El cardenal Rouco habla sobre la abdicación del Rey: «Sólo tengo palabras de gratitud hacia los Reyes» - Alfa y Omega

El cardenal Rouco habla sobre la abdicación del Rey: «Sólo tengo palabras de gratitud hacia los Reyes»

Los católicos tienen mucho que agradecer al Rey don Juan Carlos. Su renuncia al derecho a la presentación de obispos —resalta el cardenal Rouco— «fue un gesto de gran significado histórico», decisivo para el reconocimiento de la libertad religiosa en España. Y tan importante como eso, ha sido, durante estos casi 40 años, como el Rey ha vivido abiertamente su propia fe, ejerciendo su derecho a la libertad religiosa «con naturalidad, con normalidad, sin agraviar a nadie»

Redacción
Los Reyes de España y el cardenal Rouco, en el funeral por los 10 años de los atentados del 11-M, en la catedral de la Almudena

¿Le ha sorprendido la noticia de la abdicación del Rey?
Ciertamente me ha sorprendido, pero no me ha desconcertado. Podía ser que su Majestad no se encontrara con fuerzas para seguir desempeñando la Jefatura del Estado… El propio Rey ha explicado bien las razones, que son fácilmente comprensibles. La monarquía, como fórmula constitucional de organización del Estado, incluye, por un lado, la posibilidad de este tipo de decisiones personales que no son previsibles con exactitud en sus plazos, pero también tiene la ventaja de ofrecer una estabilidad al margen de los acontecimientos políticos e históricos, y supone, para el país que ha adoptado constitucionalmente el sistema monárquico, un plus muy positivo, sobre todo con sociedades tan dinámicas como las nuestras. Y, por otro lado, la monarquía tiene el valor, de manera muy especial en España, de unir al presente una más que milenaria Historia y una previsible proyección hacia el futuro. Un valor y un peso muy grande a la hora de hacer un balance o un juicio moral y ético acerca de las distintas formas de organización del Estado. La Iglesia no entra a juzgar las opciones de las sociedades y de los pueblos a la hora de elegir las fórmulas constitucionales de organización de poder del Estado, pero en la situación concreta de España tenemos que subrayar esos aspectos tan valiosos de lo que ha significado la institución monárquica para la historia de España, y más concretamente la monarquía que se instaura en el año 75, en virtud de la legitimidad histórica, que encuentra apoyo constitucional y el refrendo del pueblo español en 1978.

Usted ha tenido usted un trato muy cercano durante muchos años con Don Juan Carlos: podríamos hablar de la boda de los Príncipes de Asturias, de los bautizos de los nietos del Rey… ¿Cómo describiría el trato con él?
Yo empecé a tratarlo en Santiago de Compostela, un lugar donde se conserva una de las tradiciones más fielmente conservadas y cultivadas por la monarquía española, que es la ofrenda del Rey y de las antiguas Cortes al Apóstol Santiago, Patrono de España. De manera que sí, desde esos años (como obispo auxiliar de Santiago y después como arzobispo), he podido disfrutar de un trato cercano con su Majestad el Rey y con su Majestad la Reina. Y con respecto a esos momentos tan importantes en la familia real como los que menciona, siendo ya arzobispo de Madrid, no tengo hacia ellos más que palabras de gratitud y de reconocimiento por el trato con el que siempre me han distinguido, y por la forma sobria, pero llena de sensibilidad y finura espiritual, con que pudimos celebrar esos momentos tan entrañables y tan hondos de la vida de su familia.

El Rey don Juan Carlos I, con Pablo VI (1977)

Situémonos en la Transición. ¿Abrió la renuncia del Rey Juan Carlos a la presentación de obispos una nueva etapa en España en lo que respecta al reconocimiento de la libertad religiosa?
Sin duda. Fue un gesto de gran significado histórico. El derecho de presentación de los candidatos a obispos venía de los Reyes Católicos. En 1941, se reformuló ese derecho, y el papel del Jefe del Estado dejó de ser tan determinante. Se sustituyó entonces la fórmula de la presentación de un único candidato por un proceso en que el nuncio apostólico y el ministro correspondiente acordaban una lista de seis nombres que se enviaba a Roma, donde podía añadirse algún nombre más, y el Papa elegía una terna y se la devolvía al Jefe del Estado, que escogía a un candidato. A esa fórmula renuncia el Rey Juan Carlos, y con ello pone fin a una larga historia de intervención del Estado en la vida y en la libertad de la Iglesia en algo tan importante como es el nombramiento de sus obispos. Después hubo otras renuncias a derechos de intervención en nombramientos de ciertos oficios capitulares y catedralicios.

Ha sido muy llamativa la relación de la monarquía española con los últimos Papas…
Es verdad. La relación de don Juan Carlos y doña Sofía con los Papas existía ya desde antes de su designación como Príncipes de España, por ejemplo, con las audiencias con san Juan XXIII y con Pablo VI. Desde el comienzo de su reinado, los contactos fueron frecuentes, hubo numerosas visitas tanto de los Reyes a Roma, como de los Papas a España. En los 5 viajes de Juan Pablo II y en los 3 de Benedicto XVI, la presencia y la acogida de los Reyes ha sido muy significativa y cordial, muy positiva desde el punto de vista del bien común de España y del reconocimiento de la libertad para la Iglesia en su misión.

El Rey, con san Juan Pablo II (2003)

En 2001, usted le agradeció públicamente al Rey haber sabido mantener la tradición católica de la monarquía española, «con fina sensibilidad», «sin alardes, pero también sin ocultamientos». ¿Qué valor cree que ha aportado esta normalidad a la comprensión del papel de los católicos en la vida pública española?
Era, en primer lugar, el reconocimiento de que el derecho a la libertad religiosa que la Constitución establece se ejercita y se practica verdaderamente, comenzando por el titular de la Jefatura del Estado, al que se le reconoce ese derecho, como a todos los que ejercen una autoridad pública dentro de la organización del Estado. Es decir, la Constitución funciona en ese caso. A mí eso me parece de un gran valor, y hay que reconocérselo a todos los ciudadanos, pero muy especialmente al Rey, que haya ejercitado ese derecho con naturalidad, con normalidad, sin agraviar a nadie y sin imponer a nadie su propia fe o sus propias convicciones religiosas.

Además de reconocer el derecho a la libertad religiosa, la Constitución tiene en cuenta la realidad sociológica de España, y prevé un marco de cooperación con la Iglesia católica y con las demás confesiones reconocidas.

«El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia», dijo usted también en 2001, durante la visita de los Reyes a la sede de la Conferencia Episcopal. ¿Sigue siendo esencial ese papel vertebrador de la monarquía en España?
Eso es lo que dice la Constitución. Y el Rey ha cumplido, está cumpliendo con esa obligación. Pero los aspectos jurídico-positivos de la Constitución no son materia sobre la que la Iglesia deba pronunciarse, salvo cuando los derechos humanos, los derechos fundamentales, o los principios fundamentales de participación, de libertad, de solidaridad, de justicia, no sean respetados.

Estamos en un momento desafección de un porcentaje considerable de españoles hacia los partidos políticos y otras instituciones, algunos hablan de ruptura del pacto constitucional… ¿Le preocupa la situación presente de España?
La situación de la realidad humana, social, espiritual y religiosa de España, y de toda Europa, encierra en estos momentos muchos problemas e interrogantes de presente y de futuro. Todo ello tiene que ver con lo que Benedicto XVI calificaba como la crisis de Europa, que es una crisis de fe. Ya en la Exhortación post-sinodal sobre Europa, san Juan Pablo II hablaba de la necesidad de esperanza para la Europa de aquel momento. La gran tradición de la fe cristiana en Europa, la gran experiencia de la esperanza a la que alude la fe cristiana, desarrolla potencialidades de extraordinario valor. Todo ello ha sido objeto de mucha atención, tanto por parte de Juan Pablo II como de Benedicto XVI, y más concretamente durante el Sínodo de Europa de 1999. Y España pertenece a esa Europa, con problemas compartidos. Yo creo que es hora de recordar, de revivir el debate en torno a las raíces cristianas de Europa.

Con el Papa Benedicto XVI (2011)

¿Cómo ha sido su relación con el Príncipe de Asturias, próximamente Felipe VI?
Con el Príncipe Felipe, los contactos personales siempre han sido muy gratos. Por citar tres que tienen que ver con la juventud, uno fue en la fiesta de Santiago Apóstol en el año 1989, que no era Año Santo, unas semanas antes de que llegase Juan Pablo II para celebrar la IV Jornada Mundial de la Juventud. Él hizo la ofrenda aquel día, y se lo agradecimos muchísimo. Y después, recuerdo especialmente su presencia en el encuentro de jóvenes en Cuatro Vientos el 3 de mayo de 2003 con Juan Pablo II. También desatacaría su presencia cercana en la Jornada Mundial de la Juventud de 2011 en Madrid, sobre todo en la Vigilia de la noche de Cuatro Vientos. Su ayuda y su apoyo a la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid en 2011 fue grande y cordial. Le estimamos mucho.

Con Juan Carlos I, se dio un paso importante en el reconocimiento de la libertad religiosa. Casi 40 años después, ¿le preocupa que, desde algunos sectores, sea cuestionada la libertad hoy en España en aspectos que se creían ya superados?
En la afirmación teórica, en la vivencia práctica y en la custodia efectiva de los derechos fundamentales del hombre, siempre hay tareas que cumplir y retos a los que atender, por supuesto también en lo que respecta a la libertad religiosa, entendida como un derecho que hay que concebir positivamente y que se debe poder ejercer privada y públicamente. Todos los derechos fundamentales tienen que ser concebidos y practicados así, o de lo contrario no son tratados como tales. Y con respecto al derecho a la libertad religiosa en Europa, pues hay déficits que hay que superar…

Son muy distintos los tiempos, los de ahora y los de hace 40 años. Entonces se quería obtener de un modo constitucionalmente garantizado ese derecho, en un contexto histórico en el que el Estado se declaraba confesional. Lo que estaba en juego era llegar a una formulación positiva del derecho a la libertad religiosa en un Estado que ya no iba a ser confesional, pero que tampoco iba a ser anticonfesional o antireligioso, laicista radical. Ahora se trata de que ese derecho constitucional bien formulado en la Constitución española, se cumpla y se practique.

Con el Papa Francisco, el pasado 28 de abril