Querido Dios - Alfa y Omega

Querido Dios: aunque sé que esto jamás llegará a tus manos, sí llegará a tu corazón. Te escribo como nunca lo he hecho, dirigiéndome a Ti en especial y a nadie ni a nada más. Sé que Tú estás ahí arriba observando cada movimiento, cada consecuencia en cada uno de nosotros, en cada una de los millones y millones de personas que hay; y nosotros, más bien yo, estoy aquí abajo realizando día a día la misma rutina, probando todo lo que nos das, aprendiendo de la vida, levantándome cuando me caigo, sacando siempre lo mejor de mí.

Sé que a veces te fallo, sé que a veces hago cosas que no tienen sentido, que no llevan a ninguna parte, pero ¡quién dice que no me arrepienta! Parece curioso, ¿no? Que perdones tanto, sin cansarte, sin decir que ya no confías en mí y que luego te vuelva a fallar una y otra vez. No sé, creo que no soy justa contigo, que no te doy todo lo que recibo, que pongo cosas por delante de Ti con menos importancia, y que sólo te recuerdo cuando me es necesario. Pero ahora me he dado cuenta de todo.

Gracias a haber podido participar en Roma en la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, he podido ver, he podido sentir, cosas que antes no veía porque estaba ciega, por otros motivos realmente no importantes. Pero mejor es tarde que nunca.

Sabes bien que ahora, en estos tiempos, ser cristiano no es fácil, que hay gente perseguida por amarte, que matan a personas por el motivo de predicarte, y yo soy tan afortunada de poder quererte sin ningún problema que he decidido hablarle de Ti a la gente como mejor te mereces. Es que, por fin, he sentido ese ardor dentro. Esa alegría que de verdad llena, esa sensación como si todo dentro de mí explotase cuando sé que te tengo cerca. He experimentado una sensación jamás vista por mí. No me veo sola, sé que tengo a un millón de jóvenes que piensan como yo, que te quieren cada uno de una manera diferente, pero todos lo hacemos.

Este encuentro en la Plaza de San Pedro me ha unido, me ha dejado ver que de verdad existes y que estás presente siempre en cada uno de nosotros, y que si de verdad hay algo que en esta vida importe sólo eres Tú. Al fin y al cabo todos hemos viajado por una unión, y esa unión eras Tú. Sé que todos los que estábamos ahí, quizás fuéramos con la idea de sólo ir a Roma, pero estoy segura de que, con el Espíritu Santo y con la Comunión, hemos salido con una pizca más de Ti.

Por fin siento que estoy llena de Verdad, que la alegría no es fingida y que estás presente. Que nos quieras a pesar de todo y que, en realidad, amarnos significa tener sed de nosotros es- fantástico.

Sara Fátima Monsón Huerva