Jacinto Convit, el médico amigo de los leprosos - Alfa y Omega

Jacinto Convit, el médico amigo de los leprosos

Cristina Sánchez Aguilar

El doctor Jacinto Convit ha pasado a la historia de la Medicina moderna por su lucha contra la lepra, lo que le valió la nominación al Premio Nobel en 1988. Pero lo que realmente marcó toda su carrera fue la humanización del trato a los pacientes afectados con esta enfermedad.

Nacido en Caracas en 1913 (el Papa Francisco le envió una bendición en su 100 cumpleaños), y fallecido el pasado mes de mayo, este hijo de padre catalán y madre venezolana pisó la leprosería de Cabo Blanco nada más graduarse en Medicina. Y fue aquella visita lo que marcó la vocación a la que dedicó toda su vida: allí encontró a 1.200 personas hacinadas en una casona, repudiados por sus familias, que llegaban encadenados y custodiados por guardias armados. «No podía imaginar lo que era sentirse así», declaró en muchas ocasiones. Así que, lo primero que hizo, al hacerse cargo de numerosas leproserías en Colombia, fue tratar a los enfermos como personas, con derechos y dignidad. «Debemos evitar que la Medicina se convierta en un campo sólo de dinero, y no olvidar que es una profesión humanista», decía. Además, fue pionero en el tratamiento de enfermedades infecciosas como la Leishmaniasis, la oncocerosis -enfermedad causada por un gusano- o las diarreas infantiles. No llegó a recibir el Nobel, pero sí el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 1987. «Somos médicos para cumplir una misión, no para ganar dinero con el dolor ajeno», fue una de sus frases más repetidas.