Algo se te clava - Alfa y Omega

Algo se te clava

Maica Rivera

Que Ray Loriga publique novela siempre es una fiesta. Pero lo mejor es poder celebrar que, manteniendo el espíritu rebelde de leyenda, sigue superando las expectativas. Tanto el planteamiento estructural como narrativo de arranque ya son alta seducción. Tenemos una historia muy ambigua dividida en dos partes, dos jornadas que acontecen en Madrid, consecutivas desde el punto de vista emocional, al estar unidas traumáticamente por una anécdota ominosa, pero separadas en el tiempo por 25 años. Culminan en un breve pero intenso epílogo desde México D. F.

Todo empieza un sábado estival de 1988 desde donde saltamos, allá por la mitad del libro, sin red, hasta un domingo de otoño de 2013. Esa correlación de los días de la semana responde a un juego melancólico que solo los hipersensibles comprenden. El sábado es la historia del adolescente Federico, quien cuenta, en primera persona, al estilo Salinger y El guardián entre el centeno, cómo en una salida con su colega Chino se ligan a una joven camarera venezolana una noche de la que apenas le queda, por culpa de un ataque de epilepsia, el recuerdo cruento de un disparo diluido en un escenario sospechosamente vacío y limpio de pruebas de lo acontecido. Huye sin querer volver a saber de sus compañeros de juerga, cuya suerte desconoce. De ahí pasamos al domingo del Federico adulto, triste e insatisfecho, periodista y escritor frustrado que ha seguido acumulando malas decisiones. Al acompañar a su hija a una fiesta escolar, a raíz de una charla con una desconocida oculta tras un disfraz, le regresa el bumerán del funesto incidente sin resolver que no ha podido olvidar, lastrado por la culpa. A partir de aquí, el registro va tornando al de un Nick Hornby en Alta fidelidad, con un giro maestro a lo tragicómico.

Sábado, domingo representa el arte sencillo de contar. No es qué cuenta Loriga, es cómo lo cuenta desde lo íntimo, profundizando sin complejos, impactándonos, fingiendo descuido, sin darse importancia, y desdramatizando, divertido, nuestras pequeñas miserias. Nos devuelve el lujo de leer por el más puro placer de leer. Junto a una capacidad maravillosa de reírse de sí mismo y de ciertas taras contemporáneas, su prosa inteligente perfila una viva figura del perdedor inmaduro y socarrón, a la vez tierno y entrañable. Deja caer bombas dolientes tales como que «vives como si nada hasta que algo se te clava, y después se trata de sacarse esa espina, más que de seguir viviendo». Y nos hace confesiones como que prefiere perder la pareja de guantes a uno solo porque así evita mejor el dolor de la ausencia.

Forzado por las circunstancias, el protagonista, en crisis perpetua como un eterno Holden Caulfield, ha de superar el pasado para descubrir que el verdadero desafío le espera después: encarar el futuro. Como símbolo, los lazos amarillos de los robles del tema folk de Tony Orlando. No es un personaje desencantado sino herido por amor: obsesionado por la idealización de su prima y con el corazón roto por un divorcio, acusa la soledad del escritor que busca y no encuentra dónde reposar su pluma para hallar la paz.

Sábado, domingo
Autor:

Ray Loriga

Editorial:

Alfaguara