Con ánimo de aclarar - Alfa y Omega

A lo largo de la historia de España ha existido un feminismo católico que ha luchado por la igualdad en clave de reforma social. María Bris, Juana Salas, Carmen Cuesta, Teresa Luzzati, Pilar Velasco o María Echarri son algunas de sus representantes. A ellas se suman Pilar Bellosillo, María Salas o Mabel Pérez Serrano. Todas estas mujeres, ya fuera a finales del siglo XIX y principios del XX, ya entrados los 60 del siglo pasado, no tuvieron miedo a pronunciar la palabra feminismo y a identificarse como tales sin dejar jamás de ser católicas ¿Por qué hoy de manera mayoritaria las mujeres de Iglesia sienten que no pueden tener nada que ver con el feminismo?

Hablar de emancipación de la mujer significa, fundamentalmente, luchar por remover todas las condiciones materiales y espirituales de la existencia que impiden que las mujeres puedan desarrollar plenamente su humanidad. Hablar de machismo o culturas patriarcales –lo ha hecho el Papa en Amoris laetitia, 54– no significa comulgar con el fundamento último del movimiento feminista, sino compartir criterios de juicio que nos ayudan a evidenciar cuestiones sociales que afectan principalmente a las mujeres.

Afirmar, como lo hace el propio magisterio de la Iglesia, que el reconocimiento de los derechos de las mujeres no radica en la maternidad, como tampoco en la esponsalidad, sino en su sagrada e inviolable dignidad, no significa denigrar a las mujeres que son madres y/o esposas. Hablar de género para distinguirlo del sexo no significa negar las diferencias sexuales, sino sostener que la asignación de roles es una cuestión cultural y no biológica. Denunciar todas las formas de violencia contra las mujeres no es condenar a los hombres al paredón, sino reconocer que existen formas de agresión culturalmente institucionalizadas que se alimentan de la idea de que la mujer es un objeto de libre disposición.

Las exigencias de justicia, que nacen del encuentro entre el Evangelio y la realidad en la que las mujeres viven, exigen que la Iglesia se comprometa en la superación de todo aquello que daña la dignidad de las mujeres, impide el desarrollo pleno de sus vocaciones, coarta su derecho a una promoción humana digna y traiciona los designios que Dios tiene para cada una de sus hijas. ¿Por qué esta propuesta no debería sentarse a dialogar con el feminismo?