El grafiti de la parroquia - Alfa y Omega

Durante unos años en el barrio respetaron la fachada de la parroquia, pero en los últimos meses la situación está cambiando. Proclamas políticas, acusaciones de ser una iglesia amante del dinero o formada por pederastas, han dejado su huella en los ladrillos. A los pocos días, en otro color, aparecía un «¡Viva Cristo Rey!», que añadía colorido y fealdad. En un primer momento viví una profunda tristeza porque sentía que había rabia en los mensajes, impotencia, vulnerabilidad. Llamamos al Ayuntamiento para informarnos sobre si lo podían limpiar ellos, o nos tocaba a nosotros. Un buen día un vecino decidió buscar una solución y con un color que se parecía poco al original, cubrió las pintadas. A los pocos días aparecieron más, como en una especie de competición. Al inicio de este año nos informamos de que una empresa era capaz de limpiar todos los grafitis y contratamos sus servicios.

Me ha ayudado ver cómo algo que estaba bien se estropea por el vandalismo, pero nunca el daño es irreparable, siempre hay posibilidades de restauración. Así es la obra salvadora de Dios con nuestras vidas. También en nuestro corazón hay pintadas, heridas, cicatrices, comentarios que nos hieren y ofenden, personas con actitudes vándalas que, en vez de embellecer, nos rompen, nos afean. Y hay épocas de nuestra vida en las que nos resignamos, intentamos disimular lo feo, lo sucio, lo roto, con una capa de maquillaje o de pintura que no es capaz de ocultar la agresión. Aceptamos con una indefensión aprendida que somos vulnerables, que nada podemos hacer para evitar el daño y el sufrimiento en nuestra historia. Pero es por pura ignorancia porque hay posibilidades reales de restauración y de renovación. Es lo que Jesús le dice a Nicodemo: «Jesús le responde: “Te aseguro que, si uno no nace de nuevo, no puede ver el reinado de Dios”. Le responde Nicodemo: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Podrá entrar de nuevo en el vientre materno para nacer?”. Le contesta Jesús: “Te aseguro que, si uno no nace de agua y Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”». (Jn 3, 3-5). Nacemos de nuevo por el Bautismo, por la fuerza restauradora del amor de Dios que nos hace nuevos.