Cuando la boda no llega - Alfa y Omega

Cuando la boda no llega

A pesar de que el número de matrimonios en España se mantiene estable desde hace ya varios años, el de enlaces canónicos está en un descenso cada vez más pronunciado, un asunto que están estudiando los obispos españoles, como confirma a este semanario el secretario general de la CEE. Desde parroquias y comunidades se trabaja también para ofrecer cursillos prematrimoniales más atractivos. Y también más exigentes

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: Pixabay.

De 163.636 en el año 2000 a 46.556 en el año 2017: es la cifra de matrimonios canónicos que se celebran en España. Las estadística evidencia un desplome general en el número de parejas que toma la decisión de casarse por la Iglesia. Se podría argumentar que es la propia institución del matrimonio –civil o religioso– la que está en crisis, pero los datos lo desmienten: en 2017 se celebraron en España 173.626 enlaces. Esta cifra indica que mientras la cifra total de matrimonios se mantiene más o menos estable en los últimos años, o incluso toma una trayectoria ascendente, la cifra de matrimonios católicos sigue bajando. Si hace apenas 20 años los matrimonios religiosos constituían más del 75 % del total, hoy no llegan al 27 %.

Este fenómeno preocupa y mucho en la Iglesia en España. De hecho, un informe sociológico de consumo interno ha sido presentado en la sede la Conferencia Episcopal, como confirma a Alfa y Omega monseñor Luis Argüello, secretario general del episcopado: «Uno de los datos de carácter interno que manejamos, entre otros asuntos, es este. Por otro lado, son datos públicos que vamos utilizar para nuestra propia reflexión. Tenemos que tener en cuenta lo que hay. Y no cabe duda de que el matrimonio y la familia constituyen uno de los desafíos que tenemos por delante».

Esta sensación la confirma el sociólogo Fernando Vidal, responsable del Informe Familia, que presentará su segunda entrega en el mes de abril precisamente sobre este tema: la nupcialidad. «En general la gente tiene un aprecio fuerte del matrimonio, pero también se aprecia un fracaso del matrimonio normalizado», afirma.

Preocupación de las diócesis

¿Cómo hacer más atractivo el matrimonio cristiano entre una juventud inmersa en un contexto con marcada tendencia a la secularización y el materialismo? Entre las muchas variables que influyen en este fenómeno, numerosas parroquias, asociaciones y movimientos de distintas diócesis llevan tiempo trabajando en cuidar más la preparación al matrimonio, apostando por unos cursos más extensos y más profundos, en la línea de lo que el Papa Francisco lleva reclamando en sus últimos discursos a la Rota Romana: la necesidad de instaurar un catecumenado prematrimonial para los novios.

Luis Argüello coincide al manifestar «la preocupación de todas las diócesis, desde que se publicó Amoris laetitia, por cuidar más la formación del matrimonio», adelantando que la Subcomisión Episcopal de Familia de la CEE está trabajando en unos materiales para cursos más largos que pondrá a disposición de todas las diócesis y agentes de pastoral familiar. «En general, la Iglesia está tomando conciencia y está trabajando ya en poner el foco en la preparación próxima al matrimonio, no tanto en la inmediata [la que tiene lugar justo antes de la boda, el tradicional cursillo previo a la celebración]», señala el obispo auxiliar de Valladolid y secretario general de los obispos españoles.

El párroco de la Concepción con el grupo de novios. Foto: Parroquia Concepción de Nuestra Señora.

El método de trabajo que se está implantando tiene una doble dirección: dar formación a los novios que todavía no tienen fecha de boda, y ofrecer una preparación más larga y completa a los que ya han decidido casarse. En ambos casos, el modelo consiste en un curso de carácter extensivo, con ocho o diez sesiones, una por semana, para dar tiempo y espacio a los novios para que dialoguen sobre lo tratado y elaborar mejor el discernimiento de su noviazgo.

Esa es la apuesta que lleva años haciéndose ya en varias parroquias y vicarías de Madrid, como explica María Bazal, del matrimonio recientemente encargado de la Delegación de Laicos, Familia y Vida: «La idea es cambiar el formato de la propuesta de pastoral prematrimonial: que haya un recurso previo para novios sin fecha de boda y que, una vez tomada la decisión de casarse, se complete la formación con una inmersión más fuerte en determinados temas. Se van a extender en el tiempo no solo para que los cursos sean más largos, sino sobre todo para hacerlos más profundos. Además, vamos a preparar nuevos materiales para que este momento de la vida de la pareja sea ocasión para que se enganchen de manera más activa a la vida de la Iglesia».

Formación sin avasallar

Así se hace ya en la basílica de la Concepción de Nuestra Señora desde hace dos años, cuando se sustituyó el tradicional cursillo de fin de semana por un catecumenado prematrimonial de nueve semanas, «respondiendo a la invitación del Papa a que la preparación no se limite a unas pocas reuniones y ya está», afirma su párroco, José Aurelio Martín. Desde que tomaron la decisión, el número de parejas que se apuntan al curso en la parroquia ha descendido considerablemente: «Antes venían 200 y ahora hay 15. Los que quieren el cursillo de fin de semana lo pueden hacer en otras parroquias de la zona, aunque yo creo que la modalidad larga debería extenderse a toda la diócesis, porque así se pueden trabajar con más tranquilidad los temas, y no se les avasalla con un montón de temas en dos días. Los novios también pueden ir hablando de cada tema con tiempo, durante una semana entera, y eso permite el diálogo y la reflexión que son tan importantes en esta etapa de discernimiento».

Además de ello, el hecho de que el cursillo sea más largo «permite acompañar la religiosidad a veces tan pobre con la que vienen los novios, algo que en un fin de semana no se puede llevar a cabo». Por último, esta modalidad permite una continuidad a los cursos con la creación de un grupo de parejas que ya se han venido tratando durante semanas, y que mantienen la relación y el acompañamiento tras la boda y en los primeros años del matrimonio, los más delicados de la vida en común según las estadísticas: uno de cuatro matrimonios se rompe en ese esa primera fase del matrimonio. Concretamente, en la Concepción funciona un grupo de matrimonios a los que llaman grupos ITV, al que «poco a poco se van incorporando parejas si lo desean, con los hijos que van naciendo, y que permiten una relación estable entre parejas jóvenes, con mucha alegría», concluye el párroco.

También para los alejados

Este mismo sistema se utiliza también en otras parroquias, vicarías y centros de orientación familiar (COF). Por ejemplo, en la vicaría V se decidió crear un cursillo de larga duración «a petición de los propios agentes de pastoral familiar, que demandaban poder tratar los temas con mayor profundidad y crear unas relaciones más fuertes», explica el vicario Juan Pedro Gutiérrez.

El vicario explica que este modelo no solo es el elegido por los novios de mayor experiencia de fe, sino que también resulta atractivo para parejas que ya conviven e incluso algunas que ya tienen hijos en común. Además, un elemento fundamental es la acogida a cargo de un matrimonio que tiene una primera entrevista a solas con los novios y luego los acompaña a lo largo del curso, e incluso después de la boda si lo desean. «En realidad se trata de implantar una dinámica evangelizadora, para mostrar la belleza del amor según la mirada de la Iglesia, cuidando mucho las relaciones entre las personas y no dejando a los novios solos», señala el vicario.

Juan Pedro Gutiérrez y los novios en un momento de compartir. Foto: Parroquia Nuestra Señora de las Delicias.

Por su parte, en el COF Hogar de la Misericordia, tienen claro que la preparación prematrimonial «no consiste solo en recibir información o conseguir el certificado» que permite el matrimonio canónico, sino «que debe haber espacio y tiempo para que se dé un proceso interior», cuenta Cristina Pérez, coordinadora de formación del COF. El modo de articular la preparación en este centro consiste en nueve sesiones que terminan con una oración en la capilla. «Una de las cosas más bonitas que podemos ver es la conversión de personas que gracias a estos cursos se acercan a la Iglesia, desmontando prejuicios que puedan traer en la mochila», afirma.

En la parroquia de Santa Teresa Benedicta de la Cruz también se ha introducido el modelo de cursos más largos pero mantienen los de fin de semana, en un modelo mixto que su párroco, Andrés García Serrano, justifica porque «hay jóvenes que no se van a lanzar a hacer el modelo extenso y al menos algún bien se les hace» con los cursos más cortos. Por eso, además de introducir una preparación «más profunda y sosegada» para los que quieran una formación más exigente, mantiene los otros «para poder alcanzar de alguna manera a los más alejados».

Un acompañamiento posterior

En general, «la gente tiene un mayor aprecio por una formación que consiste en compartir y dialogar», explica Fernando Vidal, responsable del Informe Familia, quien pone como ejemplo la formación que imparten de desde hace ya varios años los Centros de Preparación Matrimonial (CPM) en varias diócesis españolas: Barcelona, Tarragona, Lérida, Castellón, Tarrasa, Valencia, Zaragoza y Santander. Su responsable en la ciudad condal, Juan Mezo, confirma que el objetivo principal es «que los protagonistas de la preparación sean los propios novios, en un proceso que es a la vez individual, de pareja y de grupo». Así, los novios «descubren el diálogo como base de la pareja: ven la necesidad de compartir tu vida con otras parejas y descubren también la fuerza de la comunidad». Al mismo tiempo, cuando termina el curso «se les invita a continuar con las reuniones, sin forzar, bajo el acompañamiento de un matrimonio que les hace de guía».

El hecho de que los novios puedan tener la posibilidad de prepararse mejor y con más tiempo para el matrimonio redunda en su propio beneficio, como explica Cristina Pérez, del COF Hogar de la Misericordia: «Para las parejas es un regalo. Porque es una pena que a veces se vean los cursillos como un trámite para casarse. Nos pasamos la vida estudiando y formándonos para muchas cosas e invertimos mucho tiempo y esfuerzo en multitud de actividades, pero no para crecer en el amor, lo que al final es algo bueno, necesario, positivo y enriquecedor».