Byung-Chul Han - Alfa y Omega

Byung-Chul Han

Javier Alonso Sandoica

Aunque tiene nombre de variante de pato laqueado, es el chico de moda. Byung-Chul Han es el filósofo coreano al que todos quieren leer y que tiene a Alemania rendida a sus trabajos. Se afincó hace años en la tierra de Hegel y le va tan bien, que se ha convertido en el filósofo best seller. La semana que viene llega a nuestro país su último libro, La agonía de Eros, editada por Herder. No es que Han haya realizado una aportación trascendental a la historia de la filosofía; no tiene un paradigma a partir del cual le llueven los discípulos, simplemente sabe analizar la actualidad con palabras escogidas.

Han se ha subido al carro de una corriente filosófica muy de moda en este siglo XXI, la filosofía de denuncia. Pero hay mucho de obviedad en su propuesta: hay que ser buenos, hay que salir de uno mismo, conocemos lo que pasa en el otro extremo del globo, pero no conocemos a nuestro vecino, el narcisismo te hace perder la distancia con el otro, el mundo virtual entorpece las relaciones personales, el egoísmo sumo conduce al agotamiento y la depresión… Se parece a ese juez de La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe, que, dirigiéndose a la sociedad, le reprocha su falta de decencia. Es como si el hombre de nuestro tiempo necesitara, de vez en cuando, una dosis de recuerdo de obviedad. No está mal, pero a un filósofo yo le exigiría un sistema propio, que para mirar la actualidad ya tengo otros ojos, los del sociólogo, el periodista, el experto en charlas motivacionales.

Han no me dice quién soy; sólo qué me hace daño. No escarba en el origen del amor, en el sentido religioso, qué hacemos con el dolor y la muerte; sólo señala que nos pudrimos porque nuestra sociedad es egoísta. No se fija en los anticuerpos; se fija en la enfermedad. Y a quien se la tiene jurada es al sistema capitalista. Han ve en él a la bestia negra que tiene retenidas nuestras almas. No hay juicio sobre cualquier materia sin acometida contra el sistema capitalista.

Esta manía de algunos por culpabilizar a un sistema económico de nuestros males es la forma más simple de visualizar al enemigo. Es verdad que el hombre se ha convertido en un animal laborans obsesivo, verdugo y víctima de sí mismo, pero las demandas del corazón humano no se agotan en cambiar o mejorar un sistema económico.