Obispo auxiliar de Caracas: «Ni el Estado ni el capital liberan a la persona» - Alfa y Omega

Obispo auxiliar de Caracas: «Ni el Estado ni el capital liberan a la persona»

Monseñor Fernando Castro, obispo auxiliar de Caracas, fue el encargado de predicar el tradicional Sermón de las Siete Palabras, el pasado Viernes Santo, en la catedral de la capital venezolana. Y sus palabras sobre la inseguridad, la carestía y la espiral de violencia en Venezuela causaron un enorme revuelo mediático, que ha saltado más allá de las fronteras venezolanas. En esta entrevista, monseñor Castro explica que él se limitó a desarrollar la propuesta que hace la Iglesia ante el duro momento que vive su país: que la única vía para garantizar la reconciliación, la paz y la convivencia es vivir según los criterios de perdón, entrega y generosidad que nacen del encuentro con Cristo

José Antonio Méndez
Una mujer reza en la catedral de Caracas ante la Virgen de Coromoto, Patrona de Venezuela

En su Sermón de las siete palabras expuso usted el mensaje de Cristo, para iluminar la situación de Venezuela. Habló de la lucha de clases que fomenta el odio, de la violencia que azota el país, del aborto, de los abusos del Estado y del capital, de los problemas familiares, del alcoholismo y el juego, de la santería, del egoísmo y la mediocridad.
Fue un mensaje muy normal y religioso cien por cien, que buscaba orientar a la gente. Los medios destacaron los elementos que tenían que ver con la realidad sociopolítica y el momento que vive Venezuela, pero mi objetivo era trasladar la llamada universal a la santidad; llevar a los fieles a Cristo, mostrarles la belleza de su vida, que eso les conquiste el corazón y se animen a conocerlo y a vivir el planteamiento que el Señor les hace. Un planteamiento que son los diez mandamientos, porque son autopistas de libertad. Una persona, en Venezuela o en cualquier lugar, que lucha por vivir el amor a Dios y al prójimo, materializado en los diez mandamientos, va por caminos de auténtica libertad. Ni el totalitarismo ni el pragmatismo marxista capitalista, ni el Estado ni el capital llevan a la persona a la libertad. Sólo el compromiso con el Evangelio, sólo Jesucristo, lleva al hombre por caminos de libertad.

La situación en Venezuela es convulsa, e incluso se han iniciado cadenas de oración por todo el mundo. ¿Cuál es la propuesta de la Iglesia para la sociedad venezolana?
A nosotros no nos preocupa un problema político y social en general, sino cada persona, esté en el bando que esté, porque cada persona tiene dignidad. Esta idea es muy importante y no se puede abandonar, pues sólo por este camino habrá una verdadera reconciliación. En este momento de Venezuela, sigue siendo válido nuestro Plan pastoral: llevar el Evangelio y la alegría de Jesucristo a los más alejados de la fe, sean los que sean. Yo aplaudo las cadenas de oración, pero cadenas de oración, ¿para qué? La única respuesta es para que conozcamos y amemos a Jesucristo, porque las consecuencias sociales que tiene eso son inimaginables. Por ejemplo, en la familia: la diferencia entre un esposo que ama a Dios y trata de vivir la vida cristiana, y uno que no tiene ese horizonte, es como ir de la generosidad, la abnegación y el amor, al egoísmo, el egocentrismo y el pragmatismo.

Usted recordó que «la violencia no sirve para vencer ni para convencer», pero no todos piensan así en su país.
En Twitter, al día siguiente, aclaré que la frase es de san Josemaría. No es de este momento, pero es una gran verdad. El hombre nació libre y nada ni nadie me puede quitar mi libertad interior, así que una violencia en contra de mi libertad, de mi expresión, de mi familia, de la educación que alguien quiera para sus hijos, una violencia económica que no permita desarrollar actividades nobles y lícitas, no puede ser el camino a seguir. La violencia nunca soluciona nada. El camino es conocer y amar a Jesucristo, para conocer y amar la vida plena.

¿Cómo se puede anunciar a Jesucristo a quienes no sólo están alejados de la Iglesia, sino que fomentan el odio contra ella y la combaten?
En Venezuela no hay odio a la Iglesia, sino un gran respeto y admiración, porque el compromiso por el Evangelio nos lleva a trabajar en los sitios más necesitados. Ése, a la vez, es nuestro reto. Los primeros cristianos no tenían Obispados, ni organizaciones, ni Alfas y Omegas, ni medios; y nunca faltaban dificultades. Pero por cómo vivían la fe se generó el Mirad cómo se aman. La Iglesia institucional es de derecho divino, pero su organización puede cambiar. Lo que no puede faltar, y lo que el Papa Francisco no quiere que falte, es el espíritu apostólico, misionero y evangelizador en cada persona y en cada estructura en la que haya un cristiano, y más si esa estructura es eclesial.

Sí, pero la Iglesia en Venezuela no lo tiene fácil: hay violencia, protestas e incluso han incendiado las puertas del Arzobispado de Caracas.
Yo suscribo todas las declaraciones del episcopado venezolano. Nadie puede negar que, cuando un joven protesta, lo hace porque quiere ser libre, y que tiene derecho a estudiar, a formar una familia, a tener seguridad económica- Esas protestas son legítimas y el episcopado ha recordado que hay que atenderlas. Lo que rechazamos es la violencia de cualquier tipo. Hemos recordado que hay que atenerse a la Constitución y a las leyes. A mí nadie me puede imponer una violación de las leyes: la puedo soportar o incluso dejarla pasar, pero nadie me la puede imponer. Lo que hemos hecho ha sido recordar lo obvio, que, por cierto, hay que atreverse a hacerlo. Nuestra labor es evangelizadora, pues el compromiso con el Evangelio siempre crea paz, armonía, convivencia. Por eso, el que catalogue a un sacerdote u obispo con categorías políticas, se equivoca. Yo no soy sacerdote ni obispo por una cuestión política, sino por Jesucristo.