¿Preparados para la inteligencia artificial? - Alfa y Omega

¿Preparados para la inteligencia artificial?

Se va gestando un severo aumento de la desigualdad, ante la que el Estado –vaticinan algunos– terminará declarándose impotente

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Foto: EFE/Andreu Dalmau

A pesar de que confiesa ser «un desastre» en el manejo de la tecnología, a lo largo de su pontificado Francisco ha mantenido encuentros con responsables de varias de las empresas más punteras del mundo: Tim Cook (Apple), Mark Zuckerberg (Facebook), Kevin Systrom (Instagram)… El último en visitar el Vaticano ha sido el presidente de Microsoft, Brad Smith, recibido por el Papa el 13 de febrero para hablar sobre el uso ético de la inteligencia artificial y cómo cerrar la brecha digital entre países ricos y pobres. Al Obispo de Roma de Roma le preocupan especialmente las consecuencias sociales de la revolución tecnológica en la que se encuentra inmerso el planeta, y quiere abrir un debate en la Iglesia católica. Con la robótica y la inteligencia artificial, habrán desaparecido en 2030 entre 400 y 800 millones de puestos de trabajo, en torno al 15 %, según el ya clásico estudio de McKinsey Global Institute. Junto al ejemplo de los de millones de conductores que serán remplazados por vehículos automáticos en las próximas décadas, la amenaza se cierne sobre profesiones como la abogacía, la medicina o el periodismo, apuntan varios estudios. Nada que no haya sucedido en las revoluciones anteriores, de las que terminaban emergiendo después nuevas ocupaciones. Hoy, sin embargo, muchos expertos dudan de que los empleos destruidos vayan a recuperarse. Lo cual –apuntan– no necesariamente es malo, sino que vamos a una «sociedad del ocio», con jornadas laborales más cortas y abundante tiempo libre, que con los incentivos adecuados puede ser invertido en voluntariado o el cuidado de los más vulnerables. Los indicios, sin embargo, sugieren que no será fácil orientar la nueva economía por esos derroteros. Los aumentos de productividad se concentran en determinados perfiles profesionales, que no solo no acortan, sino aumentan su jornada laboral, a la par que sus ingresos. Se va gestando una severa dualidad, un fuerte aumento de la desigualdad, ante la que el Estado –vaticinan algunos– terminará declarándose impotente, adoptando a lo sumo paliativos como una renta básica universal o impuestos a las máquinas.

Son debates que tal vez a muchos les suenen a ciencia ficción, pero esperan a la vuelta de la esquina. Francisco lo sabe, y su empeño es que la Iglesia tenga una palabra significativa que decir.