Así se construyen espacios de esperanza - Alfa y Omega

Así se construyen espacios de esperanza

Para los obispos, la clave del resurgimiento de una sociedad «asfixiada por la crisis», como ellos mismos la definen, está en manos de los propios españoles. Ya hay quienes generan esos espacios de esperanza que piden los prelados en su Mensaje para el Día de Caridad. Personas como Gloria, que comparte su hogar con personas sin techo, o los vecinos de Villacañas, que han cedido sus tierras a una cooperativa social, muestran que ser caritativo está al alcance de todos

Cristina Sánchez Aguilar
Se generan espacios de esperanza «cuando respondemos con gestos sencillos y cotidianos de solidaridad ante las necesidades de los hermanos»

España está asfixiada por la crisis. Lo certifican algunos indicadores «verdaderamente preocupantes», afirman los obispos de la Comisión episcopal de Pastoral Social en su Mensaje para el Día de la Caridad. Destacan cuatro: el primero es que, «tras seis años de crisis, las personas que no padecen ningún tipo de exclusión social se han convertido en una estricta minoría». Otro es que «la fractura social entre aquellos que se encuentran en la franja de integración y los que se encuentran en situación de exclusión se amplía». El tercero es que «la clase media decrece y transita, en buena parte, hacia espacios de exclusión». Y, finalmente, los obispos recalcan que «los datos más recientes de algunos estudios sociales —como Eurostat o el estudio Análisis y perspectivas 2014 de la Fundación Foessa— y la experiencia de nuestras Cáritas nos hacen sentir una gran preocupación por el aumento progresivo de la desigualdad, por la reducción de los servicios sociales, por las dificultades de acceso a la vivienda, por la bajada en el nivel medio de la renta y por el índice creciente de la pobreza infantil».

Ante este panorama, los obispos de la Comisión episcopal de Pastoral Social piden, en el día del Corpus —«fiesta que invita a entrar en el misterio de amor y esperanza que es la Eucaristía»—, que los católicos «generen espacios de esperanza». Y no se quedan en la teoría, sino que dan una serie de claves para que cada uno, desde el lugar donde le ha tocado vivir, pueda construir dichos espacios.

Se generan espacios de esperanza «cuando respondemos con gestos sencillos y cotidianos de solidaridad ante las necesidades de los hermanos»

Un gesto sencillo de solidaridad es el que pusieron en marcha hace mes y medio Jaime y su comunidad, Locos hacia Nínive. Removidos por las palabras del Papa en Lampedusa —«¿Quién ha llorado por estos hermanos?», inquirió el Pontífice tras el naufragio que se cobró la vida de más de 300 personas en la isla italiana—, este grupo de laicos, nacido al amparo de los Hermanos de la Sagrada Familia, decidió alquilar un piso en el barrio madrileño de Moratalaz para acoger a tres inmigrantes sin papeles. «Como tienen difícil el acceso a la vivienda, a la sanidad, a un trabajo…, a todo, quisimos ponérselo un poco más fácil», cuenta Jaime. Hasta le han puesto nombre al proyecto, que avanza despacio pero seguro. «Nos llamamos Nazaret, un lugar caracterizado por la acogida, que también es nuestro carisma», asegura el joven. De momento, sólo pueden pagar los gastos de dos inmigrantes, «pero queremos llegar a acoger a tres», explica Jaime. Además de sufragar el alquiler, dan a los chicos —uno cristiano y otro musulmán— una especie de paga mensual para que puedan salir de casa y tener una vida lo más normal posible, y los miembros de la comunidad les acompañan todo lo que pueden en las meriendas, en las cenas y los fines de semana. «Todo esto es posible porque la caridad de la gente es muy grande. Hasta el propietario del piso resultó ser catequista de una parroquia cercana y nos facilitó muchísimo el alquiler», añade. Los jóvenes han llegado hasta el Proyecto Nazaret a través de un sacerdote, el padre Jorge, que trabaja con inmigrantes en Madrid y tiene acogidos en su casa a otros seis.

Se generan espacios de esperanza «cuando reconocemos la función social de la propiedad, el destino universal de los bienes y defendemos los derechos de los más pobres, aun a costa de renunciar a algún derecho los más favorecidos»

Los vecinos de la localidad toledana de Villacañas (poco más de 10 mil habitantes) ofrecen un ejemplo muy claro sobre el sentido de la expresión función social de la propiedad. Hace unos meses, fundaron la Asociación Azafrán Solidario de La Mancha —www.azafransolidario.org—, una cooperativa agrícola social para generar empleo. «Todo ha sido posible gracias a que varios vecinos nos han cedido tierras de cultivo que no estaban trabajando», explica Manuel Huete, su portavoz. La Asociación está preparando 15 hectáreas de terreno —150.000 metros cuadrados— para cultivar, y no dejan de llegar ayudas de todos los habitantes del municipio. «Si necesitamos un tractor, alguien rápidamente nos lo presta. O como ha ocurrido este fin de semana, que un vecino nos ha prestado una nave para tener como oficina», afirma Huete. Una de las vecinas que cedió sus tierras es María del Carmen: «Cuando supe que esta asociación estaba dispuesta a crear empleo en el pueblo no me lo pensé. Yo tenía una tierra parada desde hace 15 años, y me daba mucha rabia no poder hacer nada con ella, así que fue una alegría encontrar a los dueños óptimos», cuenta la mujer, que reconoce «que, ver volcada a toda Villacañas con el proyecto, es una satisfacción. Queremos salir de esta crisis, y la gente se está moviendo para conseguirlo». Y mientras tanto —añade—, los vecinos están descubriendo que «cuanto más se abre uno, cuanto más entrega, más recibe».

Se generan espacios de esperanza «cuando creamos una nueva mentalidad que nos lleva a pensar en términos de comunidad» y «cuando apostamos por los más débiles, promovemos el desarrollo integral de los pobres y cooperamos para resolver las causas estructurales de la pobreza»

Gloria Iglesias es una mujer madrileña, prejubilada, que ha convertido su casa particular en una casa de acogida para personas sin hogar. «Llevo toda mi vida siendo voluntaria: he trabajado con niños, con personas enfermas, con mujeres víctimas de violación…, pero fue hace 15 años, después de un viaje a la Virgen de Lourdes, cuando regresé a Madrid y supe que tenía que hacer algo más que dedicar unas horas de mi vida a estas personas», cuenta la fundadora del Proyecto Gloria. Hoy, vive con 10 personas en una piso del barrio de Legazpi, pero son más de 170 los que han pasado por esas cuatro paredes. «Mi casa está abierta para todos: para personas enfermas, sin recursos, toxicómanos en rehabilitación… Ahora tengo a un chico recién trasplantado de un riñón, y cuido de él», explica la mujer, que, durante años, ha compatibilizado este día a día de su hogar con un trabajo en Iberia.

«No hay fecha de entrada y de salida, porque cada persona necesita su tiempo. Ésta es su casa hasta que Dios quiera», sostiene Gloria, que ahora está prejubilada, y reconoce que el dinero no llega para todo. Por eso, ha montado un proyecto de restauración y venta de muebles de segunda mano. «Con lo que sacamos del proyecto, vamos pagando el alquiler de la casa y la comida», explica. Porque Gloria no percibe ninguna subvención, y eso que trabajadores sociales, hospitales y centros de acogida que no tienen sitio, derivan a las personas sin hogar hasta su casa. Pero ella no desfallece: «Éste es su hogar, un lugar donde vivir, donde morir acompañado, donde descansar…». Más información del proyecto en www.donamuebles.com

Se generan espacios de esperanza «cuando contribuimos a una economía al servicio del ser humano, no del dinero y el mercado»

Eva Montoto (en la foto de la derecha), una joven venezolana afincada en Madrid, tras trabajar 14 años en una conocida empresa de promoción cultural, dejó su empleo y montó www.llenadegracia.net, una tienda online de artesanía religiosa. «No tenía ninguna garantía económica, al revés: al principio sólo invertía más y más dinero. Pero me quise arriesgar, porque siempre tuve en mi corazón la inquietud de poner mis talentos al servicio de Dios y de la Iglesia». Eva reconoce que su decisión no fue un impulso, sino fruto de una meditada oración: «He visto la mano de Dios en cada momento, por eso no tengo miedo de fracasar». Y aunque va creciendo de forma lenta, se van viendo los resultados. Sus productos -regalos para bautizos, bodas, comuniones, piñatas, joyería, y hasta una línea de ropa- «cada vez van gustando más y encuentran su sitio en tiendas religiosas, como la de la catedral de la Almudena, o las tiendas de los santuarios de Schoensttat», explica. Algo que nació con la humildad de dar a conocer la bondad de Dios y que ahora, gracias al esfuerzo de Eva y la Providencia, se puede encontrar en lugares como Suiza o la República Dominicana. «¿El secreto? No buscar el lucro. Esto no es un negocio, es una vocación», concluye.

Cáritas Española afirma que la única vía para humanizar es lo comunitario

Cáritas Española se suma a la petición de los obispos españoles para este Día de Caridad. Con el lema Construyendo espacios de esperanza, invita a la sociedad española a que se una a las propuestas que ofrece la Conferencia Episcopal Española. Porque, como dice el manifiesto elaborado por la organización para este día, «son muchas las cosas que oscurecen la esperanza de multitud de personas: el paro, la pobreza, la pérdida de derechos, la falta de ayudas, la exclusión, el desamparo, la falta de futuro…». Por eso, el único camino de humanización, añaden, es lo comunitario: «Construir grupos humanos solidarios, donde todos están vinculados los unos a los otros, porque la suerte que pueda correr su prójimo es su misma suerte». Ya hay muchos que lo hacen. Ellos, dicen desde Cáritas, «son signos de esperanza».

Para dar a conocer los cientos de proyectos que se impulsan desde las Cáritas parroquiales de toda España, las 70 Delegaciones diocesanas llevan todo el mes de junio saliendo a la calle para dar informar sobre los objetivos de su campaña anual y rendir cuentas de la actividad del año 2013. Por ejemplo, el domingo se reunieron más de 300 voluntarios de Cáritas y miembros de la pastoral diocesana junto a la catedral de Canarias, para sensibilizar a los viandantes sobre la importancia de plantarse ante las injusticias que llevan a miles de familias en Canarias a vivir situaciones de pobreza y exclusión. «Queremos un futuro donde la dignidad de todas las personas esté por encima del dinero», pedían en el manifiesto.