José Cobo: «Me encantaría que la Iglesia abanderara la protección del menor»
El obispo auxiliar de Madrid afirma que las víctimas «son prioritarias para la Iglesia» en un encuentro con el padre de un menor abusado en un colegio católico organizado por Religión Digital y Redes Cristianas en el Colegio Mayor Universitario Chaminade
El obispo auxiliar de Madrid José Cobo mostró su deseo de que la Iglesia abandere la protección de los menores y genere en su interior entornos seguros para esos este jueves, en una mesa redonda en la que también participaron Juan Cuatrecasas, padre de una víctima de abusos en el colegio Gaztelueta y presidente de la Asociación Infancia Robada, y Jesús Miguel Zamora, secretario general de Confer.
Cobo no puso paños calientes para abordar la situación y reconoció «dolor y vergüenza», sobre todo, cuando escuchan a las víctimas. También le duele que se resienta la credibilidad de la Iglesia, no por la imagen, sino porque con los abusos «se oculta el rostro de Dios y se ensombrece su presencia».
Pero no se quedó en lamentos, pues «mirar para otro lado –dijo– es poco evangélico». Así, aseguró la voluntad de la Iglesia de acompañar a la víctimas, de caminar con ellas y de que sean estas quien la ayuden a dar los pasos necesarios. «Tenemos que dar la mano, pedir perdón y reconstruir lo dañado. También generar una nueva cultura de la seguridad, de la protección, que la Iglesia sea un espacio seguro, no un terreno abonado para los abusadores», añadió.
En sus distintas intervenciones, insistió en que la prioridad es la víctima y su bien está por encima de todo y, en este sentido, subrayó que la Iglesia «no quiere dejarlas solas» y abogó por generar espacios para «dar la mano a todas las víctimas y reparar lo que se ha hecho». Y esto, continuó, significa «visibilizar el dolor y dar voz cuando sienten que se la han quitado».
En su opinión, hasta ahora ha podido haber dificultades por desconocimiento o falta de sensibilidad, pero ahora sí hay determinación para afrontar el problema. De hecho, abogó por reaccionar con «determinación» porque solo así se resuelve el problema de la credibilidad y mostró su deseo de que la Iglesia lidere esta lucha: «Me encantaría que la Iglesia abanderara la defensa del menor allí donde esté».
El prelado también ofreció alguna clave desde el punto de vista de la fe para abordar estos casos y recordó que la llamada de Jesucristo «nos hace sensibles a los inocentes» y que no hay que olvidar que «la Iglesia empieza al pie de la cruz».
Juan Cuatrecasas, que valoró la presencia del obispo madrileño, fue muy crítico con la Iglesia y confesó que «no la había sentido cerca, como le ha pasado a muchas víctimas». El presidente de Infancia Robada se confesó católico, convicciones que mantiene porque, como añadió, «no me han hecho perder la fe». «No pretendemos incendiar la Iglesia, sino ayudar a limpiarla», aseveró.
Dijo también que la Iglesia no puede mantener en sus filas a delincuentes, mirar para otro lado ante los casos de abusos o que «se ningunee» a las víctimas. «Cuando estos hechos suceden en la Iglesia, deben tomar otro tipo de comportamientos. No me refiero solo al perdón, sino al reconocimiento público y expreso de las víctimas, al resarcimiento moral y a unas medidas de acompañamiento. Porque las víctimas de abusos necesitan unas terapias y estas suponen un coste muy grande para las familias en el que la Iglesia debe colaborar».
El representante de la vida religiosa, Jesús Miguel Zamora, fue muy autocrítico. Tras mostrar el dolor por que algunos religiosos hayan quebrantado la confianza depositada en ellos y dañado a menores, reconoció que no lo han hecho bien. «Encima, a veces tenemos la sensación de no saber por qué. Desde esa postura lo que hemos hecho es ocultar, ignorar, pensar que a nosotros no nos iba a pasar», añadió. Partiendo de esta premisa, reconoció que la vida religiosa «quiere actuar ya, ponerse las pilas y no dejar pasar las situaciones».
Finalmente, la representante de Redes Cristianas, Raquel Mallavibarrera, mostró «indignación» por la «magnitud» de los casos de abusos en la Iglesia y abogó por afrontar «sin miedo el problema», aunque haya que abrir ventanas y levantar alfombras.