La guerra a la guerra de los Papas - Alfa y Omega

La guerra a la guerra de los Papas

Redacción
Desfile militar en la capital soviética, en los años de grave tensión

Desde el estallido de la Primera Gran Guerra, «masacre inútil» y «suicidio de la Europa civil», como la calificó el Papa Benedicto XV, la enseñanza de los Papas ha sido de firme continuidad en la condena del recurso a las armas para resolver diatribas entre naciones.

Juan XXIII ha servido de luz y faro para el magisterio de los Papas con su encíclica Pacem in terris, publicada meses después de la crisis de los misiles, en octubre de 1962, que amenazaba con el estallido de la guerra atómica entre Estados Unidos y la Unión Soviética. «En nuestra época, que se jacta de poseer la energía atómica, resulta un absurdo sostener que la guerra es un medio apto para resarcir el derecho violado», afirmaba en el número 127 de su famosa encíclica. En el número 112, el Papa santo era particularmente claro: «La justicia, la recta razón y el sentido de la dignidad humana exigen urgentemente que cese ya la carrera de armamentos; que, de un lado y de otro, las naciones que los poseen los reduzcan simultáneamente; que se prohíban las armas atómicas; que, por último, todos los pueblos, en virtud de un acuerdo, lleguen a un desarme simultáneo, controlado por mutuas y eficaces garantías».

Su sucesor, Pablo VI, viajó a Estados Unidos en octubre de 1965, en pleno estallido de la guerra en Vietnam, y gritó: «No más guerra, nunca más guerra. Paz, es la paz la que debe guiar los destinos del pueblo y de toda la Humanidad».

Juan Pablo II se comprometió en primera persona contra la guerra en numerosas ocasiones, convencido de que «la violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas». Con esta convicción, logró evitar la guerra entre Argentina y Chile, en 1984. Su pontificado ha pasado a la Historia como el de quien luchó por evitar el choque de civilizaciones, al condenar las intervenciones armadas en Irak, que hoy se han demostrado moralmente injustificables. ¿Qué hubiera sucedido si el Papa de Roma hubiera bendecido las armas del cristiano Estados Unidos en su invasión de tierra musulmana?

Benedicto XVI fue un fiel continuador de esta obra de Juan Pablo II en el tablero internacional. En su último Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, antes de su renuncia, afirmaba: «La paz no es un sueño, no es una utopía: la paz es posible».

El Papa Francisco ya ha pasado a la Historia por su firme oposición a la guerra, en particular, cuando Estados Unidos ya parecía haber decidido una invasión en Siria, con consecuencias trágicas. Su grito «¡Que callen las armas!» sirvió para detener la movilización del ejército más grande del planeta.