Libros - Alfa y Omega

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Ricardo Benjumea

De la Kipá a la cruz (ed. Rialp) es una de las historias más fascinantes -y alambicadas- jamás contadas de conversión. En apenas 160 páginas de adictiva lectura, Jean-Marie Élie Setbon (su nombre de Bautismo) narra un tortuoso camino de largos años hasta el cristianismo, iniciado en la más tierna infancia, en el seno de una familia judía secularizada de París. La Providencia le hizo pasar primero por el Ejército israelí, con el que combatió en el Líbano, experiencia tras la cual abrazó una militancia religiosa ultraortodoxa. De vuelta a Francia, se casó, tuvo siete hijos (educados en la estricta observancia judía) y enviudó. Unos años después, dio el salto definitivo hacia el cristianismo…

La conversión supuso para él dejar una doble vida, especialmente intensa y problemática en algunos momentos de su existencia, desde que, siendo niño de ocho años, por pura atracción hacia un crucifijo colgado en la pared durante unas vacaciones familiares, empezó a sentir una extraña y cada vez más intensa fascinación por Jesús. Empezó a ir a la iglesia a escondidas, hasta que un cura algo torpe frustró su intento de conversión en la adolescencia. No supo cómo reaccionar ante aquel chico que le abordó en el confesionario: «Soy judío y quisiera ser cristiano». El sacerdote le miró con cara asustada y se marchó corriendo: «¡No te muevas, espérame. Vuelvo enseguida!» Para entonces, claro, el joven ya no estaba allí.

Ya adulto y viudo, se decide a dar el paso, pero la cosa no es tan sencilla como había supuesto. «Estoy cansado de este Dios que juega al escondite», llega a desesperarse. Quiere creer; cree con el corazón, pero no lo consigue con la cabeza… Una serie de intervenciones providenciales (y sobrenaturales) culminan ese proceso, que -afirma- le enseña que la fe es pura gracia, don. Empiezan entonces importantes cambios en su vida. «Mis hijos, que me han viso siempre vestido como rabino, me ven ahora vestido como todo el mundo, en jeans, camisa o camiseta». Ellos le siguen en su tránsito hacia la Iglesia, pero no todo le va a resultar tan fácil. Su comunidad, sus antiguos amigos, le dan la espalda. Se convierte en un judío renegado, pero él no reniega de sus raíces; al contrario. «Espero que mis hermanos judíos según la carne tengan la curiosidad o me hagan el favor de leerme para intentar comprender, pues es desgarrador oír decir o pretender que yo haya traicionado la fe de mi pueblo, mientras amo al judaísmo en todos sus componentes y con todo mi ser», escribe en el prólogo de este libro. En cuanto a sus hermanos cristianos, Jean-Marie Élie Setbon espera que este testimonio les sirva para «reavivar su fe». Mirar esa fe desde fuera, volver a descubrirla con ojos nuevos, es uno de los grandes dones que pueden transmitir a los demás los conversos. Pero, además, este libro cumple el inestimable servicio de ayudar al lector a entender mejor la relación entre Antiguo y Nuevo Testamento, y empezar a familiarizarse con las raíces judías del cristianismo, en cuya comprensión, como dijo hace unos días el Papa en Jerusalén, la Iglesia debe aún profundizar.