Los tres ingredientes para una noche de amor perfecta - Alfa y Omega

Los tres ingredientes para una noche de amor perfecta

«Las dos horas más hermosas de nuestro matrimonio, una experiencia de amor que deseo a cualquier ser humano»: así comienza el testimonio que ha compartido la iniciativa 10 minutos con Jesús para este día de San Valentín

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: AFP Photo/Jay Directo

Marta y Juanjo no pasaron la mejor noche de amor de su vida «ni en una casa rural, ni en un spa, ni en un hotel, sino en un hospital, esperando el nacimiento de su hijo Ignacio»: es el testimonio que ha compartido el sacerdote Javier Sánchez Cervera, de la iniciativa 10 minutos con Jesús, para el día de San Valentín, en el que ofrece «los elementos del amor y de una noche perfecta».

Al poco de completarse el parto, una noticia lo cambió todo en la vida de este matrimonio: «Es Down», le dijo el médico a Juanjo. «Sentí la gracia de Dios en ese preciso momento, que no es otra cosa que sentir el amor –confiesa el padre–. Me giré a mi mujer y le dije que era Down, y mientras la miraba percibí el inmenso cariño que siento por ella. Vi todos los planes que se había hecho con este niño y que las cosas iban a ser diferentes». Y entonces «me acerqué, la abracé y la besé, y le dije: “Cariño, este hijos nos va a dar la felicidad plena a toda la familia para el resto de nuestras vidas”», dice Juanjo.

El ginecólogo se acercó a decirles que hacía más de tres años que no asistía al parto de ningún niño con síndrome de Down. «Es un regalo de Dios, un regalo precioso de Dios», repetía Juanjo, quien recuerda que «entonces disfrutamos de las dos horas más hermosas de nuestro matrimonio. Una experiencia que deseo a cualquier persona. Nos quedamos solos en la habitación mientras a Ignacio lo llevaban a la incubadora. Fue precioso experimentar el uno con el otro nuestra gran sorpresa. La gracia de Dios nos empezó a llenar de una forma increíble. Nos dimos cuenta de que Dios había elegido nuestro hogar y nuestra familia como el mejor sitio para que Ignacio viviera y fuera amado y cuidado. Fue de una belleza inenarrable».

Ignacio, el quinto hijo de Marta y Juanjo

Esta experiencia la utiliza Sánchez Cervera para señalar los tres ingredientes para una noche perfecta de amor, también en San Valentín. El primero, que sea «una noche de amor verdadero, de quien entrega su vida definitivamente a otra persona, en las duras y en las maduras. Dar la vida por amor, por amor de verdad», como estos padres.

El segundo es «darse completamente con generosidad, con olvido de uno mismo, pensando en cómo está el otro, buscando no mi bien sino el suyo». Y el último ingrediente es «la aceptación rendida y confiada de la voluntad de Dios, como estos padres que abrazaron y amaron la voluntad de Dios cuando nació su hijo Ignacio».

Todo esto constituye «un amor perfecto para una noche perfecta, para una vida perfecta, llena de imperfecciones pero llena de la perfección del amor de Jesús».

Para escuchar esta meditación y apuntarse a la oración diaria: https://www.10minutosconjesus.es/

Testimonio de Juanjo

Toda la familia habíamos vivido con una ilusión muy especial la venida de nuestro quinto hijo. Éramos conocedores que esa experiencia tan maravillosa de alumbrar una nueva criatura podría no volver a repetirse, muy a mi pesar, que insistía que en casa siempre debía haber un niño menor de 5 años.

Vivimos muy intensamente todo, tanto el lugar y momento de la concepción, en pleno invierno entre esas montañas del Pirineo donde nacieron muchos de los abuelos paternos de Ignacio, como todos esos detalles y preparativos que a mi mujer le gusta cuidar con tanto esmero y mucho tiempo de antelación.

Para ir entrenándole en lo intenso que puede llegar a ser vivir en nuestra familia, decidimos ir en Semana Santa, con sólo 2 meses de embarazo y en plena época de vómitos y molestias de mi mujer, al Valle de Mena, cerca de Bilbao, con el movimiento Familia Misionera, donde pudimos vivir la fe en familia de forma preciosa. Durante esos días Dios nos regaló la posibilidad de dar nuestro cariño y nuestro testimonio de fe a las gentes de varios pueblos muy alejados de muchas cosas. Dormimos sin calefacción, nos duchamos con agua fría, nos ejercitamos en la obediencia y en el dejarnos llevar por otros, nos nevó, renunciamos a nuestras vacaciones convencionales, pero recibimos tanto a cambio…

Nos imaginábamos, ya poniéndole cara gracias a las nuevas tecnologías y a las ecografías 4D, a un chaval atlético y lleno de energía como sus hermanos, que correría y treparía por los mismos lugares que hoy frecuentamos nosotros. Y por encima de todo, ese sería nuestro mejor regalo hacia él, se trataría de un chaval que formaríamos cristianamente, y que le educaríamos y amaríamos como estamos intentando hacer con sus hermanos.

Por otra parte, andaba yo inquieto trasmitiéndole al Señor que sentía que me estaba dando fuerzas especiales, que me sentía joven, y que el corazón me vibraba desde hacía tiempo en el empeño de hacer algo grande en el próximo horizonte de mi vida. Cuando compartí este sentimiento con una persona muy querida, me contestó que si me parecía proyecto pequeño ser padre de familia con 5 hijos.

Pero yo seguía diseñando en mi mente grandes proyectos, grandes fundaciones, misiones que no acaba de dar forma. Un día leí sobre una familia que era feliz después de adoptar un niño con dificultades, y lo comenté en casa. Mi Director Espiritual me

decía que debía ser sencillo, que mi deseo de ser feliz y de hacer felices a los demás seguramente debía realizarse con los más cercanos. Pero seguía dándole vueltas a mi proyecto maravilloso, pues sabía que en el fondo, algún día, Dios lo haría realidad…

Los planes de Dios

A las 12 de la noche del 21 de octubre de 2008, decidimos salir para la clínica, pues las contracciones eran ya cada 5 minutos, y desde mi óptica de padre experto ello era motivo más que suficiente para salir corriendo de casa. En aquella noche todo transcurriría de modo misterioso: acababa de diluviar, las calles estaban desiertas, todo estaba en silencio, yo sentía una paz que no me cuadraba con el estar a punto de ser padre. Y mi mujer era la persona más alegre de la tierra.

En Urgencias pareciera que todo estaba dispuesto para que Ignacio se sintiera un ser muy especial incluso antes de nacer. El anestesista y la comadrona daban la impresión de que no tenían otra cosa que hacer en este mundo que atender nuestro parto con todo el calor humano que les salía de su ser. Empezaron a explorar a la incipiente madre y me pidieron que saliera de la habitación, por lo que empecé a deambular por los pasillos de la clínica. Acabé en la capilla, y esa paz que sentía desde que salimos de casa se hizo inmensa. En definitiva, lo que yo creía con mis ojos humanos que era una noche misteriosa estaba empezando a darme cuenta que en realidad era una noche llena del Misterio de Dios, cuyos planes tantas veces no coinciden con los planes de los hombres.

La comadrona dijo que era un bebé precioso y lo abrigó con unas toallas. Esperaba yo en un rincón del quirófano a que llegara el pediatra mientras el ginecólogo atendía a la madre. Llegó y me dijo en pocos instantes en voz baja que «era Down».

La fortaleza del Espíritu Santo

Sentí la gracia de Dios en ese preciso momento, lo que no es otra cosa, tal como se lo he intentado explicar después a mis amigos y familiares no creyentes, que sentir el amor, el verdadero y auténtico amor de quién confío más.

Me giré a mirar a mi mujer. Y le dije a la distancia que nuestro hijo «era Down», pero no me oyó. Lo repetí, y entonces giraron la cabeza ella y el ginecólogo a la vez para mirarme. En ese instante, mientras le miraba a ella, percibí el inmenso cariño que siento por mi mujer, y entonces sentí muchísima pena y dolor de tener que darle semejante sorpresa. Vi en una película muy rápida todas las ilusiones, alegrías y planes que se había hecho con este niño, y cómo, de repente, se iba a dar cuenta que las cosas eran diferentes a como habíamos planeado. Me acerqué a ella, la abracé, la besé, y le dije: «Cariño, este hijo nos va a dar la felicidad plena a toda la familia por el resto de nuestros días».

El ginecólogo se acercó a decirme que hacía más de 3 años que no tenía un caso de Síndrome de Down.

Me mareé un poco, de lo cual me alegré después mucho para que nadie se pudiera pensar que me las estaba dando de héroe, y así pudiera resultar creíble el hecho de que, tras la primera reacción humana llena de sorpresa ante los planes de Dios, la fortaleza del Espíritu Santo puede actuar en el hombre.

Me acompañaron a quitarme la bata el doctor, la comadrona y las enfermeras en un cuartito muy pequeño en el que, tras recobrar el pulso, pude manifestarles, ya con mucha claridad, que veía en lo ocurrido un regalo muy especial del Señor.

Y entonces disfrutamos de las 2 horas más hermosas de nuestro matrimonio, una experiencia de amor que le deseo a cualquier ser humano: nos quedamos solos en la habitación, a Ignacio se lo llevaron a la incubadora, los médicos se fueron a descansar, todo el mundo dormía menos nosotros dos. Fue precioso experimentar el uno con el otro nuestra gran sorpresa. Mi mujer lloró intensamente y yo reconozco que no estaba en otra cosa que darle mi cariño. Entonces la gracia de Dios nos empezó a llenar de una forma increíble, de tal forma que poco a poco fuimos percibiendo que había elegido a nuestro hogar y nuestra familia como el mejor sitio para que Ignacio viviera y fuera amado y cuidado. A partir de abrir nuestro corazón de ese modo, todo empezó a ser de una belleza inenarrable, es más, desde que ha nacido Ignacio han pasado tantas cosas hermosas que no dejamos de imaginarnos con gran alegría el horizonte de felicidad tan gigantesco que nos espera.

Cuando les conté a nuestros hijos cómo era Ignacio y lo felices que nos había hecho a sus padres, nuestra hija mayor, de 14 años, afirmó antes de echarse a llorar: «papá, quiero que las cosas sean tal como han sido, ya no quiero que sean de otra forma».

Realmente fue un milagro y un don que nos asistiera a todos tan rápidamente la fortaleza del Espíritu Santo, pues ¿cómo de otro modo hubiésemos podido sobrellevar una sorpresa así? El nos entregó a Ignacio en su mano generosa, y nosotros fuimos capaces de entregar la nuestra y aceptar el regalo. Como nuestra reacción fue tan pronta, gracias al don recibido, nos pudimos dar cuenta que de alguna forma llegamos casi a rozar nuestras manos con las del Señor…

Una nueva misión en nuestras vidas

Animados de saber que Ignacio ha venido acompañado de Jesucristo, quien ha venido con su maleta para instalarse para siempre en nuestro hogar, hemos concebido claramente que el regalo de Ignacio, por lo inmenso, no puede ser exclusivo de nosotros, ni siquiera de nuestra familia en un amplio sentido, por lo que nos hemos propuesto animar a todas las gentes que nos quieren o simplemente están cercanas, que Ignacio se convierta en algo especial en sus vidas (y así será, tal como me decía un amigo de la infancia, «como un imán en un saco de alfileres»).

Me contaba una amiga nuestra, tras ver lo que ha ocurrido estos días pasados, que ella y su marido venían observando cómo Dios había estado preparando nuestro matrimonio y nuestra familia para esto desde hacía mucho tiempo, lo que nos ha hecho ver que «nuestra nueva misión» en realidad empezó ya hace algún tiempo.

Le mandé al ginecólogo el mensaje de que necesitaba charlar con él, pero que no quería hablar de medicina. Al acabar me ofrecí, si alguna vez surgiera la ocasión, a dar testimonio a algún padre o madre que se planteen abortar en el futuro, y poder explicarles con el mayor cariño del mundo que se puede ser feliz «con un hijo Down». Es más, nos encantaría compartir con esas personas el hecho de que la verdadera felicidad está siempre, siempre, siempre asociada a la entrega a los demás, lo que conlleva sufrimiento y sacrificio.

Ignacio es nuestra oración permanente

Creo que a todas las personas que se nos han acercado estos días de un modo u otro os hemos trasmitido que estéis tranquilos por nosotros, que no os preocupéis, que tenemos en quien confiar, que Dios nos venía preparando desde hacía años para esto, y que nos ha dado la gracia de haber sabido aceptar su regalo casi desde el instante de su llegada. Todo está siendo tan especial, estamos tan emocionados con el Señor, el cual ha tenido tanta ternura con nosotros…

Casi sin darnos cuenta hemos estado en continua oración con Dios desde que nació Ignacio. Sentimos ahora que Ignacio es y será siempre nuestra oración permanente con el Señor, ya que en realidad ha sido a través suyo que Jesús se ha instalado en nuestro hogar. ¿A un niño capaz de todo ello le llamamos un niño discapacitado?

En nuestra oración únicamente le estamos pidiendo al Señor que nos conceda durante el resto de nuestros días paz y sosiego en todas las tareas que nos encomienda. La verdad es que la pasada noche, nuestra primera noche en casa con Ignacio, hemos sentido que se duerme muy en paz bajo su mismo techo, y que en cierta forma, él es nuestro auténtico seguro de felicidad.

Bueno, así se hizo realidad mi gran proyecto y nuestro sueño de tener siempre un niño en casa menor de 5 años.

¿Veis que bien hace todo el Señor? Es que nos ama. Con todo el cariño,

El padre de Ignacio
28 de octubre de 2008 (7 días después de nacer Ignacio)