«No estamos por encima de la ley» - Alfa y Omega

«No estamos por encima de la ley»

Cardenal o ciudadano de a pie, quien «ha cometido un crimen tiene que cumplir su pena», afirma Hans Zollner. Preguntado sobre la situación en España, el presidente del Centro vaticano para la Protección de Menores instó a las diócesis a investigar los casos de abusos y a abrir espacios de escucha a las víctimas

Ricardo Benjumea
Foto: Isabel Permuy

«Una persona que ha cometido un crimen tiene que cumplir su pena», sea cardenal o ciudadano de a pie. Así respondía el jesuita Hans Zollner, máximo responsable del Centro para la Protección de Menores del Vaticano, al ser preguntado sobre la condena por encubrimiento al purpurado francés Philippe Barbarin.

Sin entrar en los detalles concretos del caso («no soy jurista, soy psicólogo»; «no conozco la legislación francesa», se justificó), sí dejó claro que «si hay una negligencia comprobada, [el purpurado] tiene que cumplir la pena que el Estado impone. Nada más, nosotros no estamos fuera de la ley». Si bien acto seguido recordó el caso del arzobispo australiano Philip Wilson, condenado en primera instancia, y absuelto posteriormente.

«Cada diócesis está obligada a investigar»

En la tarde del miércoles, Zollner ofreció una explosiva conferencia en la Universidad Pontificia Comillas, en la que no dejó títere con cabeza, al denunciar la insensibilidad de muchos episcopados y congregaciones frente a las víctimas, o al lamentar que las grandilocuentes y «bellísimas» palabras que se pronuncian contra los abusos en la Iglesia, con frecuencia se quedan después simplemente en eso, en palabras.

El jueves tocaba atender a las preguntas de los medios de comunicación, muy centradas en la cuestión española y, en particular, a la negativa de la Conferencia Episcopal Española a emprender una investigación sobre los casos de abusos, dado que esta debe ser una decisión de las diócesis.

Tampoco sobre este tema quiso pronunciarse frontalmente, porque –dijo– «no conozco los estatutos de la CEE». Si bien, al mismo tiempo, elogió los precedentes de las investigaciones llevadas a cabo en Estados Unidos y Alemania, ambas por profesionales independientes aunque encargadas por los obispos. Y subrayó la obligación de cada diócesis de investigar los casos de abusos, citando nuevamente un precedente estadounidense, donde cada una debía rendir cuentas a un organismo auditor. Una diócesis se negó a cooperar, y «después de unos años tuvieron que entrar dentro de este proceso». Algo similar a lo que ocurrirá en otros lugares «porque la presión de la opinión pública será tan grande» que nadie podrá mantenerse al margen ni oponerse a la transparencia.

Escuchar a las víctimas

Otra de las actuaciones que, a su juicio, «cada Iglesia local tendría que tomar después del encuentro de febrero [en el Vaticano]» es «abrir a las víctimas la posibilidad de comunicarse como y cuando quieran. De ello –reveló– conversó largamente en la víspera con el obispo de Astorga y presidente de la comisión encargada de actualizar los protocolos de actuación de la CEE. Al teléfono habilitado por la diócesis castellano-leonesa, contó, están llamando personas de otras diócesis que carecen de un servicio semejante.

«Lo más importante para las víctimas es ser escuchadas», dijo Zollner. «Quieren expresar su ira, su rabia, su desolación, su depresión, su llanto…».

«Mucha gente que ha recibido este tipo de escucha se queda satisfecha y no quiere otra cosa», añadió. «Muchos de ellos no quieren denunciar, no quieren sacar dinero. No quieren siquiera acompañamiento terapéutico. Otros sí, pero nosotros, como Iglesia, podemos entender que lo fundamental y más importante es acercarnos a las víctimas de una manera más cercana, mas humana, más espiritual…». Hay «una responsabilidad moral» en ello. Solo así «cumplimos con el mandamiento del señor, que nos dice que estamos llamados a curar heridas», dijo.

La responsabilidad, sin embargo, no se limita a los obispos. «Si hay personas en las diócesis dispuestas a abrir centros de escucha, bienvenidos. Todos tenemos posibilidad de actuar», y si «hay un movimiento en la base, entre la gente normal, en las parroquias, en las escuelas…, los líderes de la Iglesia les seguirán».

Siguiente paso, los abusos contra adultos

Para todo ello se necesita «un cambio de mentalidad». Ese ha sido a su juicio el gran logro del encuentro de presidentes de episcopados y superiores religiosos con el Papa, en el que tuvo un protagonismo central el testimonio de las víctimas. Al margen de los cambios legislativos y de las instrucciones que prepara Roma sobre cómo aplicar las normas contra los abusos, Zollner destacó el cambio en «la actitud de la personas que vinieron, por ejemplo de África y de Asia», que «al principio decían: “No sabemos por qué estamos aquí; este no es un problema nuestro, sino de Occidente”, pero después de tres días volvieron a su país con un conocimiento mayor y un corazón cambiado».

Mención aparte hizo de las víctimas adultas, caso de religiosas, seminaristas y también feligreses. «En el año 2000, una religiosa irlandesa escribió un informe sobre esto… Desapareció. Años más tarde, se hizo otro informe… Desapareció».

Tras abordar como primera prioridad el abuso contra menores, añadió, «creo que el próximo paso será bueno que sea un de código conducta» similar al que existe en el mundo anglosajón , con «oficinas que no tratan de abusos a menores, sino acusaciones de adultos por abusos de poder, de conciencia, sexual…».