«La Iglesia sufre» por las dificultades entre ortodoxos
La Santa Sede es «neutral pero no indiferente» ante la ruptura entre Moscú y Constantinopla, explica el responsable vaticano del diálogo con los ortodoxos orientales. A pesar de que este conflicto dificulta el diálogo ecuménico, se están produciendo importantes avances de cara a un primado de Roma en el tercer milenio «reconocido por unos y otros»
El encuentro del Papa Francisco con Cirilo, patriarca de Moscú, el 12 de febrero de 2016, fue uno de los hitos ecuménicos del siglo XXI. El martes, se conmemoró en Moscú el tercer aniversario de ese abrazo en La Habana con un acto en el que participó Hyacinthe Destivelle, responsable de la relación con las iglesias ortodoxas orientales en el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Días antes, en entrevista con Alfa y Omega, este dominico francés se mostraba reservado sobre la respuesta de la Iglesia a lo ocurrido en los últimos meses en el seno de la ortodoxia, con la erección de una Iglesia ucraniana independiente del Patriarcado de Moscú y la consiguiente ruptura de este con el de Constantinopla. «La Iglesia católica es total y absolutamente neutral –explica–. Pero no indiferente. Como dice san Pablo, “si un miembro de la Iglesia sufre, todos sufren”. Pero solo podemos rezar por su resolución y responder desde la cercanía».
«No es la primera vez»
En el marco de las XXVIII Jornadas de delegados de Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española, en las que participó la semana pasada, Destivelle reconoció a este semanario que lo ocurrido «influye en el diálogo con la Iglesia católica». La Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa es uno de los órganos liderados por Constantinopla de los que Moscú se ha retirado. «Obviamente, dialogar es mucho más difícil si no están todas las Iglesias; sobre todo si falta la rusa, que es muy importante». Pero no es la primera vez que algo así ocurre: Bulgaria tampoco participa, y Moscú ya abandonó la comisión en 2007 por otro desencuentro relacionado con la Iglesia estonia. La situación se recondujo años después. Las iglesias ortodoxas –explica el dominico– consideran que el diálogo puede continuar sin alguna de ellas. Lo decidió el sínodo panortodoxo de 2016, en el que la Iglesia rusa no participó. Y la relación sigue, además, en otros grupos de trabajo a distintos niveles.
Primado para el tercer milenio
De hecho, obviando esta «dificultad», el diálogo teológico con la ortodoxia vive un momento muy interesante. Durante décadas, se buscaba profundizar en cómo se entendía el primado del Obispo de Roma durante el primer milenio, antes del Cisma de Oriente (1054) –¿era un primado de honor, o tenía una cierta jurisdicción sobre las otras Iglesias?–, y siempre en relación con la sinodalidad. En 2016, esta etapa de la reflexión se cerró en Chieti (Italia) con un documento que recogía –explica Destivelle– «dos aspectos en los que el primado podía tener un contenido jurídico»: la posibilidad de apelar a Roma en caso de desacuerdo en alguna Iglesia, y el peso que se daba a su cooperación para que un concilio fuera ecuménico.
Después del encuentro, se plantearon dos borradores para continuar el diálogo. La comisión decidió centrarse en el de la Sinodalidad y primado en el segundo milenio y hoy. Adentrarse en la época posterior a la ruptura es importante –destaca el dominico– «porque debemos sanar las heridas de la memoria, y explicar teológicamente por qué las diversas iglesias han desarrollado distintas relaciones entre primado y sinodalidad. El objetivo es encontrar, de cara al tercer milenio, un modo de ejercer el primado del Obispo de Roma que sea un servicio de amor reconocido por unos y otros», como pidió san Juan Pablo II en la encíclica Ut unum sint.
Esta reflexión compartida –añade el responsable vaticano de la relación con la ortodoxia– se está viendo enriquecida en el ámbito católico por «la práctica interna de la sinodalidad. El Papa Francisco relaciona con mucha claridad la sinodalidad a nivel diocesano, de conferencias episcopales y de la Iglesia universal con la que alude al “caminar juntos” con las otras iglesias y comunidades eclesiales. Que los cristianos, y en particular los ortodoxos, vean que realmente se vive así en el seno de la Iglesia católica es mucho más convincente que las declaraciones teológicas».
«El ecumenismo es más amplio que el diálogo teológico –subraya Hyacinthe Destivelle, responsable de la relación con los ortodoxos orientales en el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos–. Y aunque en ese ámbito haya dificultades, se puede avanzar en otros». Se está haciendo –explica– en el ecumenismo de la caridad y los gestos. Con el viaje de Francisco a Rumanía, Bulgaria y Macedonia esta primavera, el Papa habrá visitado ocho países ortodoxos. También es cada vez más frecuente que la Santa Sede y los ortodoxos respondan con una sola voz a desafíos como la violencia en Oriente Medio (el encuentro de Bari el pasado julio) o las migraciones (la vista con el patriarca Bartolomé a Lesbos en 2016), en lo que Destivelle llama «ecumenismo práctico». Dentro del «ecumenismo espiritual», el dominico reserva un protagonismo especial a las iniciativas destinadas a sanar la memoria, sobre todo en un contexto europeo plagado de conflictos seculares. Cita como ejemplo la comisión histórica católico-ortodoxa sobre el cardenal Alojzije Stepinac (1898-1960), arzobispo de Zagreb cuyas actuaciones durante la II Guerra Mundial hacían que los ortodoxos miraran con recelo su posible canonización.