Dios, también entre galácticos - Alfa y Omega

Dios, también entre galácticos

El Mundial de Brasil vuelve a llenar las primeras páginas de los periódicos y las noticias de apertura de radio y televisión con los rostros de las grandes de estrellas del fútbol. Sus sueldos astronómicos, el mundo frívolo que en ocasiones rodea a los cracks del deporte y las masas enfervorecidas de seguidores que mueven, pueden dar al deporte rey un aura de nueva religión pagana, con sus ídolos, sus mitos y sus rituales. Sin embargo, Dios también está presente entre «los galácticos del fútbol», como demuestra el ejemplo de Carlo Ancelotti, entrenador del Real Madrid, fiel devoto del san Juan Bosco y del Padre Pío, y que ha dirigido a muchas de las estrellas que ahora están jugando en Brasil

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Carlo Ancelotti, entrenador del Real Madrid, se formó en el ejemplo de san Juan Bosco y tiene devoción por el Padre Pío

Pausado, metódico, sencillo y católico: así es Carlo Ancelotti (Reggiolo, Italia, 10 de junio de 1959), la persona que ha conseguido pacificar el vestuario del Real Madrid tras la salida el verano pasado de José Mourinho, y quien lo ha llevado, sin una palabra más alta que otra, a la cima del fútbol europeo con la consecución de la ansiada décima Copa de Europa el pasado mes de mayo. Que Carlo haya conseguido lo que muchos llevaban buscando desde hacía doce años no es casualidad. El preparador italiano presume de un carácter conciliador que es muy destacado allá por donde ha ido y por cada uno de los jugadores que ha tenido a sus órdenes durante toda su carrera como entrenador. Ya sea en Parma, Turín, Milán, París, Londres y, actualmente, en Madrid, Ancelotti ha dirigido a muchos de los grandes jugadores que actualmente están disputando el Mundial de Brasil, como estrellas de sus equipos nacionales. Aunque nunca hay que confundir este carácter sosegado con la fuerte disciplina que exige en los entrenamientos. Pero, ¿dónde se forjó ese carácter que agrada a cada uno de los futbolistas que ha entrenado?

La influencia de los salesianos…

Esa gran mano izquierda que tiene Carlo se forjó en diferentes colegios de la orden salesiana en el norte de Italia. Y aunque pueda parecer que Ancelotti ha tenido una vida acomodada, ya que jugó en el gran Milán de Arrigo Sacchi de los años ochenta, donde hizo historia al lado de Van Basten, Gullit, Rijkaard y compañía ganando Copas de Europa, Ligas italianas y un sinfín de títulos de todos los colores, y además siendo el cerebro de ese equipo rossonero; lo cierto es que Ancelotti tuvo que trabajar y compaginar el fútbol desde bien joven para ayudar a su padre Giuseppe a llevar dinero a su casa de Reggiolo, una pequeña localidad de diez mil habitantes, cerca de Módena y con escasos recursos industriales.

La familia Ancelotti se ha dedicado siempre a las labores del campo, y Carlo tuvo que combinar el trabajo con su padre y los estudios en los salesianos, pero siempre en la rama industrial, donde ya en Roma consiguió el título de perito electrónico. Su padre le decía que nadie le podía asegurar que fuera futbolista de primer nivel, y de ahí la importancia de los estudios en los salesianos, porque si no llegaba a la cima, algún día debería de heredar el trabajo paterno en los campos de Reggiolo.

… y el ejemplo del Padre Pío

San Juan Bosco ha sido un referente para el actual entrenador del Real Madrid. Aunque cerca de su ciudad natal hay otro santo por el que hay gran veneración, y Carlo no podía ser menos. Además, es algo que ha calado, y mucho, esta temporada en Madrid, y si hay algo con lo que alucinan los jugadores que ha dirigido este año Ancelotti en Valdebebas, es que su técnico tiene una profunda devoción por el Padre Pío. Ancelotti da pocas explicaciones sobre esto, pero no ha pasado desapercibido que cada vez que va a comenzar un partido, el entrenador transalpino busca en el interior de su chaqueta y saca una estampa de este santo italiano y la besa dos veces. Y no es que sea un amuleto para él. Nunca se le olvida: «Me fascina la vida del Padre Pío, en Italia le tenemos mucha devoción, hizo muchos milagros y me siento impresionado por toda su vida. Me conmueve muchísimo», dice Carletto -esta es la forma cariñosa como le conocen sus amigos y familiares- cuando le preguntan por el santo italiano.

Aunque cuando más de un jugador le ha insistido sobre el por qué de la estampita, y por qué la besa dos veces antes de los partidos, y si reza para que todos sus proyectos futbolísticos salgan bien, él rápidamente cambia el gesto, sube la ceja y contesta: «Nunca rezo por el fútbol. Dios tiene mejores cosas que hacer y más importantes. Lo nuestro es un juego y dependemos de nosotros; y si entrenamos bien, seguro que todo nos saldrá según lo previsto. Pero dejemos a Dios que atienda otras cosas. Yo creo en Él y le pido a diario, pero por cosas que me rodean, y no por el fútbol».

La fe que se recibe y se transmite

La fe de Ancelotti se edificó en su casa de Reggiolo, junto a sus padres, que desde niño le transmitieron sus creencias cristianas, y él ha hecho lo propio con sus dos hijos: Katia, a la que llevó como padrino al altar hace muy pocas fechas en la basílica benedictina de Sant Angelo in Formis (cerca de Nápoles), y Davide. Y aunque su vida matrimonial no ha sido especialmente fácil (ni ejemplar), Ancelotti no ha optado por el camino fácil de alejarse de Dios y echarle la culpa a la Iglesia, sino por el de intentar vivir su fe católica con toda la coherencia posible.

Ancelotti está encantado con su vida en Madrid. De hecho, rechazó vivir en una zona lujosa de la periferia de la capital, la que le había recomendado el club blanco, para hacerlo al lado del parque del Retiro, por donde se le puede ver pasear a menudo, al igual que en la cercana parroquia de San Manuel y San Benito, donde intenta pasar desapercibido y a la que acude frecuente y discretamente. Más allá de las humanas debilidades de las estrellas, Dios y el fútbol es un binomio más que posible.

Pepe García-Carpintero