedro y San Pablo, ambas construidas sobre las respectivas tumbas de los apóstoles. Durante siglos, estos templos han sido punto de referencia de las peregrinaciones católicas y se erigen como símbolo de fraternidad entre ambos apóstoles y de unidad en la Iglesia
La Basílica de San Pedro se construyó sobre la tumba del apóstol Pedro. Allí donde el más fiel seguidor de Cristo fue crucificado cabeza abajo, en la ladera de la Colina Vaticana, fue también sepultado bajo tierra. Por eso, allí mismo fue levantado, primero un pequeño monumento funerario, después un templete, más tarde una iglesia, y finalmente una Basílica en su honor, que con el correr del tiempo sufriría varias ampliaciones y remodelaciones, y terminaría por ser la futura residencia de cientos de Sumos Pontífices, Sucesores del mismísimo Pedro. Fue el emperador Constantino en el año 323 quien mandó construir el templo, y los sucesivos Papas fueron construyendo edificaciones anexas.
Tras unos siglos de residencias pontificias en Avignon, cuando el Papado volvió a Roma, se instaló su residencia de forma oficial en el Vaticano. Anteriormente, era costumbre que el obispo de Roma viviera junto a la Basílica de San Juan de Letrán, que es en rigor la catedral de la Ciudad Eterna.
Con el paso de los años, la basílica del Vaticano se fue deteriorando y fue reconstruida con mayor esplendor. La construcción del nuevo templó duró 170 años, fue comenzada por el Papa Nicolás V, y fue concluida y consagrada de nuevo el 18 de noviembre de 1626 por el Papa Urbano VIII, precisamente en el aniversario de su primera consagración. Es la basílica más importante del mundo.
Por su parte, la Basílica de San Pablo Extramuros fue edificada por los emperadores Teodosio y Valentiniano después de que la construcción original fuese arrasada por un incendio.
La primera Basílica de San Pablo fue construida en el lugar del martirio del apóstol, allí donde le cortaron la cabeza. Tras un incendio, católicos de todo el mundo mandaron limosnas para la reconstrucción del templo, que fue levantado sobre la base del anterior pero con mayor tamaño y belleza.
La Iglesia celebra la fiesta de forma conjunta como signo de la fraternidad que tuvieron los dos grandes apóstoles de la primera generación de cristianos, a pesar incluso de sus diferencias; y como signo también de la unidad de y dentro de la Iglesia, como se reza en el Credo.